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He consagrado mi vida a los obreros ¿Y vosotros que os decís obreros me vais a matar?

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Siete claretianos beatificados en Barcelona el 21 de octubre de 2017 como mártires del siglo XX en España fueron asesinados el 5 de septiembre de 1936. Además, otros tres mártires nacieron un 5 de septiembre: el sacerdote secular leridano y novicio trapense Josep Camí; el sacerdote capuchino Eugenio Sanz-Orozco Mortera (padre José María de Manila, por haber nacido en la capital filipina), asesinado a la edad de 55 años en el madrileño Cuartel de la Montaña el 17 de agosto de 1936 y beatificado en 2013), más el claretiano Ángel Dolcet. También es aniversario de la beatificación de tres religiosas de san José en Gerona, el 5 de septiembre de 2015.

En Irán es aniversario del beato Gentil de Matelica, franciscano, matirizado en 1340 en Tauris (Tabriz); en las islas británicas del  beato Guillermo Browne (1605); en Francia del beato mártir Florencio Dumontet de Cardaillac (1794); en Vietnam de los santos Pedro Nguyen Van Tu, dominico, y José Hoang Luong Canh, médico (1838). En Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado a cinco mártires de este día; tres de 1918: el obispo Efrén Kuznetsov, el laico Nicolás Varshansky y el sacerdote Juan Vostorgov; más dos sacerdotes de 1937: Juan Carabanov y Pablo Gaydai.

Los claretianos eran dos sacerdotes: Jaime Girón Puigmitjà, nacido el 11 de octubre de 1887 en Castellfollit de Riubregós (Barcelona), que tenía 48 años cuando lo mataron en Sant Cristòfol les Fonts (Gerona), y Mateo Casals Mas, nacido en Bagá (Barcelona) el 10 de septiembre de 1883, a quien faltaba poco para cumplir 53 cuando lo mataron en Sant Quirze del Vallès (Barcelona); y cinco religiosos profesos: José Cardona Dalmases, nacido en La Molsosa (Lérida) el 31 de marzo de 1916, que contaba 20 años; José Solé Maimó, de 46 años (nacido el 21 de agosto de 1890 en La Guàrdia Lada (Lérida); Juan Rafí Figuerola, de 50 años y nacido el 30 de octubre de 1885 en Vilabella (Tarragona), José Clavería Mas, de 61 años y nacido en Vic (Barcelona) el 29 de agosto de 1875, más José Puig Bret, de 76 y nacido el 28 de abril de 1860 en Cistella (Gerona), asesinados los cuatro en Tarrasa (Barcelona).

Beato Jaime Girón.
Beato Jaime Girón.

Jaime Girón Puigmitjà era el superior de la comunidad claretiana de Cervera.  Antes lo había sido en Vic, donde fundó la Asociación de Madres Cristianas. Tras el estallido revolucionario y la insurrección catalana escribía el 10 de octubre de 1934 al padre Arcadio Larraona:

¿Qué piensan por ahí de España? Por el Debate podrán ver… ¡Quieran Dios y nuestra Madre salvarnos pues estamos mal, la gente no tiene fe, y con la cabeza llena de ideas destructoras y el corazón lleno de odio!

Al imponerse el gobierno revolucionario tras las elecciones de 1936, urgía el 25 de febrero al gobierno provincial de su congregación a vender las propiedades de Cervera:

Que en principio creen conveniente desprenderse de toda la finca buscando otra solución para los enfermos por tener que cultivarla con trabajadores alquilados y por el sesgo que van tomando las cosas y en particular en Cervera.

El ayuntamiento de esta localidad leridana le hizo comparecer el 5 de mayo de ese año para intimarle a que abandonaran la casa en el plazo de 5 días, tras lo que escribió:

Ya hace algunos días que se sigue contra nuestro Ayuntamiento, que es de orden, y muy temible es que le destituyan de un día para otro, y luego… Dios dirá. Corren que nos sacarán de casa. Para el año próximo si nos dejan acabar este en paz, no confiamos poder abrir las escuelas.

Respecto a quienes confiaban en poder apaciguar a los revolucionarios, decía:

¡No los conocen! !No los conocen! Estamos en la boca del león, y nadie lo ve.

La biografía de la beatificación narra así lo sucedido tras estallar la guerra:

Fonda Barcelonesa, Cervera.
Fonda Barcelonesa, Cervera.

