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La Saga de los Desinflaos

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Cada uno tiene su don, y un don se ve a años luz… excepto quien lo posee. Por eso no es necesario exagerar el don, porque además de convertirlo en caricaturesco, te convierte en el hazmerreír de la corte de los desinflaos. Pues el pavonearse, cuando ha pasado el subidón del pavoneo, está más que cantao que te deja noquedado para todo el fin de semana… y ya sabemos cuán cotizado va un fin de semana entre nosotros.

Sucede como con aquella persona que siempre quiere tener la razón, siempre ir la primera, siempre aparecer como el personaje de la foto, siempre ser el protagonista del salón… sin serlo. Tan “siempre” quiere ser, que hasta cuando le saludas finge no verte, y jamás te saluda primero. Más aún, ¡incluso no te devuelve el saludo cuando te quitas el sombrero! Y así, se desinfla de rebote: pierde amigo tras amigo entre los que podían ser auténticos amigos… y se infla de enemigos.

¿Y qué me dices si el señorito de postín ese posee lingotes en el banco, y hasta en su muñeca? Hablamos de esa articulación entre la mano y el brazo, pero también de su “querida”, la muñequita de carne y hueso que carga de enjoyadas arrogancias, a ver si por ahí consigue que le mires y le remires y lo admires, para obtener rédito al menos de tu admiración, esa admiración que le carga las pilas para poder seguir tirando como el rey del burdel de La Saga de los Desinflaos, ¡que de otra manera no consigue que te fijes en él! ¿No lo ves? ¿No lo oyes? ¡Hasta le gusta llamarse “desinflao” en lugar de “desinflado”!

Sí, hermano, mi hermana del alma. Deja al pretencioso con su pretensión; enchúfalo a sus fans de salón, a ver si por ahí el subidón le mantiene despierto como para ser capaz de soportar la vorágine de bienestar que nos embate cual tormenta de mar en horas de marea alta. Esa tempestad que a todos nos acecha, pues vivimos en un mundo basado en la mentira, mentira que desdibuja la belleza de la sencillez en la entrega por amor de una rosa fresca repicada de rocío al despuntar el día.

Cógete fuerte a lo auténtico, hermano, mi hermana del alma: es lo único que permanece; lo demás perece. No te dejes engañar por La Saga de los Desinflaos que se extiende por doquier. ¿Sabes qué es el verdadero bienestar? Es el sentirse bien con uno mismo. Déjate de joyas y monsergas. El sentirse bien con uno mismo es, incluso, el pasaje para caminar tranquilo en el ojo de huracanes y bestias pardas que amenazan con derribar tu fortaleza. Allí, protegido de las inclemencias del exterior, nadie podrá contra ti, por más que intenten atacar por ese flanco que te creen débil, tratando de imponerse como jefes de estado y emperadores de las gallofas enlatadas que atesoran cual Tablas de la Ley en sus bolsillos.

¡Afiánzate! La sencillez será tu salvoconducto para así sobrevivir a tanto falso peregrino que apostata con cada etapa de su peregrinación a la tierra santa en que se cree sobresalir entre los auténticos santos ensacados, solo porque él viste como para sentirse por encima del vestido que a ti te reprende. Porque otra cosa que tiene el fantoche ese es peregrinar cada año a Tierra Santa revestido de santón en busca de admiradores, fingiendo una religiosidad pringosa que nada tiene que ver con la devoción mariana que incluso tiene a bien proclamar. Por eso, cuando no consigue tu atención, se busca −desacralizándola− la de los desalmaos que reclaman justicia día y noche ante los fantoches desinflaos como él, y así consigue imponerse como el primogénito entre los desalmaos, que esperan de él esa limosna que nunca llega más que para darse el tono en los titulares de la edición del domingo de las revistas de papel cuché: “¡Fijaos cómo los ama!”.

¿Cómo llega a desinflarse el santón? Como no sabe escribir, te lee a ti, y así se cree a pies juntillas que las palabras son suyas, que hasta de ellas se apodera… o intenta apoderarse, de manera que sin saberlo su ser interno se desvanece poco a poco ante tu resplandor. Es así como −finalmente− el peso de la fama le oprime tanto el corazón, la cabeza y el cuerpo entero, que se consume cual fuego fatuo, y con él, el que fue su mejor proyecto: “La Saga de los Desinflaos”.

Así que no te pavonees, hermano, mi hermana del alma. La vida se vive en lo sencillo de las maravillas que te va dando el día cuando lo vives desprendido. La providencia de Dios es la que te sostiene con su paz cuando de ella vives. Ante ella, hasta la joya más preciada en los salones de palacio llega a palidecer, y se desinfla el más inflado fantoche. Créeme: en ella −providencia que con sudor endiosa− encuentras la vida… y además, te promete la Vida eterna: “¡Vívela, y vivirás!”. …Y −entonces, sí− llegarás primero.

Twitter: @jordimariada

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