Lo sé. Es un desagradecido. Sabe que lo has formado, encarrilado y casado, pero él, ni caso: va a la suya. Será mejor que no se lo digas, porque ya lo sabe. Sabe que te debe la vida, que le has comunicado durante toda la tuya tu dedicación, tu consejo y tu amor. Sin embargo, si le dijeras a las claras, provocarías que aún se reafirmara y separara más, pues ya sabes que el orgullo, la soberbia de la vida, le puede. Deberás esmerarte en ser todavía más sibilinamente sutil en tu apoyo, para guiarlo en este momento en que ya comunica él la vida a sus hijos recién llegados al mundo, y se lo tiene tan creído: “Antes, te veía como mi padre, pero ahora me veo como el padre de mis hijos”. Ley de vida. Pero ¿por qué te rehúye? Te lo ha dicho ya con esa sentencia: quiere ser él, el macho que todo lo domina y se coloca en el centro, y se cree que lo domina, en lugar de advertir que es la situación la que lo está pudiendo a él. En realidad, lo que ocurre es que está huyendo de ti para huir de sí mismo. De hecho, sabes que no es la primera vez que le sucede. La novedad es solo que ahora es en este cruce de caminos, abriendo paso a una nueva fórmula de entender la realidad, con lo cual se le aparece bien claro: o él, o tú. Tiene que salvar el pellejo, no lo tiene fácil, y sabe que te lo está poniendo a ti aún más difícil, porque está actuando con todo su ímpetu absorbente. Ahí reside el problema de ahora, que no es más que la idea fija que se ha plantado, por soberbia, en el centro de su corazón y su mente: la tan extendida y destructivamente social enfermedad del ego disuelta hoy en sociedad: psicosis pura y dura. ¿Que por qué no se medica ya? Pues es algo que no acabo de comprender yo tampoco, como tantos desconcertados que nos encontramos por los cruces de los caminos, viendo como vemos y sufriendo como sufrimos tanto mal en el mundo que con un poco de buena voluntad hacia el prójimo, se solucionaba. Por otra parte, procura asimilar que no debes apegarte a nada (ni en el trabajo ni en el amor), y que así es como serás feliz. Lo receta Jesucristo cuando dice que el Padre hace salir su sol sobre malos y buenos (Cfr. Mt 5,45), y cuando asevera: “Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: ‘Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer’” (Lc 17,10). “Cuando hayas llegado a no esperar respuesta, podrás finalmente dar, de manera que el otro pueda aceptarlo (…). Cuando el amante se ha liberado de la dependencia del amado (…), entonces el amado se realizará también liberándose del amante” (Dag Hammarskjöld, Marcas en el camino. Ed. Trotta).
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