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Judaísmo (7): el Génesis (II)

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La Segunda Parte del Génesis, es el comienzo del «Pueblo de Dios», que fue muy humilde, con una familia, la de Abraham, y un total de 66 personas cuando se fueron a Egipto al final del Génesis. El «Pueblo» estaba regido por «Patriarcas», que eran los «cabezas de familia».

Tradiciones patriarcales a la luz de la historia del Próximo Oriente en el s. XX a.C.

Gen 11,31 nos dice que Téraj, el padre de Abraham emigró a Jarán desde Ur de los caldeos.  Esa ciudad se encontraba en la tierra de Padán Aram, a la que también se llama Aram Naharayim (Gen 24,10). La región se encuentra entre los cursos superiores del Tigris y el Eufrates, y más concretamente entre dos afluentes del Eufrates: el Balikh y el Khabur.

En torno al año 2000 a.C. se produjeron varias invasiones en todos los países civilizados del Próximo Oriente, que dejaron parcialmente colapsada la civilización que ya florecía desde tiempo atrás en la zona. Los invasores se consolidaron sobre todo en Siria y Mesopotamia, en donde los babilonios les dieron el nombre de “occidentales”, o “amorreos” según la terminología bíblica.  Estos invasores eran de raza semita.

Poco después del 2000 a.C. aparecen estados “amorreos” en Mari, Jarán, Najor, Catna y Ugarit, todos ellos con reyes amorreos. Incluso en Babilonia hay un estado amorreo, uno de cuyos soberanos más famosos es el célebre Hammurabi.

Otro de los grupos perturbadores conocido en Mari son los “hapiru”.  Parece que el término, más que un pueblo, designa un status social: gentes nómadas sin asentamiento fijo. En Gen 14,13 se llama a Abraham “el hebreo”. La palabra «hebreo» tiene su origen en el término hebreo «ʿIvri» (עִבְרִי) en hebreo bíblico. Este término se deriva de la palabra «ʿever» (עֵבֶר), que significa «más allá» o «al otro lado». Así, «ʿIvri» puede entenderse como «aquel que viene de al otro lado» o «el que cruza» en referencia a la migración o desplazamiento.

Históricamente, el término «hebreo» se utilizó para referirse al pueblo que descendía de Heber, un antepasado mencionado en la Biblia en el Génesis, como un ancestro de Abraham, y su linaje es identificado con los «hebreos». A partir de ahí, se llamará así al pueblo que luego se llamará «israelita» (hijos de Israel) o «judío» (hijo de Judá) en el relato bíblico. «Hebreo» se usa hoy para el idioma que lleva su nombre, y es un término étnico y cultural (algunos dicen que judío sería la religión, pero se usan de modo indistinto).

Un relato egipcio, el de Sinuhé, dibuja el fondo ambiental de Canaán entre 1960-1936 a.C. 

La imagen que ofrece esta narración es ilustrativa acerca de la vida de los clanes nómadas que se desplazaban con sus ganados por Canaán, llegando hasta Egipto, así como la presencia en Canaán de algunos jeques poderosos más o menos sedentarizados, que ejercían su poder sobre territorios en los que eran capaz de hacer respetar su dominio por la fuerza. Tuvieron relaciones comerciales, siendo los fenicios los grandes protagonistas de los canales comerciales. En cualquier caso, nos acercamos aquí a los elementos históricos de un pueblo concreto que va tomando carta de identidad de entre los pueblos de la zona: muchas migraciones irán definiendo esos pueblos que han ocupado Palestina durante los últimos milenios.

El contenido de la “historia de los patriarcas”

El texto escrito viene de tradiciones orales que estos pueblos se transmitían en “sagas”. Reflejan el ambiente, costumbres y condiciones de la vida en Canaán desde el siglo XVIII a.C. y a lo largo de varios siglos después.

En los textos más antiguos de los profetas se pueden encontrar alusiones a esas tradiciones que, seguramente, ya eran conocidas desde mucho antes. Posteriormente, cada una de esas tradiciones, procedentes de tribus y santuarios diversos, serían puestas por escrito y reelaboradas para que iluminaran la fe de Israel en épocas posteriores. Van apareciendo lugares sagrados, integrados en la tradición israelita.

Enseñanza de la “historia de los patriarcas”

La idea central de la “historia de los patriarcas” es la elección de Israel por parte de Dios. La promesa hecha a Abraham de que sería padre de una numerosa muchedumbre que recibiría en posesión la tierra de Canaán, como fruto de la fe, inaugura la economía de la salvación.  Mediante esta promesa se inicia la formación del pueblo de Dios.

