Salgo del trabajo tarde. Tengo que buscar a mis hijos del campamento de verano. Subo al coche, semáforo en rojo. Muchas prisas. Y entonces, pasa.
Una chica está va a cruzar el paso de cebra. Pero se detiene. Dos pasos hacia atrás. Se agacha, arranca una flor de una buganvilla de un portal. La mira, La huele. Y sonríe. Se le ilumina la cara.
Y ahí, mientras el semáforo sigue en rojo, me cae la ficha: la belleza está viva, si sabemos mirar.
La belleza está ahí. Nosotros no siempre.
Fue una simple flor. ¿Cuántas veces corrés sin mirar? ¿Cuántas veces una cosa simple te hubiera devuelto el alma al cuerpo… si hubieras tenido tiempo para verla?
La belleza educa y se educa. Es decir, si creciste con fast food, un plato de judías verdes con patatas te dará asco. Si escuchaste reggaetón toda la vida, una buena ópera te aburre. El gusto se educa. La belleza también.
Lo que te agrada, te queda.
Seguro que algún verano has vivido la experiencia de observar el mar, el atardecer, sentir la brisa agradable, el olor a sal y pensar: quiero llevarme este momento a casa.
Eso es la belleza: lo que te gusta tanto, que querrías vivirlo eternamente. Porque ahí hay algo bueno, algo verdadero, algo de Dios.
Hablemos claro. Belleza no es solo arte renacentista o sinfonías de música clásica. Belleza puede ser cada instante cotidiano, puede estar en todo, como en poner una mesa, los colorines del puesto de verdura del mercado de tu barrio, la sonrisa de una enfermera, el café del bar de la esquina en taza blanca, las risas de tu hijo pequeño por el pasillo de casa…
La Iglesia siempre lo entendió. Por eso nos dio música, arquitectura, pintura, incienso, vitrales. No para entretenernos. Para elevarnos.
La belleza abre puertas que la lógica no puede forzar.
Buscar la belleza puede llevarte a Dios.
La belleza no es solo para entendidos. Error. Basta mirar. No se necesita manual.
No corras tanto. Mirá. Escuchá. Tocá lo bello. Porque lo bello te recuerda que hay algo más, algo mejor, algo que no es tu agenda ni tus mails ni check list.
Y si esa belleza es verdadera, si te llena de bien… es porque viene de Dios.
Un mundo más bello es posible. ¡Qué la prisa no te robe el alma!
Dios también es belleza. Y si todos aprendemos a verla, quizá volvamos a encontrar el camino.