El día 21 de julio de 1936, al ser expulsada la comunidad de la ex Universidad, acompañados por dos pistoleros se refugió junto con el P. Juan Buxó en la Fonda Barcelonesa. Los dos primeros días celebraron misa en la iglesia de san Agustín, a puerta cerrada, claro está, a la comunidad de Religiosas y novicias del Corazón de María, pero el día 23 fue expulsada la comunidad y la situación se hizo más difícil de modo que una pensión pública no ofrecía garantía. Por este motivo ese mismo día se trasladaron de incógnito al hospital, donde había un grupo de misioneros y también quiso ir a San Ramón a visitar a los refugiados, para lo cual había avisado a un amigo que tenía coche, pero desistió por lo temerario del viaje. Él quería estar junto a sus súbditos porque ese era el puesto del Superior.

El Administrador del hospital, Enrique Herrera, para salvar al P. Girón le señaló un puesto como enfermero, pero no lo aceptó porque le pareció más oportuno retirarse y vivir completamente escondido en la parte superior con los demás misioneros claretianos. En efecto, las Religiosas les habían colocado en dos salas contiguas de la parte superior del edificio. Una de ellas servía de dormitorio y la otra para estar y celebrar misa y rezos. Además disponían de un cuartito donde guardaban en un armario el Santísimo Sacramento. Aquí, como todos los demás se dedicaba a la oración y a preparar la muerte. Les decía a las religiosas:

Cada Misa que celebro me parece que es la última. Hago siempre un memento especial para que se salven los que han de ser mis verdugos. Desde ahora los perdono de corazón.

Luego fue enterado de los varios fusilamientos. Del P. Codina y su comunidad de Lérida y del P. Jové y los 14 estudiantes en el cementerio de Lérida. Les tenía envidia porque eran mártires. Cuando alguien le preguntaba qué hacía en aquel encierro, respondía siempre: Prepararme para morir.

Comprendió que la guerra sería larga y la desbandada de los estudiantes expuestos a todos los peligros sin poder hacer nada por ellos le angustió cada vez más. Y no es que no se hubiera preocupado con anterioridad con planes concretos hasta donde era su responsabilidad. Al recordarlo, le venía el desaliento:

Mi corazón pasa un fuerte martirio cuando veo caer la flor del Instituto. Glorioso es morir y derramar la sangre, es verdad; pero estos pensamientos me duelen más que la misma muerte. Que se cumpla en todo la voluntad divina y que Dios tenga piedad de mí y de todos. Pido la felicidad para todos.

Dormía poco, estaba casi siempre en vela, como pide el Evangelio, para no ser sorprendido en el sueño.

Para primeros de agosto se anunciaba un registro. El administrador del hospital y la M. General le pidieron que se escondiera para evitar peligros. El P. Girón dijo que no se escondería porque algún día le encontrarían. Pero ante las insistencias aceptó ser prudente, si bien estaba seguro de que le iban a matar. Después de esto tuvo un ataque de hígado y hubo de guardar 15 días de cama. Reanudó su vida normal. Los domingos daba una plática a las religiosas y con sus consejos ayudaba a los del Mas Claret, ya que el H. Bagaría le visitaba cuando las circunstancias se lo permitían.

Al P. Girón le habían ofrecido sus casas varios amigos, pero no quiso comprometer a ninguno y no fue a sus casas, donde le estaban esperando.

El día 2 de septiembre se recibió en el hospital una llamada del Ayuntamiento. Acudió el Sr Aymerich, administrador, y volvió con la orden del presidente del Comité, Dionisio Jové, de que los PP. Girón y Sitjes salieran inmediatamente del hospital. Las religiosas se alarmaron y el P. Girón las tranquilizó diciéndolas que estaban preparados para lo que Dios quisiera. La marcha quedó decidida para la media noche. El Sr. Juan Fornells, de la Junta de administración del hospital, alguna vez había ideado la fuga del P. Girón hacia Andorra, contando con la ayuda de un pariente suyo de Torá. El P. Girón tenía otro plan, que había estudiado sobre mapas, dirigirse por Torá hacia la masía El Viladot, del pueblo de Brichs, a cuatro Km de Solsona, donde había refugiados algunos misioneros claretianos, pues dos hijas de la casa habían ofrecido acogida al P. Girón. Mientras cenaba por última vez en el hospital, le dijo a una Hermana: Esta noche salgo a buscar el martirio.