La correspondencia de los Patriarcas a la elección divina de que fueron objeto constituye un admirable paradigma de trato confiado y amistoso con su Señor, y de respuesta con hechos a las palabras de Dios.

A lo largo de la historia patriarcal se muestra cómo Dios lleva adelante la elección y reafirma las promesas, cuyo cumplimiento se sitúa siempre en el futuro.

En Gen 23 se relata cómo Abraham compró la caverna de Macpelah a Efrón el hitita.  El código legal hitita hallado en Boghaz Köy (en la actual Turquía) ilustra algunos detalles de ese relato. También es interesante la mención de los árboles en Gen 23,17 ya que en los documentos hititas de compraventa de este tipo había que enumerar exactamente los que se vendían, ya que la posesión de los árboles parece que no iba unida siempre a la del terreno.

En las tablillas de Nuzi aparece de forma patente que las bendiciones orales y las últimas voluntades eran tenidas como algo muy serio y se consideraban irrevocables.  Esto puede explicar por qué Isaac no cambia su bendición sobre Jacob, incluso una vez descubierto el engaño del que había sido objeto. Según los textos de Nuzi la posesión de los “terafim” familiares (estatuillas de dioses domésticos) era de la mayor importancia: no sólo garantizaban una vida próspera, sino que aseguraban a su poseedor la recepción de la herencia. Estos pasaban del padre a los hijos varones, y si no los había, a las hijas. Así, vemos que Labán en principio tenía dos hijas, Lía y Raquel, pero parece que después tuvo hijos varones (cfr Gen 30,35), por lo que Jacob y su familia no tenían derecho a retenerlos en su poder, y por eso el hecho de llevárselos es considerado como un robo (cfr. Gen 31,30).

Incluso los nombres con los que las tradiciones del pueblo elegido designan a sus ancestros son muy antiguos, pues se remontan a esa época de los albores del segundo milenio. En concreto, los nombres de Abamram y Yaqob-el son conocidos como nombres de personas entre los amorreos en textos de Mari.

Los patriarcas: ciclo de Abraham, Jacob y José

Con las narraciones patriarcales, se intensifica la proximidad entre Dios y el hombre. Prevalecen aquí las tradiciones de tipo familiar, muchas de ellas centradas en lugares concretos, normalmente santuarios locales. Estas narraciones pueden considerarse agrupadas en torno a los personajes principales. Básicamente se distinguen tres bloques o ciclos: el de Abraham e Isaac (12,1-25,18), el de Isaac y Jacob (25,19-36,43), y el de José y sus hermanos (cc. 37-50).

El ciclo de Abraham e Isaac comienza con la invitación que el Señor hace a Abraham para que abandone su tierra y su familia y se encamine al país de Canaán (12,1), y termina con la muerte del patriarca.

El punto primordial de las narraciones son los diversos episodios que aseguran a Abraham que tendrá una descendencia numerosa, que poseerá el país donde ahora vive como forastero (15; 17; 21,1-7; 22-24) y que será para todos los pueblos fuente de bendición (12,2-3). Estos anuncios son confirmados por unas promesas en forma de juramento o de alianza (12,2.7; 13,14-17; 15,18; 17,19-21; 18,18-19; 22,15-18). El signo de esta alianza será la circuncisión de Abraham y sus descendientes (17,9-14).

Nació «Abram» en Ur, en el actual Irak, y uno de sus hijos, Ismael, judío, es el «padre de lo musulmanes»

Nació «Abram» en Ur, en el actual Irak, y uno de sus hijos, Ismael, judío, es el «padre de lo musulmanes». En el Cap.17, el de la circuncisión, Dios le cambió el nombre por «Abraham», que quiere decir «padre de muchedumbre de pueblos». Desde entonces, ya hay una exclusividad en el pueblo, que es la circuncisión: eso les separa de los demás pueblos.

Abram creyó a Dios, lo dejó todo, y se fue sin saber donde, «Dios proveerá» (Ro.4:16, Ge.22:8)… llevaba consigo a su sobrino Lot. Le dice Dios: «Sal de tu tierra, de tu parentela… Yo te haré un gran pueblo… Se casó con Sara, que quiere decir «gracia», ¡y por gracia quedó embarazada cuando ya era anciana! (11:29) después de una escena (trinitaria para los cristianos) de una visitación angelical.

