La gente caminaba por los andenes, unos porque llegaban, otros porque salían, cuando inesperadamente, un estruendo causó la alarma en la estación. Un tren que posiblemente entró a más velocidad de la prevista no pudo gestionar bien la frenada, y se estrelló contra los topes del final de vía. Afortunadamente no hubo desgracias personales irreparables, pero sí graves daños en el tren y la topera. Un año después del siniestro, todavía no ha podido arreglarse el desperfecto. Y posiblemente será de muy difícil reparación porque los topes son unos hidráulicos de principios del siglo pasado, y se ha optado por lo más sencillo: cubrir el desperfecto con una lona. La causa de los accidentes, en un alto porcentaje, es la distracción.
Cuando la atención se nos dispersa, baja la calidad y la precisión de lo que se hace. No se puede conducir un coche, con garantía de seguridad, manipulando un móvil, pendientes del GPS, o charlando acaloradamente con el acompañante. La seguridad implica atención. Incluso en la toma de decisiones, se ha de estar muy atento, que la opción escogida sea la más adecuada. Esta es la gran cuestión. ¿Qué camino le damos a nuestra vida? Puede ser que a este hecho no le demos la importancia que merece. Y caemos en los caminos que nos marca la publicidad, la moda, el mercado…y acabamos convertidos en unos títeres del sistema. Damos más importancia a la forma que al fondo, y nuestra vida se transforma en puro escaparate. Pero la vida es mucho más que un escaparate. La vida es relación. Y ahí está el punto clave, en la respuesta a esta pregunta. ¿Quién es el otro para mí? ¿Qué espero del otro? ¿Qué espera el otro de mí? He ahí, un doble escenario, visto desde el egoísmo, o desde la generosidad. En el primer caso el otro es aquel al que puedo superar, al que pudo dominar, aquel del que me puedo aprovechar… en el segundo caso el otro es aquel con el que puedo compartir, al que puedo ayudar, aquel con el que puedo dialogar. Dos formas distintas de ser y de hacer. La primera, nos bestializa, la segunda nos construye como personas. En nuestras relaciones interpersonales, no hagamos como aquel tren que se llevó la topera por delante, sino que lo hagamos con el respeto, la delicadeza y la atención que el otro merece, y si puede ser con una sonrisa en la cara, mucho mejor.