Los PP. Girón y Sitjes se confesaron mutuamente antes de salir. El Sr. Fornells les dio una tarjeta para su cuñado de Torá. Los Padres estuvieron en el huerto esperando hasta poder salir. A las tres de la madrugada, después de despedirse del Sr. Fornells, salieron los Padres con el intervalo de 10 minutos. Los dos se juntaron en el lugar denominado Las Forcas donde se despidieron con el saludo ritual de los mártires: ¡Hasta el cielo!

Las etapas estaban bien definidas: 1) De Cervera a Torá, algo menos de 20 Km. 2) De Torá a Daullés, masía de S. Pedro Sa Serra, unos 12 Kim; 3) De Padullés hasta la masía Viladot, a donde no pudo llegar, 14 Km. El camino más fácil era el de la primera etapa, con pocas elevaciones. Pasado San Ramón se dirigió hacia Iborra, encontrando algunos vecinos trabajando en el campo, como el Sr. José Vilapriñó. A la caida de la tarde encontró a Antonio Padullés, en su finca a diez minutos de Torá. El Padre dejaba entrever quién era, preguntó si iba bien orientado. El Sr Antonio le sugirió que no preguntara a nadie, pues daba la impresión de un fugitivo y algo ingenuo. Le encaminó a la cabaña de Jan, antiguo refugio de pobres, pues no era prudente acercarse a Torá. En dicha cabaña pasó la noche del 3 al 4 de septiembre.

Itinerario martirial del padre Girón.
Itinerario martirial del padre Girón.

El día 4, temprano, reanudó el viaje entre montes y ríos y subió la montaña llamada La Aguda, en cuya cima hay un santuario dedicado a la Virgen. Fue a la collada del Reiners. En aquel inmenso paisaje, al no pder guiarse por carreteras, se sintió perdido. Por allí encontró al pastor Ramón Vilaseca Esteve, natural de Vallferosa (Llanera), de 65 años. Entabló conversación con él para pedir orientación y el pérfido pastor con astucia y simulaciones trató de perderlo y le indicó las masías del Homenet y de Padullés más lejana. Acto seguido recogió el rebaño en una cabaña y fue rápido a Torá a denunciarlo al Comité. A las diez de la mañana ya tenía la noticia. Parece ser que le habían prometido cierta cantidad de dinero por sus delaciones, de modo que decía que ya no tendría que trabajar más. Lo malo es que no le dieron ni un céntimo a pesar de sus insistencias. Así paga el diablo.

El P. Girón, ajeno al peligro, llegó a la masía de Homenet, donde estaba la Sra Cecilia Bert Buxon, enferma, a quien el Padre pidió algo de comida. Al decirle su encuentro con el citado pastor la Sra Cecilia se sobresaltó:

¡Ay, ay, está usted perdido! Ese pastor le traicionará. Seguramente ha corrido a denunciarlo.

Poco después emprendió el camino hacia Padullés, con pocas fuerzas y las piernas hinchadas. En el trayecto encontró a otro pastor, llamado Ventura, que le dió pan mojado. Padulles estaba a cinco kilómetros y era una de las mejores masías por su construcción y propiedades [junto a Sant Pere Saserra]. Allí llegó entre la una y dos del mediodía. En la era estaban trillando Ramón y Enrique, dos hijos de la casa. Llegó a la masía y pidió de beber. Parecía agotado.

El colono, Sr. Juan Torra, invitó al P. Girón a entrar en casa y lo condujo al comedor. Le ofrecieron comida pronta y bebida mientras Monserrat, una de las hijas, preparaba una tortilla, pero apenas comió. El tiempo urgía para reemprender el camino hacia Viladot. Trataron de informarle y para darle mejores detalles, el Sr. Juan y el P. Girón subieron a una de las ventanas. Entonces vieron que unos grupos de milicianos se aproximaban rápidamente tratando de cercar la casa. En ese instante subía Ramón anunciando la presencia de los milicianos.

El Comité de Torá había movilizado varias patrullas, requisando coches de particulares. Los milicianos se dispersaron en varias direcciones. El pastor Ventura les encaminó hacia Socarrats para dar tiempo al Padre, pero los milicianos se orientaron por la huella de los zapatos.

Ante el peligro inminente el P. Girón, para no comprometer a la familia, tomando la tortilla salió al camino carretero.

¡Mirad cuánta gente! Gritó Monserrat.

Acababa de aparecer un buen grupo de milicianos que habían estado al acecho.

Caminaba resueltamente por el camino cuando le echaron el alto y sentóse junto a una pared, un pilón. Después de alguna vacilación uno le gritó: ¡Manos arriba! Se acercaron los milicianos y vieron que no llevaba armas de ninguna clase. Iban a registrarle y despojarle de todo.