Sus «tres altares» (12-13): después de más de 1.000 millas, llegó a «Siquén» (donde tiempo después Jesús se encontró con la Samaritana), y Dios le dijo “aquí es”, y levantó el primer «altar»; Siquén quiere decir «espíritu»… y Abrahán siguió hasta «Betel» que quiere decir «iglesia», y ahí levantó otro altar… y Abrahán tuvo que seguir hasta «Hebrón» que quiere decir «comunidad», donde levantó el tercer altar. Así, el pueblo hebreo se va relacionando con esos lugares santos.

En Egipto, cc.12:20: Antes de llegar a Hebrón, Abrahán estuvo en Egipto, donde se hizo rico, dijo que Sara no era su esposa, sino su hermana, para que el Faraón la cortejara, y lo llenara de riquezas. Esa relación con Egipto la veremos de modo profético tanto en su nieto José, como en Jesús. No podemos aquí entretenernos más que en las simbologáis esenciales.

Alianza y Justificación, 15: Dios hace la alianza con Abram, de darle una posterioridad de Sara. La «circuncisión» en el cap.17.

Nace Ismael, 16: Dios se tardaba mucho, y Sara estaba envejeciendo… Abram decidió ayudar a Yavé, para que pudiera cumplir su palabra… y tiene un hijo (siguiendo las costumbres de la época) con la esclava de su esposa, Agar, «Ismael», que será el «padre de los musulmanes».

En Ge,18, tiene la visita de 3 extranjeros en su casa del encinar de Mambré, en Hebrón… y, sin conocerlos, les preparó toda una comida: ¡un becerro para los 3!, mas pan de 20 kilos de harina, cuajada y leche… le aseguraron que Sara iba a darle un hijo, ahora que era anciana, ¡y al año, lo tuvo!, lo que Abram más deseaba…

En la destrucción de Sodoma y Gomorra (18-19) la mujer de Lot se convirtió en «sal», y las dos hijas de Lot tuvieron hijos de él, después de embriagarlo (19:30-38).

Nace Isaac… lo ofrece al sacrificio (21-22) pero Dios cambia por un cordero a su hijo, así vemos que hay mucha simbología ahí. El sentido religioso de fe lleva a san Pablo a decir que Abraham tiene certeza de que Isaac que va a ser sacrificado y muerto, será resucitado por Dios pues no duda de que en él se cumpliría la Alianza prometida de un gran pueblo.

Pero hay más sentidos, el principal que yo veo es que a partir de ese momento cesan los sacrificios humanos de ofrecer el primogénito, y se ofrecen animales en su lugar, atribuyendo a Dios ese paso tan importatne. Más tarde, en los profestas, se insistirá en que más que los sacrificios de machos cabríos Dios pide un corazón misericordioso (“misericordia quiero y no sacrificios”). Serán cambios evolutivos en el desarrollo de la revelación. Abrahán y Sara fueron enterrados en Hebrón, en el tercer altar.

Viene a continuación el ciclo de Isaac y Jacob. Isaac salvo Gen 26,1-33, donde el Señor le renueva las promesas hechas a Abraham y hace que sea respetado por sus vecinos, no tiene un protagonismo propio. Personaje muy sencillo, en su vida todo fue «recibir» ser «el bendito de Yavé».

Nieto de Abraham, Jacob será llamado por Dios «Israel», «padre de los hebreos» (caps. 25 a 36). Desde ahora el protagonista será él (son israelitas, hasta que se llamen como su hijo Judá-judíos, cuando más tarde se peleen entre las 12 tribus).

Nació en Hebrón, gemelo con Esaú, se caso con Lía y Raquel, su preferida, y tuvo 12 hijos: 6 con Lía, 2 con Raquel, 2 con la sirviente de Lía y 2 con la sirviente de Raquel, las 12 tribus de Israel. En Hebrón (25-27) le robó la primogenitura a su hermano Esaú, engañando a su padre (Ge.27). Su hermano, después de eso, lo quería matar, y tuvo que huir… Jacob, futuro padre del pueblo de Israel, suplanta a su hermano Esaú, padre de los edomitas (25,19-34; 27,1-45; 32,2-22; 33,1-17).

En Betel tuvo la visión de la «escalera», Dios le dio la misma promesa de Abraham, de que de su descendencia nacería el Mesías, y le dijo que siempre «estaría con él» (en Ge.28). Esta imagen que une cielo y tierra es profética de Jesús, el pontífice (constructor de ese puente), el mediador.

Por citar solo una de las muchas sugerencias que nos causa este pasaje: cuando Jonathan Demme optó por incorporar su ‘Mamma morta’ en la banda sonora de la película ‘Philadelphia’ (no había entonces manera de sobrevivir al sida), se oye el “Soy divino, ¡soy el amor -en la voz de María Callas, justo antes de beso de la muerte- soy el dios que desciende de las alturas y hace de la tierra un cielo!”

