Espiritualidad. Dios. Sentido en el sufrimiento. Pero sin un deseo sincero por la verdad, todo se queda en fuegos de artificio y vagas ensoñaciones. Con una experiencia de 3D magistral, muy superior a las de "Avatar" de James Cameron, que espiritualmente no era muy distinta a "La vida de Pi". Y con una paleta de colores asombrosa.
Durante casi toda la película, el espectador decide abrirse a lo "maravilloso". Es una especie de "realismo mágico" franco-indio de Pondicherry. A medida que pasan cosas cada vez más asombrosas, uno puede atribuirlo a los efectos del naufragio sobre la mente del joven Pi, una mente que sabemos que tiene una memoria prodigiosa. También es posible pensar que Pi ha logrado un cierto nivel de mística dionisíaca, en la tragedia de sus muchos días a la deriva ha aprendido a gozar de la belleza.
El tema espiritual es el núcleo de la historia… y por eso flojea todo, sobre todo al final. El padre de Pi se enfadó con Dios y renunció a él cuando Éste no curó su poliomelitis, algo que síhizo la ciencia. La madre de Pi le presenta a los dioses del hinduísmo, "mis superhéroes de la infancia". "Todo son luces y apariencia, tras la religión solo hay oscuridad", dice su padre en un festival de velas y luces.
Del hinduismo, Pi asume que Dios es grande, poderoso, misterioso, señor de la vida y la muerte, que merece ser adorado.
Después, en una capilla católica, aprende que Cristo murió por amor a los hombres. De él, dice, aprendió el amor. Pero no se dice nadade Jesús como Salvador.
A continuación, el joven Pi queda asombrado por la oración islámica y reza en su casa "Alá akbar" y pronuncia la shahada (la breve declaración de fe islámica: el islam considera musulmán a quien la pronuncie tres veces en público). No está claro qué es lo que seduce a Pi del islam: parece que el guión obligase a incluir la tercera fe. De hecho, para completar la baraja, Pi luego dirá que va a un curso semanal de cábala judía, la más heterodoxa y "new age" versión posible del judaísmo.
Cuando llega el terrible naufragio, la religiosidad natural de Pi aflora sin problemas: Dios es Señor de las Tormentas, sus caminos son misteriosos, hay belleza en el dominio del Señor en el rayo y las aguas agitadas, aunque puedan causar la muerte. Pi se entrega a Dios y reconoce su lugar como mera criatura en manos del Creador.
No por eso Pi deja de luchar por su vida. Lee el manual de supervivencia del bote salvavidas. Claro que en el manual no explican qué hacer si compartes bote con un tigre cada vez más hambriento.
Dios proveerá. Y hay un momento en que la narrativa parece entrar en la tradición de un San Brandán (o San Borondón) y sus islas maravillosas, o de un Simbad.
El espectador está abierto a lo maravilloso, hasta que el globo se pincha al final, como en un cuento de Borges o de Cortázar. Lo maravilloso era un horror oculto. La mente todo lo tergiversa. Pero Ang Lee, que finalizó "Tigre y Dragón" con el suicidio de su heroína, que ha vendido vaqueros gays a Hollywood, nos quiere hacer creer que todo es lo mismo, que está bien vivir autoengañado, que todo vale lo mismo.
Lee no es neutral ante el misterio y lo espiritual. Ha hecho su opción. En una entrevista reciente al "Chicago Sun Times", hablando con el críticod e cine Roger Ebert, Lee explicó: "Creo que la cosa que llamamos fe o Dios es nuestra atadura emocional a lo desconocido. Soy chino, creo en el buda taoísta. No hablamos de una deidad. Igual que en el libro. No hablamos de religión en el sentido abstracto, algo que te sobrepasa".
En el budismo clásico, se supone que el Buda nos enseña a despreciar la "maya", la "ilusión" del mundo que nos engaña y nos hace sufrir. Pero Lee es un budista postmoderno: para no sufrir, propone el autoengaño y la ilusión. Pobre Tao, qué le han hecho.
1 Comentario. Dejar nuevo
¿Cómo podés calificar con tanta liviandad a la kabbalah hebrea como la versión más «new age» del judaísmo? Leí hasta ahí porque con eso estás invalidando todo el resto que puedas decir. No sé si notaste que el barco que naufraga se llama TsimTsum. Averiguá lo que significa TzimTzum en la kabbalah de Rabi Itzjak Luria, el Arizal. Para hacer un artículo de opinión sobre una película de esa naturaleza hay que por lo menos entender y saber tanto como el guionista. Si no, se corre el riesgo de caer en la petulancia. Sin mencionar que ya arrancaste con una posición tomada donde se menosprecia y ridiculiza de manera solapada todo lo espiritual frente a la «ciencia».