No, eso no. No quiero que pequéis haciéndoos responsables de un robo. Aquí tenéis, os doy el dinero que tengo. Y les dió 700 pesetas.

Esta actitud, digna de un santo, les sorprendió. Luego lo comentaban según sus entendederas: ¡Qué gente tan tonta que entrega así el dinero! ¡Si será infeliz que cuando íbamos a registrarle se adelantó a entregarnos cuanto llevaba!

Entretanto el Sr. Juan Torra, temiendo represalias, se había refugiado en una casa vecina para escapar al bosque. Afortunadamente sólo le castigaron con duros reproches: ¿No sabes que no se puede amparar a esta gente ni aun darles de comer o beber?

Una vez apresado el P. Girón, tocaron un silbato y dispararon unos tiros al aire.

Camino de Torá fueron a Comabella, cuatro kilómetros a pie, donde esperaron la llegada de otros en coche. El propietario, José Querol, les ofreció alguna cosa. La Sra. Francisca les sirvió y el P. Girón tomó agua fresca. El comité al tener noticia de la captura, su presidente, Tost, avisó al Sr. Jaime Casas Graells, fabricante de gaseosas, que le acompañara con el camión. En el camión subieron también varios milicianos. Tomaron la dirección a Solsona hasta el cruce de Comabella, un par de kilómetros más adelante encontraron al P. Girón custodiado por dos milicianos.

Un tal Julián, de Casa Basall, un exaltado, quedóse algún tanto rezagado en la masía de Comabella. Llevaba un escopetón y decía: He salido de casa porque corrió la voz de que pasaba en dirección a Padullés uno de categoría y había que darle caza.

¿Ya le conocéis a este señor? Preguntó la Sra Francisca.

Pero, mujer, ¿que no sabes de qué se trata?

No.

Es un pez gordo que hemos cogido.

¿Y quién es?

Un Padre de la Universidad de Cervera. El superior de los Misioneros. Tras él íbamos.

¿Qué ha hecho?

Eso no se pregunta. Con que sea fraile, basta.

¿Y qué haréis con él?

¡Pues qué vamos a hacer…! Ya se supone.

Tenéis que juzgarle.

Julián se levantó furioso y, soltando algún taco, se juntó con los otros en el camión. El P. Girón fue colocado junto al chófer y los milicianos, que eran dieciséis, subieron a la caja y volvieron a Torá.

Al principio el chófer no podía ni hablar por la impresión. Tuvieron un breve diálogo: El Padre le dijo:

No me hago ilusiones. Esta noche ya estaré en el cementerio.

Tal vez no sea tanto. A lo mejor le dejan marchar.

Me matarán, no me cabe la menor duda, me matarán.

En la carretera encontraron un turismo y mandaron parar al camión. Al Padre le hicieron subir al turismo con varios milicianos y se alejó rápidamente hacia Torá. El camión llegó más tarde. El coche con el preso entró por la plaza Doctor Esteve a eso de las cuatro de la tarde y fue celebrado por todo lo alto, como un festival. ¡Ya lo hemos cogido, ya está en nuestras manos!, gritaba el presidente del Comité. Los curas han empezado la guerra, ellos lo pagarán, vociferaba el Marbá. Cuando el P. Girón bajó del coche tenía los pies hinchados y los zapatos sueltos. Su actitud fue serena, resignada y humilde.

Condujeron al P. Girón al local del Comité. En una sala del primer piso de la casa Santamaría, que da a la plaza, le tomaron declaración, una extraña parodia de juicio porque la sentencia ya estaba dictada de antemano. Era una manera de ultrajar a las víctimas. La revolución no manejaba razones, sino armas. Allí le tuvieron como una hora. La intervención principal fue de Tost. El Padre dejó a salvo su condición de religioso y sacerdote. Además es fama que manifestó su condición humilde.

Obrero soy e hijo de obreros; he consagrado mi vida a los obreros buscando siempre su felicidad temporal y eterna. Y ¿váis a ser vosotros que os decís obreros, hijos del pueblo, los que me vais a matar?

