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Me enfrento desde hace cuarenta años a los daños causados por la desaparición de la figura paterna

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Para los postulados de la ideología de género la figura del padre es problemática, pues perpetuaría el patriarcado. El psicoanalista Jean-Pierre Winter argumenta precisamente lo contrario: su figura es irremplazable. Religión en Libertad ha traducido la interesante entrevista que Winter ha concedido a Valeurs Actuelles:

Autoritario, protector, profesor, separador, amante o incluso ausente, el padre ha tenido siempre un papel fundacional, tanto en la célula familiar como en la jerarquía social. ¡Quién lo diría…! Debilitado cada vez más por leyes que le son poco favorables y por la explosión de las familias monoparentales, su papel es cada vez más cuestionado por los defensores de la evolución social. Las reivindicaciones de una PMA [Procreación Médicamente Asistida] abierta a las lesbianas son el último ejemplo de esta situación. Ante estas potenciales transformaciones, ¿se ha convertido el padre en un has been [algo que fue pero ya no es], o sigue siendo esencial?

Con el fin de responder a esta pregunta capital, el psicoanalista y escritor Jean-Pierre Winter ofrece el fruto de su experiencia y de su reflexión en su nueva obra, L’avenir du père [El futuro del padre]. A través de los trabajos de Freud, el análisis de la película La vida es bella y las conclusiones sacadas de sus consultas, subraya el lugar fundamental que ocupa la figura paterna. El experto, que había sido consultado con motivo de la ley del «matrimonio para todos» [matrimonio entre personas del mismo sexo], ha estudiado lo que constituye el carácter único de esta responsabilidad y las consecuencias de su progresiva desaparición. Es necesaria una labor educativa.

Estos son algunos extractos de su pensamiento, recogidos por Anne-Laure Debaecker en Valeurs Actuelles:

Por qué es necesario «salvar al padre»

A finales del siglo XIX, un filósofo visionario llamado Nietzsche anunciaba: «Dios ha muerto». En su opinión iban a surgir una serie de cambios inquietantes que, de alguna manera, ya se han llevado a cabo, al menos en Occidente: por ejemplo, el aislamiento creciente de las personas, la espera del superhombre, la esperanza depositada en un poder autoritario, incluso totalitario. Nietzsche no había previsto de manera explícita lo que parece surgir hoy, a saber: que no es sólo Dios quien ha «muerto», sino también, de rebote, la figura del Padre. Los padres han cambiado, todo el  mundo se da cuenta; y más de uno se inquieta. ¿Nos encaminamos hacia una sociedad sin padres? ¿Tenemos ya un pie en ella? ¿Qué cambios hay que esperar en la vida?

Daños que se manifiestan en la adolescencia

Como especialista en la infancia, me enfrento desde hace cuarenta años a los daños causados por la desaparición progresiva de la figura paterna. Necesité unos años para darme cuenta de que estos daños se manifestaban, sobre todo, en la adolescencia, porque es la edad en la que vuelve todo lo que ha sido mal metabolizado en la primera infancia. […] ¿Por qué es importante observar que todo lo que ha sido mal metabolizado en la primera infancia vuelve y produce síntomas en la adolescencia? Porque algunos estudios afirman que a los hijos concebidos «sin padre» les va igual de bien que a los otros. Pero estos estudios nunca indican la edad de los niños objeto del estudio. En un niño puede parecer que todo va bien hasta la edad de los 5-6 años, incluso los 12-13 años, pero de repente se «trastorna». ¿Por qué? Porque al dejar la infancia atrás, vuelven elementos de su vida anterior que habían sido reprimidos, censurados o inhibidos, ya sea para poder vivir con las personas tutelares, o a causa de los golpe violentos sufridos por el ambiente. Este niño «que iba bien», va menos bien; pero va tan bien, o tan mal, como los otros niños de edad similar. No pensamos que es un problema grave y esperamos que pase, sin tener en cuenta la enorme presión que está sufriendo la psique de este adolescente.

La diferencia de los sexos es un hecho

La cuestión de la diferencia de los sexos ha sido, desde siempre, ampliamente debatida: por los moralistas, los religiosos, los filósofos y, también, por las personas comunes. Pero desde que los modernos afirman que la diferencia de los sexos no es más que un constructo social y personal, convendría responderles recordando lo siguiente: «¡De acuerdo! Pero hay una base. Es difícil de determinar, difícil de identificar, pero existe y hay que tenerla en cuenta». El constructivismo actual, mediante sus falsas simplificaciones, elimina la complejidad del problema.

Es evidente que en las diferencias entre el hombre y la mujer hay factores que se remontan a construcciones históricas, geográficas, etc. Pero lo mismo podríamos decir de la muerte. […] En toda percepción de la muerte, hay una parte de imaginario personal y otra de situaciones sociales. Gestionamos el tema de la muerte de manera diferente según el lugar y el tiempo, pero, a pesar de eso, la muerte sigue siendo la muerte, algo real. […] Sucede lo mismo con la diferencia de los sexos. Tampoco hoy sabemos por dónde pasa, pero pasa de todas formas. La diferencia de los sexos es un hecho, como la diferencia entre la vida y la muerte. Un hombre y una mujer pueden ser iguales entre ellos, pero no por eso son intercambiables.

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