«La Iglesia Católica ha dado más apoyo financiero y social al estudio de la astronomía por más de seis centurias, que ninguna otra institución en el mismo tiempo, y, probablemente, que todas las instituciones juntas; esto ha sido desde la Baja Edad Media hasta la Ilustración».
Con esta afirmación contundente, J.L Heilbron comienza su libro sobre el uso de las catedrales como observatorios de astronomía (The Sun in the Church. Cathedrals as Solar Observatories. Harvard University Press, 1999). Heilbron, profesor de la Universidad de California Berkeley, y autor de numerosas obras de divulgación de historia de la ciencia, cuenta (página 4) que el libro se originó en su mente durante la visita a cuatro catedrales italianas y una francesa, donde hace siglos que estaba instalado un «heliómetro» (instrumento para observaciones solares, como veremos). Impresionado por los edificios y su diseño coordinado con los heliómetros, decidió estudiar la época.
Heilbron recuerda que la astronomía es una ciencia estratégica: fue la primera ciencia moderna en aparecer, seguida por la mecánica: un paso clave en el progreso de la ciencia, dentro del cual la Iglesia tuvo un importante papel.
Puesto que estamos en el Año Internacional de la Astronomía según la Unesco (conmemora los 400 años desde que Galileo apuntó al cielo con el primer telescopio) y el Papa ha decretado un Año Sacerdotal… ¿por qué no recordar diez figuras de sacerdotes astrónomos?
Hemos hecho una selección variada: ni los mejores ni los más importantes. Los jesuitas serían mayoría absoluta, por ejemplo, ya hay 32 astrónomos de la Compañía con un cráter dedicado en la luna. Hemos querido variedad: distintas épocas, distintos países, distintas condiciones sacerdotales y órdenes. Y han quedado fuera infinidad de clérigos que hicieron ciencia observando y midiendo los cielos (como Copérnico, que era canónigo en una catedral, pero no sacerdote).
DIEZ SACERDOTES ASTRÓNOMOS
1- Juan de Sacrobosco (o John Holywood, aprox.1195-1256)
Wikipedia no lo dice, pero este escocés era monje premonstratense (orden fundada por san Norberto en 1120, que incluso en nuestros días da frutos, como el padre Van Straaten, fundador de Ayuda a la Iglesia Necesitada). Desde París ejerció de profesor de astronomía y matemáticas. Su manual de astronomía De Sphaera Mundi fue probablemente el más copiado, traducido, leído y reeditado del siglo XIII hasta su última impresión en 1647. Fue el primer libro impreso de astronomía (en 1472). Trataba de la división del día, el movimiento de los planetas, el fenómeno de los eclipses, las propiedades de la esfera… También escribió De Anni Ratione en 1232, donde señala un error de 10 días en el calendario juliano. Le dedicaron un cráter en la Luna.
2 – Nicolás de Oresme (aprox.1323-1382)
Obispo de Lisieux desde 1377, fue la gran estrella de la ciencia del siglo XIV. Gran matemático y físico, utilizaba el infinito con frecuencia, algo que la matemática griega desde Euclides evitaba con horror. En su libro en francés Du ciel et du monde afirmó que era más probable que la Tierra gire sobre sí misma que no que lo haga el cielo a su alrededor, con lo que abría el camino a Copérnico.
3 y 4 – Giovanni Battista Riccioli (1598-1671) y Francesco Grimaldi (1613-1663)
Son los jesuitas que hicieron el mapa de la luna que aún hoy sigue siendo la base para lós topónimos que usamos. El mapa más antiguo de nuestro satélite se realizó en España, obra del astrónomo real de Felipe IV, el holandés Michael von Langren, en 1645, que lo llenó de nombres de santos, vírgenes y miembros de la familia real española. Aquella nomenclatura no cuajó en Europa. En cambio, cuando en 1651 los Riccioli y Grimaldi publicaron su monumental y detallada «Almagestum Novum«, gustó cómo dedicaban cráteres a Copérnico, Galileo, Kepler… Grimaldi fue el cartógrafo. Además era un pionero en los estudios de difracción de la luz: de hecho, él inventó la palabra. Riccioli fue pionero en la medición de objetos en caída libre. Hoy, ambos tienen dedicados dos cráteres, muy juntitos, en la luna.
