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He aquí una de las reglas más preciosas para la vida matrimonial: la ternura.

La podemos definir como: la delicadeza del corazón que se traduce en la delicadeza del gesto.

Para quienes se aman verdaderamente, además de la tendencia sexual existe la ternura.

Nace con espontaneidad del ser entero de los amantes; es el amor que se convierte en caricia, mirada, beso, en la más plena y total gratuidad, sin pedir nada a cambio. El gesto interno, en suma, es aquel que nada pide, nada solicita y que, por ello, lo significa todo. El amor es el reino de lo gratuito. Te doy porque te amo, no porque espero nada a cambio. Por ello, donde florezca el amor, como la flor en el tallo, florecerá también la ternura. ¡Cuán importante es cultivarla! Es el perfume que otorga su aroma a la trivialidad de lo cotidiano. Son esos mil pequeños detalles de los que se alimenta el amor.

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