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La aparición del Resucitado a 500 hermanos

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Otros años por estas fechas, he compartido con los lectores de Forum Libertas ideas para meditar las diferentes apariciones del resucitado, según las sugiere San Ignacio en la cuarta etapa de los Ejercicios. Pueden verse las relativas a Santiago el menor y a José de Arimatea  en este periódico; y la aparición a San Pablo en las páginas amigas de El Debate de Hoy.

La cuarta semana o cuarta etapa de los Ejercicios de San Ignacio

La cuarta semana o cuarta etapa de los Ejercicios de San Ignacio se dedica a contemplar al Señor Resucitado. Sugiere San Ignacio su método habitual de imaginar una composición de lugar y traer cuatro o cinco ideas sobre cada escena, fijándose en las personas y lo que hacen y dicen… Sobre ese esquema va recorriendo las diversas apariciones de las que nos da noticia la Sagrada Escritura.

“se apareció a más de 500 hermanos juntos«

De entre ellas, me he fijado este año algo más en una aparición de la que habla San Pablo en Corintios 15, 6: “se apareció a más de 500 hermanos juntos«. San Ignacio la recoge como un misterio más de la vida de Cristo (EE 308) pero no añade más puntos a meditar por lo que podemos hacérnoslos nosotros mismos de acuerdo con su consejo (EE 228).

Composición de lugar

Conociendo Jerusalén, uno puede imaginar que dicha xuntanza (permítanme un galleguismo) de más de 500 no sería dentro de las murallas. Es más, considerando que los apóstoles habían vuelto a Galilea según cuentan los evangelios; y contando que era en Galilea donde se juntaron grandes multitudes para el sermón de la montaña o la multiplicación de los panes etc., cabe imaginar que los apóstoles volvieran allí con las primeras noticias y convocasen a la gente… y se les apareciera el Señor.

También puede que esto ocurriese en los alrededores de Jerusalén (visto que luego en Pentecostés estaban allá otra vez). Pero creo que en ambos casos lo más verosímil es pensar en un espacio abierto, probablemente una playa como aquella en la que predicaba al principio (Lc 5, 1 y 2). Cabe imaginar también que, asentado ya que había que seguir partiendo el pan como en la última cena, celebrasen una Misa de campaña (pues no había todavía templos propios).

Imaginando, pues, un campo abierto con vegetación mediterránea (olivos, etc.), temperatura agradable, ambiente de Romería… es donde podemos imaginar al Señor apareciéndose.

Tiempo de la escena

En cuanto al tiempo de la escena, no es improbable pensar que aprovechasen la luz natural del centro del día, que acudieran allí en día festivo, y que comiesen allí tras la celebración si no estaban cerca de sus casas.

Cabe imaginar que los apóstoles comenzasen por leer en alto los pasajes de la Escritura relativos al Mesías (Lc 24, 27 y 44-47), y que luego, a modo de homilía, fuera Pedro quien contase los acontecimientos en encendida predicación, como nos cuentan los Hechos de los apóstoles que lo hacía en otros momentos (Hch 2, 14-36; 3, 12-26; 10, 34-43).

Tal vez en ese momento se apareció el Señor, confirmando que siempre está en la eucaristía

A continuación podemos imaginar la consagración del pan y el vino, el rezo de una plegaria completa parecida a la que hoy hacemos, y el reparto del pan. Tal vez en ese momento se apareció el Señor, confirmando que siempre está en la eucaristía. Y al igual que en la última cena dio a los discípulos su propio cuerpo, lo diese a todos o algunos en aquel momento… (puede ser muy sugerente imaginar que comulgamos directamente de las manos del Señor…)

Personas de la escena

Viendo las personas, podemos imaginar que estuvieran la Virgen, que naturalmente les acompañará desde entonces; los once apóstoles y las mujeres fieles hasta el Calvario (María Magdalena, María de Cleofás, Salomé, Juana – cfr. Mc 16,1 y Lc 24,10); y otros fieles que estuvieron cerca desde el primer momento (ignoramos por ejemplo si vivía Zebedeo -aunque tal vez Salomé era ya viuda si iba con el grupo-).

Naturalmente, cabe imaginar a Marta, María y Lázaro, o a los candidatos a suceder a Judas (José y Matías, Hch 1,23), así como a los que luego serían designados los primeros diáconos (Hch 6)… Tampoco es descartable que concurriera algún curioso no perteneciente a la Iglesia naciente, pues desde el primer momento Jesús muestra su apertura a gentiles como los Magos de Oriente, el centurión o la mujer sirofenicia…

El hecho de que más adelante ocurrieran conversiones como la del centurión Cornelio y su familia (cfr. Hch 10) invita a pensar que hubiera oyentes curiosos que tal vez se asomaron a la concentración (algunos hipotéticamente por razones laborales: por ejemplo, si había guardias controlando la concentración para evitar altercados). Eso sí, dependiendo del conocimiento y la fe que tuvieran, no les llamaría la atención ver a Cristo vivo o tal vez ni se les mostrase…

Qué hablarían y que les diría Jesús

No podemos saber qué hablarían y que les diría Jesús una vez aparecido. Lo normal es que los apóstoles dieran explicaciones de lo vivido. Explicando quienes le habían visto en persona (como Pedro, la Magdalena, los once, los que pescaban en el lago, según Jn21, y los que iban camino de Emaús) cómo era el resucitado y las palabras escuchadas.

No es, pues, descartable que hubiera brasas, comida de campo, y que el Señor además de decir algo, quisiera también mostrar que está vivo a base de comer y cocinar

También los gestos, claro: recordemos que en la aparición del cenáculo sin Tomás les pide pescado y lo come. En la aparición de la playita de Galilea (Jn21) se pone a cocinar sobre unas brasas. Hace poco una amiga planteaba que debemos fijarnos en que Jesús además cocinaba, y decía que sería impresionante cómo lo haría… No es, pues, descartable que hubiera brasas, comida de campo, y que el Señor además de decir algo, quisiera también mostrar que está vivo a base de comer y cocinar. Aunque resulte un anacronismo, cabría imaginar una sardiñada playera como la noche de San Juan en tantas partes…

Intenta uno imaginar entonces a las demás personas… A esos 500… San Pablo escribía en la primera carta a los Corintios (rebasada la mitad del siglo) que, de aquellos 500, “la mayor parte vive todavía”. Un buen número, por tanto, serían jóvenes…

Y naturalmente cabe imaginar un banquete por familias. Y tal vez «el esposo» recorriendo las mesas una a una, saludando, diciendo a cada cual lo que podía consolarle…

Alguna comentarista, al abordar el pasaje de la playita de Juan 21 en el que se dice que estaban Pedro, Tomás, Bartolo, los Zebedeos y «otros dos» (Jn 21,2), sugiere que en esos “dos” podemos imaginarnos cualquiera. Con más razón, en los 500 podemos imaginar pandillas enteras. Grupos de “amigos fuertes” (que diría Santa Teresa) contemplando al Señor Resucitado…

Y repasando con gozo esa escena celestial en la que espero hallarnos algún día, cada uno puede recordar a los que Dios le ha dado y dar gracias por esta amistad en el Señor, anticipo del cielo, y pedir por cada uno…
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