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Maravillosa obra de teatro sobre San Roque

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Hace pocos días un compañero propagandista, el Abogado asturiano Ricardo Viejo, me regaló un libro nacido en Asturias y que no puedo pasar sin reseñar, aprovechando el mes de Agosto y la fiesta de San Roque, por lo mucho que puede aportar a la cultura cristiana: San Roque de Montpellier. El peregrino de lo absoluto (Fonte, Monte Carmelo). Se trata de una maravillosa obra de teatro que relata lo que se sabe de la vida de San Roque. Es obra de José Alberto Concha y tiene ilustraciones y prólogo de Javier Abello, ambos miembros del llamado “Bando de San Roque” de Llanes (la asociación que promueve la fiesta y devoción de San Roque en dicha localidad asturiana).

El libro se presenta como “auto sacramental en cuatro actos”. Está maravillosamente escrito, con excelentes detalles para su representación teatral. Se lee de un tirón y con mucho gusto, y realmente se queda uno con ganas de verlo representado. Si algún grupo de teatro decidiera acoger la obra, no me cabe duda de que haría “el Agosto” representándola por tantas partes donde San Roque es patrón y fiesta estival.

Los diálogos son riquísimos, recogiendo muchos datos precisos tanto de tipo histórico como de contenido hondo sobre la vida cristiana vivida en su plenitud. No faltan referencias bíblicas abundantes puestas en la boca de los personajes. Todo ello va acompañado de generosas notas al pie que permiten, siguiéndolas, que desde lo distraído de una obra de teatro se pueda uno formar en cosas interesantes históricas y teológicas.

A través de la lectura de esta obra de teatro capta uno lo que debió ser la vida de san Roque en todo su dramatismo.

Primero, el impacto que debió generar en su familia su conversión y la decisión de irse de peregrino mendicante por libre (con la correspondiente consecuencia -no formalizada en votos, pero sí practicada- de pasar a vivir en celibato).

Segundo, el impacto que supuso para mucha gente su atrevimiento en el servicio sanitario a los enfermos de peste. Un impacto que, pasada la pandemia, se nos hace mucho más comprensible por lo que hemos vivido.

Tercero, el impacto que supuso que, tras obrarse por su oración el milagro de varias curaciones, resultase él infectado. Comprende uno así mejor que se represente a san Roque con rasgos muy parecidos a Jesucristo. Pues así como Jesús cargó con los pecados ajenos para redimir a los demás, san Roque, al tiempo que obtuvo de Dios la curación de varios apestados, cargó él con la misma enfermedad de la que redimía a otros.

San Roque es un gigante, un santo, y por tanto puede ser un amigo de cualquiera que crea en la “comunión de los santos”.

De toda la vida hemos vivido con gusto su fiesta en muchos pueblos (como Llanes, en el caso de los autores del libro, o Ribadeo, en caso de quien esto escribe) sin saber muy bien por qué. Pero el gozo nunca ha faltado. Este “auto sacramental en cuatro actos”, leído tras la pandemia, permite comprender mucho mejor el por qué nuestros antepasados valoraron tanto a San Roque. Era y es el santo de la salud, que se celebra y se pide.

Hasta cierto punto, resulta incomprensible que San Roque no fuese invocado y su devoción promovida más durante la pandemia. Incluso no habría sido ninguna barbaridad pasearlo en carroza por las calles vacías para la veneración desde los balcones. El hecho de que no se hiciera demuestra que, quizás, hemos recibido la fiesta y el santo como quien recoge un utensilio de un baúl y juega con él cual niño inconsciente sin saber para qué sirve.

A mi por lo menos este libro me ha ayudado a darme cuenta de muchas cosas, a tener conciencia adulta de quien es y qué supuso para nuestros antepasados el gran Roque de Montepellier. Recomiendo por ello este librito, asequible en tamaño, precio y extensión. Creo que cualquiera que haya disfrutado en su vida la fiesta de san Roque disfrutará su lectura, y con ello la fiesta cobrará un sentido mucho más profundo en adelante.

Hasta cierto punto, resulta incomprensible que San Roque no fuese invocado y su devoción promovida más durante la pandemia. Incluso no habría sido ninguna barbaridad pasearlo en carroza por las calles vacías para la veneración Clic para tuitear

 

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