5 – Jean Piccard (1620-1683)
Sacerdote y prior de la abadía de Rille (Anjou, Francia), adquirió la pasión por la astronomía del padre Gassendi. Fue su sucesor en el Collège de France, el principal promotor del Observatorio de París y se le considera el padre de la astronomía de precisión, al aplicar al telescopia las medidas del acimut y altura de los astros. Descubrió que la longitud del péndulo que marcaba los segundos en distintos observatorios era distinta según la latitud. Sus cálculos para medir la Tierra hicieron repasar a Newton sus estudios sobre la órbita de la luna. Descubrió el movimiento de nutación de la Tierra (aunque el nombre «nutación» lo puso Bradley en 1747). Midió la distancia al sol en 140 millones de kilómetros: el primer cálculo aceptablemente correcto (hoy sabemos que son 149,5 millones). Fue el primero en publicar anuarios astronómicos. (El capitán Jean Luc Piccard, de la serie Star Trek, no toma su nombre de este astrónomo, sino de unos gemelos científicos suizos diseñadores de globos de inicios del siglo XX).
6- Louis Feuillée (1660-1732)
También llamado Louis Feuillet, era miembro de la Orden de los Mínimos (como otro gran amante de la ciencia, Marin Mersenne) y fue matemático real de Luis XIV, explorador del Caribe y Sudamérica, geógrafo, botánico y astrónomo. En la Vía Láctea del sur localizó tres nebulosas oscuras de polvo absorbente. Determinó la posición del meridiano de la isla canaria de Hierro. Por sus viajes y estudios, el rey le construyó un observatorio para que siguiera sus investigaciones. Tiene un cráter dedicado en la luna.
7 – Giuseppe Piazzi (1746-1826)
Sacerdote italiano y monje teatino, fundó el observatorio astronómico de Palermo. En 1801 descubrió el asteroide Ceres, hasta ahora el de mayor tamaño que se conoce. Se dedicó durante muchos años a elaborar un catálogo de estrellas (con la posición de miles de ellas), pero pronto sería superado por otros catálogos (el de Bessel recogía unas 75.000 estrellas, y el de Argelander, unas 259.000).
8 – Angelo Secchi (1818-1878)
El jesuita Secchi se considera el más notable astrónomo del Observatorio Romano, y de los principales del siglo XIX. Fue el primero en estudiar las estrellas espectroscópicamente. Su clasificación (blancas-azules, amarillas, rojas) sigue siendo base de la usada hoy. Escribió más de 300 obras. Fotografió un eclipse de sol (era la época de los inicios de la fotografía) y así mostró la existencia de la corona solar. En 1870 las tropas italianas conquistan Roma, dispersan la Compañía de Jesús y confiscan el Observatorio, pero no les queda más remedio que mantener a Secchi como director al frente del centro. Tiene dedicado un cráter en la luna y otro en Marte (él inventó la palabra «canales» para referirse a ciertas observaciones del planeta rojo).
9 -George Lemaître (1894 -1966)
Belga, veterano de guerra condecorado, tras un ataque con gas de cloro en la Primera Guerra Mundial decidió entregarse a Dios. Fue sacerdote y profesor de física y astronomía en la Universidad Católica de Lovaina, y padre de la «teoría del Big bang», que él llamaba «del átomo primitivo» («big bang» fue el nombre despectivo que le dio el astrónomo Fred Hoyle) y formuló por vez primera en 1927 en un artículo enviado a «Nature», que se adelantaba en dos años a los descubrimientos de Hubble.
10 – Ramón María Aller Ulloa (1878-1966)
Para recoger un clérigo español que no sea jesuita (los directores Rodés y Romañá del Observatorio del Ebro, con sus cráteres lunares dedicados, serían buenos ejemplos de éstos) recordaremos la figura de Ramón Aller, cura, matemático y astrónomo pontevedrés. Fue catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela, dominaba 10 idiomas, desarrolló instrumentos que fueron adoptados por otros centros (como el Observatorio de París) y descubrió cuatro estrellas. Fue miembro de la Academia de Ciencias Exactas de Madrid y tiene un cráter a su nombre en la luna. Es un ejemplo de la normalidad con que el sacerdocio y la astronomía han convivido incluso en el agitado siglo XX español.
1 Comentario. Dejar nuevo
Ahora les dan crédito pero en esa época tenían que estar escondidos si no hubieran corrido la suerte de Giordano Bruno o Galileo Galilei.
Y demás está decir que los Jesuitas son agnósticos siempre renegaron secretamente de la doctrina dogmática. Por lo tanto, como no van a haber aportado astrónomos!
De todos modos gracias por reivindicarlos y hacerles un reconocimiento tardío .