Dicen que logró convencer a algunos y la decisión de matarle no fue tomada por unanimidad. Su condición de religioso y sacerdote era suficiente motivo. Desde esta sede le llevaron a la cárcel del Ayuntamiento pasando por las dos plazas del pueblo, de modo que le pudo ver todo el pueblo sufrir los malos tratos, golpes, gritos, burlas, blasfemias de tono subido de los milicianos. La cárcel era una celda pequeña y húmeda, con ventanillo con reja de hierro y puerta con tres cerrojos. Le sometieron a vigilancia estrecha. Parece ser que por el ventanillo que da afuera algunos pudieron verle y hablar con él e incluso le ofrecieron agua. También algún miliciano que hacía guardia cambió unas palabras con el Padre, que estaba sereno y convencido de que esa sería la última noche para él. La mujer del alguacil, María del Carmen Solé, a quien mataron un hijo sacerdote, quiso proporcionarle algo de ropa y cena y así poder hablar con él, pero los del Comité lo rechazaron. Estuvo en la cárcel desde las cinco de la tarde del 4 hasta la una de la madrugada del día 5 de septiembre.

A esa hora decidieron matarle. Algunos querían quemarle vivo en la plaza. No lo hicieron porque no tenían gasolina suficiente. Así le ahorraron una muerte tan atroz. De la cárcel a la sede del Comité le llevaron a pie. Para trasladarle al lugar del suplicio, fuera de Torá, llamaron al Sr. Jaime Casas, a quien el Tost obligó a ir por el camión. Como sabía para qué era y no quería prestarse, se la preparó. Fueron los dos a por el camión y el Sr. Casas, ante las narices del Tost, desconectó el cable del camión y después todos los intentos de ponerlo en marcha fueron vanos, tanto que el Tost se convenció que estaba averiado y le dijo que podía ir a descansar.

Como alternativa buscaron otro coche. Se encargó un tal Clarenes, que se presentó en el domicilio de Ramón Fontanet. Este fue al Comité y le dijeron que tenía que llevar al P. Girón a Castellfollit. Se negó, porque dijo que ellos no eran quienes para hacer justicia, que eso era competencia de tribunales. Llamaron al Comité de Cervera y este les dijo que le fusilaran después del P. Girón. No le quedó más remedio que hacer de taxista. Entonces, hacia la una de la madrugada, sacaron de la cárcel al P. Girón y lo llevaron a la sede del Comité. En su coche a su lado viajaba Tost con la pistola encima de las piernas y detrás Clarenes y el P. Girón, que no abrió la boca en todo tiempo, así que el viaje fue en silencio sepulcral. Dijo el chófer: A mí me hacía el efecto que llevaba a un santo.

Cementerio de Castellfollit, en cuya entrada mataron al padre Girón.
Cementerio de Castellfollit, en cuya entrada mataron al padre Girón.

Llegados cerca del cementerio de Castellfollit de Riubregós mandaron detener el coche, se apearon todos menos el chófer a quien obligaron a apagar los faros y a mantener el motor en marcha. Allí había otro grupo de milicianos idos con coche o camión, en total eran unos 15 o 20 hombres. El Padre quiso morir de frente, pues quedó de espaldas al cementerio [anejo al monasterio de Santa María del Priorato].

Es voz común, pues los mismos asesinos lo refirieron, que antes de morir pudo hablarles y lo hizo con persuasión tal que algunos vacilaban. Entre otras cosas les dijo: Si me matáis, medio Torá llevará luto veinte años, por si se hacía justicia. Y también: Lo que hoy hacéis conmigo, mañana lo harán con vosotros.

Según Marbá les estaba convenciendo. También les dijo:

Padre, perdónalos que no saben lo que hacen.

Al fin, viendo que no había otra solución, se puso la mano derecha sobre el corazón diciendo:

Tirad, tirad recto aquí y al mismo tiempo dijo que les perdonaba a todos.

Entonces partió la descarga de muchos pistoleros. Cuando caía gritó fuerte:

¡Viva Cristo Rey!

Eran las dos de la madrugada del 5 de septiembre de 1936.

Al caer muerto se precipitaron sobre el cadáver para despojarle de cuanto llevaba: una estilográfica y el reloj. Cuando llegaron los del Comité de Cervera para matarlo, los de Torá les saludaron así: Ya está hecho el trabajo.

Mucha gente contempló el cadáver delante de la puerta principal del cementerio.

En las diligencias de inspección ocular y levantamiento del cadáver D. Juan Badals, secretario de juzgado, al registrarle los bolsillos encontró un rosario, seis pañuelos con las iniciales J.G. y una libreta de notas escritas en latín, que se la dió al cura del pueblo, D. Concordio Guasch.

La autopsia reveló que siete de los tiros eran mortales. Fue enterrado con sus propios vestidos sin ataúd ni lienzo en el mismo cementerio de Castellfollit. Allí estuvo durante cuatro años hasta que fue trasladado a Cervera.

