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Los derechos humanos y la seguridad vial

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La Declaración Universal de los Derechos Humanos, tiene un primer nivel que podríamos considerar como irrenunciable. Son los principios que toda persona tiene, por el hecho de ser persona. El derecho a la vida, a no ser maltratado, a tener cubiertas unas necesidades vitales básicas, el derecho a expresar libremente las propias ideas y convicciones, y a no ser maltratado por este motivo, etcétera.

ero después hay un segundo nivel, que lo podríamos llamar, derechos convivenciales, porque tienen un cierto mecanismo de reciprocidad. Tiene que ver con la reciprocidad entre derechos y deberes, como un mecanismo de ida y vuelta. Es decir, uno tiene el derecho de ser reconocido, valorado y respetado, pero tiene el deber de reconocer, valorar y respetar a los demás. Uno tiene el derecho a su propia identidad, pero tiene el deber de respetar la identidad de los otros. Esta segunda generación de derechos humanos donde se marca reciprocidad entre derechos y deberes, es la piedra angular de una convivencia cívica de calidad. Este es el punto de partida para compartir correctamente los espacios con los demás. Nuestro comportamiento en la vía pública pone claramente de manifiesto nuestras virtudes y nuestros defectos, porque con mucha facilidad reclamamos nuestros derechos, pero tenemos mas dificultad a reconocer nuestros deberes. La clave de la cuestión está en la simetría entre derechos y deberes. ¿Cómo puedo reclamar que me valoren, si yo no valoro a los otros? ¿Como puedo pedir que me respeten, si yo no respeto a los demás? He ahí la cuestión clave en la convivencia pública. La carretera es un espacio que pone a prueba nuestras actitudes. A veces, sin darnos cuenta, disimulamos nuestros fracasos y frustraciones, y creemos que los enmendaremos, sintiéndonos superiores a los otros, corriendo mas que ellos, o teniendo un coche mas potente… ¡Que equivocación!, grave error. Esta actitud solo hace que añadir otro fracaso más a nuestro "currículum". El afán de superar y dominar a los demás, es la expresión mas clara de nuestra inferioridad personal. La calidad de la persona, no se mide por la velocidad de su coche, sino por su capacidad de respetar a los demás. Cuando se da este paso, se produce un pequeño milagro. Se genera la reciprocidad. "Yo respeto a los otros…los otros me respetan a mi". Entonces se establece como una red multidireccional de convivencia positiva. Cuando rompemos esta dinámica, surge la bestia que a veces llevamos dentro… surge el insulto, cuando no, la violencia física.

La seguridad viaria tiene su fundamento básico en las relaciones de calidad y respeto. La actitud primitiva y burda del "yo primero", tiene que ir desapareciendo para ir dando paso a otra actitud mas inteligente y humana, del "usted primero". Y así poco a poco, iremos descubriendo el gozo de la cortesía. Aquella manera de conducir que se adapta al entorno sin perturbarlo. La cantidad de veces que tocamos el freno, equivale a la cantidad de veces que corremos mas de lo que permite el entorno. Adaptarse al entorno, exige un ejercicio previo de pacificación interior. Cuando esto se consigue, la conducción se transforma en algo gratificante, y paralelamente, mejora la seguridad.

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