Las noticias sobre el nacimiento de Benjamín y el incesto de Rubén (35,16-22) y las genealogías del pueblo edomita (c. 36) completan esta secuencia. Luego viene la ida a  Egipto (46-47) con su hijo José, eran solo 70 los que fueron a Egipto.

Ahí están en germen las 12 tribus de Israel, del Pueblo de Dios (Ge.29-30, 35:22, 48 y 49, Num.1), de los 12 hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín… pero desde Num.1, en vez de José, figuran sus dos hijos, Efraín y Manasés, y Leví no figura, porque los Levitas-sacerdotes estaban al servicio de todas las otras Tribus. Israel profetizó que de «Judá» vendría el Mesías prometido (Ge.49:8-10).

La narración sobre José y sus hermanos (cc. 37-50), aunque incorpora elementos de diverso origen, es una de las más extensas y unitarias de la Biblia, una de las más bonitas de la literatura a mi entender, de las más sugestivas y bellas. Encuentro un paralelismo con la del hijo pródigo en el Nuevo Testamento, pues las dos nos hablan de Jesús, para los cristianos.

La intriga de la narración de José está muy bien articulada: Dios ha decidido hacer llegar a José al punto más alto de poder y se lo ha revelado en un doble sueño; sus hermanos intentan impedirlo (¡la envidia entre los hermanos!) y nuevos obstáculos acaban provocando la desgracia de José; pero los propios infortunios abren el camino para que se cumpla lo que Dios se proponía.

El mismo José, al final de su historia, explica el sentido de la narración: aquella vida accidentada era toda ella obra de Dios, que se había propuesto salvar la vida a un pueblo numeroso (50,19-21): así, el sentido de providencia está revelado de una forma sublime: Dios guía la historia, y al final todo es para bien (el fatum griego queda superado con esta maravilla). La venta de José por parte de sus hermanos por la envidia que le tenían, su estancia en Egipto, donde Putifar lo nombra su mayordomo… el intento de seducción por parte de la esposa de Putifar y el despecho y calumnia de ella, la cárcel «y Dios estaba con él»… (cap.39), como interpreta los sueños del Faraón, de las 7 vacas gordas, que serían 7 años de grandes cosechas, y las 7 vacas flacas, que serían 7 años de malas cosechas… y a los 30 años de edad, el Faraón lo nombró el Gobernador de toda la tierra de Egipto, de cómo sus hermanos fueron a provisionarse de trigo, y acabaron todos con él, todo es parte de la providencia divina.

La emigración de Jacob y sus descendientes hacia Egipto es difícil de situar históricamente con precisión.

José tuvo 2 hijos, Efraín y Manasés, que fueron adoptados por Jacob como hijos, en el cap.48, y forman dos de las 12 Tribus de Israel, sustituyendo en nombre a José y a Leví… son 2 de las 10 Tribus perdidas de Israel, que aparecerán al final de los tiempos (no faltan interpretaciones a todas estas cosas, según los momentos históricos[1].

Y el Génesis termina con el «ataúd» de José, y el Pueblo de Dios esclavo del Egipcio, después de la muerte de José.

En resumen:

No son las primeras páginas que se escribieron, pero la tradición oral con las leyes, palabras de los Profetas, sentencias de los sabios, cantos y poemas de los salmistas y recuerdos históricos de las intervenciones salvíficas de Dios, se fijaron por escrito y fue escribiéndose en forma más tardía ese comienzo.

En esas páginas vemos la Alianza divina, primero con Noé (Pacto con toda la Humanidad), luego la elección de Abraham (con su Alianza-Promesa) en Mesopotamia. Luego va a la tierra de Canán, y su nieto Jacob irá en tiempo de sequía a Egipto, donde terminarán esclavos, hasta que Moisés capitanea el Éxodo, la salida de Egipto, que será otro libro.

Los hechos son anteriores al escrito que los narra (los pueblos no comienzan su historia escribiendo libros). El país bíblico por antonomasia es Palestina o tierra de Canaán, si bien en general habría que hablar de todo el mundo antiguo, en particular la franja  de media luna que va desde el Golfo Pérsico -a través de los ríos Tigris y Éufrates- cruza en dirección su por el litoral siro-palestino para  prolongarse por el valle del Nilo.

[1] No faltan quienes dicen que Inglaterra es Efraín, y los Estados Unidos Manasés, según Ge.48:8-20.

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