Beato Mateo Casals.
Beato Mateo Casals.

El padre Mateo Casals Mas era superior de los claretianos en Sabadell desde 1934, y en una carta recordaba así la revolución e insurrección de la Generalitat:

Recuerda los peligros que corriste la noche del 6 de octubre, lo cerca que viste la muerte y cómo Dios te libró por una casi visible providencia de tan críticas circunstancias a ti y a los tuyos. En consecuencia da gracias continuas a Dios.

La biografía de la beatificación resume así la revolución en 1936:

El día 19 de julio por la tarde se refugió en casa de amigos asignadas con antelaciòn. El P. Casals fue a la de D. José Vilaseca en la calle San Juan.

El día 20 de julio de 1936 por la mañana volvieron a la casa para celebrar misa y comulgar, excepto el P. Casals que celebró en la capilla de las Hermanitas de los Pobres, por lo cual llegó más tarde. El Sr. Roca les llevaba los panecillos y el P. Casals le preguntó por la situación. Contestación:

Padres, no intenten permanecer aquí ya que he visto manifestaciones hostiles y yo les aconsejo que se refugien en casas de personas conocidas.

Entonces el P. Casals mandó que cada uno volviese al refugio de la noche anterior. Él se dirigió de nuevo a la calle San Juan. Allí estuvo hasta el día 4 de agosto en que fueron a buscarlo y lo llevaron a la cárcel. Al parecer los patrulleros se guiaron por la lista de distribución de domicilios que cayó en su poder, o que sonsacaron dichas direcciones a los primeros detenidos, quizá lo más probable, porque el H. Solé no estaría en la lista y lo buscaron por su nombre y apellido.

En la cárcel se encontró con otros miembros de la Comunidad. Allí llevaron vida de comunidad, dentro de lo posible, con ejercicios de piedad como el rezo del Santo Rosario. Se dice que el P. Canals les dirigió Ejercicios Espirituales allí dentro.

Todos ellos eran socorridos por los familiares de otros presos. Alguno de ellos llegó a ofrecerles su domicilio para cuando salieran de la cárcel, como se ha indicado antes, pero el P. Casals presentía que iba a morir pronto.

El día 4 de septiembre de 1936 a las 11,45 de la noche se presentaron en la cárcel bastantes patrulleros con órdenes de la autoridad y del Comité local y sacaron a todos los presos divididos en grupos de a cuatro, los tres primeros, y de tres el último porque sólo había 15 presos. Los metieron en autos preparados y los llevaron al suplicio. Los presos al pasar por la calle daban gritos ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Sagrado Corazón de Jesús!

Tramo entre los km 18 y 17 de la C-1413a entre Sabadell y Rubí.
Tramo entre los km 18 y 17 de la C-1413a entre Sabadell y Rubí.

Según reza la partida de defunción al P. Canals lo fusilaron en el kilómetro 17 de la carretera de Rubí sobre las cinco de la madrugada del cinco de septiembre de 1936, en el término municipal de San Quirico de Tarrasa. Falleció de shock traumático consecuencia de las balas. Fue sepultado en el cementerio de San Quirico de Tarrasa.

Iglesia de Santa María de Antiga.
Iglesia de Santa María de Antiga.

En la misma saca iba el joven religioso José Cardona Dalmases, si bien se dice de él que lo mataron «frente a la ermita de Santa María de Santiga, carretera de Santa Perpetua».

Salió con el rosario en las manos

Beato José Solé.
Beato José Solé.

Entre los martirizados en Tarrasa está el beato José Solé Maimó, albañil de profesión que pertenecía a la comunidad de Cervera pero estaba temporalmente en Barcelona, del que dice la biografía de la beatificación:

El día 19 salió de la ciudad condal, escapó con cautela por las vertientes del Tibidabo, juntándose en el camino con el P. Carlos Catá, que se encontraba predicando en Sardanyola, y ambos a mediodía del 20 se presentaron en la casa de Sabadell, cuando los últimos de la comunidad se habían dispersado. Allí estaba el P. Nolla de guardián, quien les preparó algo de comer.

Al Hermano le colocaron en el domicilio de Dª Crescencia Viñas, donde estaba el H. Clavería. El H. Solé era forastero y podía pasar desapercibido, pero se tomaba precauciones. Así para evitar sorpresas de la Policía, se deslizaba todos los días al anochecer, valiéndose de una cuerda, al interior de una casa próxima y deshabitada. Allí pasaba las noches, y a veces también los días, cuando las circunstancias así lo reclamaban, recibiendo la comida por medio de la cuerda.

