Opinar es esperar. Porque yo espero que tú me dejes opinar. Cada vez que me pides una opinión, opino abiertamente. Pero⦠¿hasta cuÔndo me dejaréis opinar? ”Es todo un acertijo! Porque lo esperan periodistas y enamorados y padres y madres e hijos⦠y opinantes como yo. ¿Quién da mÔs?
āĀæDe quĆ© vas!ā, me gritarĆ”s. Pero Āæacaso no es cierto que cada vez que quiero decir algo me obligas a medir las palabras para no saltarme encima? ĀæAcaso me negarĆ”s que tus capitostes estĆ”n usĆ”ndote con malicia intentando imponer la suya como la razón prevalente? ĀæY la mĆa? ĀæAcaso no es vĆ”lida, pues soy tan persona y tan hijo de Dios como tú⦠y como ellos? Tal vez sea cierto que tus intenciones no pasen de aquĆ, pero fĆjate como cada vez me atornillĆ”is mĆ”s con una nueva vuelta de tuerca. ĀæHasta cuĆ”ndo, hermano?
Ya ves. Solo con un toque de atención ya me siento avisado por tus prisas, y un dĆa que tenĆa previsto hacer otras cosas, debo ponerme a redactar un texto que me defienda como librepensante del lugar. ĀæPor quĆ© me aprietas? Porque quieres saber quĆ© pienso para lograr luego trastornar el patio para salirte tĆŗ con aquello que ya advierte el dicho: āA mar revuelto, ganancia de pescadoresā.
No te temo, ya ves. Sigo pensando que Dios estĆ” por encima, y por tanto, su decisión postrera serĆ” la que prevalezca sobre todas las tuyas⦠y las de tus capitostes. ĀæAcaso te creĆas tĆŗ el prevalente? ĀæDe quĆ© te las das? ĀæQuizĆ”s estĆ”s esperando que los tuyos te alcen sobre la masa que tĆŗ pretendes manipular? Ā”Siempre estĆ”is jugando con vuestras verdades a medias y con la mentira pura y dura, cuando no logrĆ”is esconderla! DesengƔƱate, amigo. Me limito a vivir el dĆa. JesĆŗs es claro: āNo os agobiĆ©is por el maƱana, porque el maƱana traerĆ” su propio agobioā (Mt 6,34).
Pero⦠āllega la hora, y ya estĆ” aquĆ, en que los que quieran dar culto verdadero adorarĆ”n al Padre en espĆritu y en verdadā (Jn 4,23), enseƱa el Maestro a la samaritana. Sin el espĆritu de Dios y sin la Verdad vas al abismo, hermano. Por mĆ”s que te creas āel que ha de venirā (Mt 11,3). JesĆŗs, el Hijo de Dios, te responde claro tras tu altivez, con los milagros que salen de sus manos, esos que sus amigos haremos cuando llegue āla horaā.
ĀæDónde buscarĆ”s cuando caigas? āYo soy: el que habla contigoā (Jn 4,26), te advierte JesĆŗs al oĆdo. Pero tĆŗ estarĆ”s por otros lares. Sin embargo, tĆŗ, libre como eres (aĆŗn) de poder opinar sobre mĆ, tienes (aĆŗn) la alternativa ante ti: elegir el bien o elegir el mal, pues la Verdad conlleva elección consciente; esa que tĆŗ rehĆŗyes tratando de escamotear el toro que a todos nos acecha.
Estate cierto, hermano. TambiĆ©n a ti te llegarĆ” el momento en que tambiĆ©n tĆŗ caigas sobre el pastizal de heces malolientes de la Gran Mentira, ese en el que te revuelcas haciendo juegos malabares. TambiĆ©n a ti estĆ”n tratando de imponerte mordazas en tus morros que gritan sandeces. Y cuando llegue el dĆa (tu dĆa), se alzarĆ”n contra ti como hacen con la plebe ahora, y tĆŗ ya estarĆ”s tan embriagado de tus prebendas que igual ya no encuentres la salida. Por eso acepto el reto de escribirte, y te advierto… por si recapacitas y te conviertes. SerĆ” la hora en que los āhijos de la luzā (Jn 12,36) hagamos milagros āmĆ”s grandes que estosā (Jn 14,12), mientras que āel que haya hecho el mal, irĆ” al horno encendidoā (Cfr. Mt 13,49-50). Y hacia ahĆ te encaminas.
ĀæAcaso me negarĆ”s que tus capitostes estĆ”n usĆ”ndote con malicia intentando imponer la suya como la razón prevalente? ĀæY la mĆa? Clic para tuitear