Pero todas las medidas resultaron vanas. Hacia el mediodía del 4 de agosto, se presentó el mencionado Romans en la calle San Juan preguntando por su nombre y apellido. El H. Solé pudo escapar, pues era desconocido a los patrulleros, pero no lo hizo por afrontar el martirio.

Ahora al ser requerido por la Policía salió de su escondrijo devotamente con el Rosario en las manos y obediente y en silencio subió al coche que estaba a la puerta a la voz haz el favor de venir. Así se lo llevaron preso a la cárcel donde encontró a los otros miembros de la comunidad.

En la cárcel estuvo un mes, hasta el 4 de septiembre. En todo este tiempo, como se ha dicho más arriba, llevó una vida de recogimiento y de preparación próxima al martirio en medio de ejercicios de piedad y meditación. Ese día, a las 11,45 de la noche, los anarquistas le sacaron por la fuerza, le metieron en un coche junto con el P. Puig y los HH. Clavería y Rafí y les llevaron por la carretera de Castellar hacia Tarrasa, en cuyo término municipal los fusilaron en la madrugada del 5 de septiembre de 1936.

En la Partida civil de defunción se atesta que el H. Solé Maimó falleció en Tarrasa el cinco de septiembre de 1936 y su cadáver fue encontrado en la carretera de Castellar, término municipal de esta ciudad, a consecuencia de una hemorragia cerebral. Fue sepultado en el cementerio de esa ciudad.

Beato Juan Rafí.
Beato Juan Rafí.

Juan Rafí era de la comunidad de Sabadell:

El día 19 de julio de 1936, como los demás miembros de la comunidad, abandonó la casa y se refugió, junto con el H. Cardona, en el domicilio del Sr. Roca, sito en la calle Illa, 50. Al día siguiente por la mañana volvió a la casa para escuchar la misa y comulgar. Por el mediodía, a instancias de la familia Roca volvió al domicilio de esta, donde permanecieron unos 15 días.

Detención y encarcelamiento. El día 4 de agosto se presentaron en la casa del Sr. Roca unos milicianos pidiendo unos objetos de culto, que allí se guardaban y eran propiedad de las Religiosas Teresas. Al principio lo negó pero se los tuvo que entregar. También les dijo que en su casa escondía a dos criados de los Misioneros Claretianos. Los milicianos les dijeron hipócritamente que ellos se cuidarían de trasladarlos a sus pueblos respectivos. Pero en vez de esto, llevaron a los dos criados, es decir, los HH. Rafí y Cardona, de primera al Ayuntamiento y luego a la cárcel en donde estuvieron durante un mes en compañía de otros miembros de la comunidad y jóvenes de la ciudad. En la cárcel, tal como se ha dicha antes, llevaba vida cuasi comunitaria con los actos de piedad comunitarios, que las circunstancias permitían, y, por descontado, largas meditaciones sobre su suerte. Una preparación inmediata para el martirio.

Camino del sacrificio. A las 11,45 de la noche del cuatro de septiembre de 1936 fue sacado violentamente de la cárcel con todos los demás en grupos de cuatro, los tres primeros, y de tres el último. Al H. Rafí le tocó el grupo del P. Puig y los HH. Clavería y Solé. La saca tenía como fin llevarlos a fusilar.

En la Partida civil de defunción se atesta que el H. Rafí falleció en Tarrasa el cinco de septiembre de 1936 y su cadáver fue encontrado en la carretera de Castellar.

Beato José Clavería.
Beato José Clavería.

José Puig Bret y José Clavería Mas eran de la misma comunidad:

El 19 de julio de 1936, al tener que abandonar el convento, se refugió en la calle San Juan. Al día siguiente, 20 de julio, volvió con los demás al convento para celebrar y comulgar. Hacia mediodía todos se dirigieron de nuevo a sus refugios. Después por la tarde se trasladó con el P. Puig de 76 años al Asilo de las Hermanitas de los Pobres en calidad de anciano. Allí estuvieron hasta el día 4 de agosto. Durante esos días ambos llevaron una vida de piedad.

Hacia media tarde del día 4 de agosto se presentaron unos patrulleros guiados por un tal Romans, persona de mala sombra, y lo detuvieron junto con el P. Puig y después de haberles sonsacado la dirección de los refugios anteriores, les dijeron: Ahora os llevaremos a un sitio donde estaréis mucho mejor que aquí. Y lo llevaron a la cárcel, donde encontró a otros miembros de la comunidad. Aquí estuvo todo un mes, hasta el 4 de septiembre en que lo sacaron para fusilarlo. Durante todo este tiempo se dedicó a prepararse al martirio, de manera inmediata, con actos de piedad como el Santo Rosario, los Ejercicios Espirituales.

Fue sacado de la cárcel violentamente el 4 de septiembre de 1936 a las 11,45 de la noche y llevado en coche con el P. Puig y los HH. Rafí y Solé para el martirio. Fue fusilado en la carretera de Castellar.

«Os pido que los perdonéis de todo corazón»

Josep Camí y Camí. En la biografía de la diocesis de Lérida, se dice que era «descendente de la familia de Santa Teresa de Jornet, sintió el llamamiento del Señor cuando era muy joven y no dudó a seguir su vocación. Fue ordenado sacerdote y designado vicario en la Parroquia de Juneda. No obstante, él deseaba formar parte de una congregación más dedicada a la oración, y este deseo lo llevó a pedir el traslado a la orden cisterciense de Cobreces (Cantabria).

El cambio no llegó a producirse, pues la Guerra Civil dificultó el traslado de padre Camí, que acabó siendo una víctima más de aquellos tiempos. Fue detenido, torturado y asesinado de forma denigrante en el cruce de Torres de Segre, junto con su compañero, el padre Manuel Lloan Marsal. Sus restos fueron abandonadas a la espera de ser encontradas al día siguiente y, finalmente, enterrados en Alcarràs».

Beatificado en Santander el 3 de octubre de 2015 junto con 15 trapenses y dos religiosas cistercienses, el 8 de noviembre de 2015 se celebró en Aitona, su localidad natal, una solemne misa de acción de gracias por su beatificación. En la página de la diócesis de Lleida sobre esa misa hay una biografía más extensa:

El padre Camí nació en 1907 en Aitona, en cal Povo. Hijo de Josep Camí Senan y Magdalena Camí Esteve, tenía cinco hermanos más: Cayetano, Josefa, Pere, Roseta y María. Era un joven ejemplar por su vida y costumbres, de comunión diaria y de confesión semanal, considerado como un perfecto seminarista.
Fue ordenado sacerdote con 23 años y el 14 de junio de 1930, celebró su primera misa en la parroquia de Sant Antolí de Aitona.
Empezó su servicio pastoral como padre de la población de Adons (que actualmente pertenece al municipio del Pont de Suert) y después cambió de destino como coadjutor del pueblo de Juneda. Aquí, fundó un grupo de miembros de la Federación de Jóvenes Católicos de Cataluña y también una sección de teatro y coro que cantaba en la Iglesia.
Solicitó el ingreso en la Abadía de Viaceli, ubicada a Cóbreces (Santander). Se trataba de un monasterio cisterciense, orden a la cual pertenecieron el gran San Bernardo, de quien el padre Camí era muy devoto, así como de la Virgen. Él afirmaba que le gustaba el monasterio porque era más apto para la oración, el silencio, el aislamiento, que estaba alejado de los parientes, amigos y visitas que lo pudieran distraer de su vida espiritual, y sobre todo, por la solemnidad con que se celebraba la liturgia y otros actos de la comunidad.
Itinerario martirial de Josep Camí.Estalló la Guerra Civil y el holocausto de las persecuciones. No hizo ningún caso, de las advertencias de no tocar a Misa y del aviso que recibió de que aquella noche lo irían a buscar. Le ofrecieron alojarse en una torre para esconderse y lo rehusó.
Tampoco tuvo en cuenta los consejos de no vestirse de cura, pero rehusó y contestó: “Muchas gracias. Si alguna vez os enteráis de que me han matado, podéis estar seguros que lo harán con la sotana puesta”.
El comité de Aitona le fue a buscar a su casa sin que él opusiera ningún tipo de resistencia. Fue golpeado a golpes de culata de fusil y lo ataron a un coche que lo arrastró hasta Alcarràs (20 km). Fue abatido a disparos y posteriormente atropellado varias veces por un coche que pasó por encima de su cuerpo. Murió el día 28 de julio del año 1936, con 28 años.
Días antes había alertado a sus familiares más cercanos diciéndolos: “Si me matan, una cosa os pido, que los perdonéis de todo corazón. Si me queréis, demostrádmelo perdonándolos de verdad”.

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