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El profundo mensaje del poema de Quevedo sobre la Pasión de Cristo

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Sábado Santo, es tiempo de contemplación, de recogimiento y de profunda reflexión sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Es también una oportunidad para mirar hacia dentro, examinar el propio corazón y renovar la fidelidad al Señor que se entrega por amor a la humanidad.

En esta ocasión, queremos ofrecer una meditación a partir de un texto clásico de nuestra tradición literaria: el poema de don Francisco de Quevedo y Villegas titulado Lamentaciones a la muerte de nuestro Señor Jesucristo.

A través de sus versos, Quevedo nos propone un recorrido espiritual por los acontecimientos de la Semana Santa, desde el entusiasmo del Domingo de Ramos hasta la traición, la negación y finalmente la crucifixión del Señor.

El poema completo de Quevedo: Lamentaciones a la muerte de nuestro Señor Jesucristo

Antes de entrar en la reflexión, presentamos el poema en su totalidad, para que el lector pueda sumergirse plenamente en sus  meditaciones:

Semana Santa, o Lamentaciones de don Francisco de Quevedo Villegas a la muerte de nuestro Señor Jesucristo

Si te alegra, Señor, el ruido ronco
de este recibimiento que miramos,
advierte que te dan todos los ramos,
por darte el viernes más desnudo el tronco.

¿A dónde vas, Cordero, entre las fieras,
pues ya conoces su intención villana?
Todos, enfermos, te dirán “¡Hosanna!”
Y no quieren sanar, sino que mueras.

Hoy te reciben con los ramos bellos
(aplauso sospechoso, si se advierte),
pero otra noche, para darte muerte,
te irán con armas a buscar en ellos.

Y porque la malicia más se arguya
de nación a su propio rey tirana,
hoy te ofrecen sus capas, y mañana
suertes verás echar sobre la tuya.

Si vas en tus discípulos fiado,
como de tu inocencia defendido,
del postrero de todos vas vendido,
y del primero, cerca de negado.

Mal en los huertos tu piedad pagamos:
tu paz con las olivas se atropella,
pues son tu muerte, y fue la causa de ella
la primer fruta y los primeros ramos.

Una profunda meditación sobre la contradicción humana

Quevedo, con su aguda mirada sobre la condición humana y su dominio del lenguaje, nos expone aquí la gran paradoja de la Semana Santa: el mismo pueblo que aclama a Jesús como Mesías el Domingo de Ramos, con palmas y cánticos de alegría, será el que días después pida su crucifixión ante Pilato.

El poeta lo expresa con fuerza en los primeros versos:

«Advierte que te dan todos los ramos, / por darte el viernes más desnudo el tronco.«

Los ramos de victoria se transforman en la madera desnuda de la cruz. Lo que comenzó como un gesto de homenaje, se convierte en instrumento de martirio. Aquí Quevedo nos invita a reflexionar sobre la superficialidad de muchos entusiasmos religiosos que no resisten la prueba del sacrificio o la adversidad.

El Cordero entre las fieras

La imagen del «Cordero entre las fieras» resalta la inocencia y la mansedumbre de Cristo, que conoce de antemano la traición que le espera, pero no huye de ella. Jesús avanza decidido hacia su Pasión, entregándose libremente por la salvación del mundo.

«¿A dónde vas, Cordero, entre las fieras, / pues ya conoces su intención villana?«

Aquí el poeta nos recuerda que Cristo no es víctima de un destino trágico, sino que acepta voluntariamente su entrega por amor a todos nosotros. La Semana Santa es, por tanto, un tiempo para contemplar ese amor infinito que se ofrece incluso sabiendo de antemano la ingratitud que recibirá.

De la aclamación al rechazo: la inconstancia del corazón humano

Quevedo también pone el foco en la fragilidad humana, reflejada en la actitud cambiante de la multitud. Del «Hosanna» al grito de «¡Crucifícalo!», del aplauso al abandono, del entusiasmo superficial a la indiferencia mortal.

«Hoy te reciben con los ramos bellos / pero otra noche, para darte muerte, / te irán con armas a buscar en ellos.«

Este cambio abrupto no solo describe a la multitud de hace dos mil años, sino que nos interpela a cada uno de nosotros. ¿Cuántas veces hemos aclamado a Cristo en los momentos de consuelo, pero lo hemos negado en la dificultad o cuando seguirlo requiere sacrificio?

La traición y la negación: espejos del alma

El poema menciona con claridad la traición de Judas y la negación de Pedro, dos momentos clave de la Pasión que nos enseñan que incluso los más cercanos al Señor pueden caer.

«Si vas en tus discípulos fiado, / como de tu inocencia defendido, / del postrero de todos vas vendido, / y del primero, cerca de negado.«

Ambas actitudes nos confrontan con nuestras propias debilidades. Esta Semana Santa, es necesario pedir la gracia de la perseverancia, para no repetir estos errores en nuestra vida diaria.

El huerto y la cruz: del Edén al Calvario

Finalmente, Quevedo cierra su poema conectando el Huerto de los Olivos con el Edén, señalando que la caída de Adán y Eva encuentra redención en la obediencia de Cristo.

«Mal en los huertos tu piedad pagamos: / tu paz con las olivas se atropella, / pues son tu muerte, y fue la causa de ella / la primer fruta y los primeros ramos.«

La redención que comienza en el huerto de Getsemaní culmina en la cruz, pero también abre la puerta de la vida eterna.

Meditemos en estas palabras, dejemos que calen en nuestro corazón, y acompañemos al Señor con fidelidad en el alma. Que al final de esta Semana Santa podamos, como verdaderos discípulos, contemplar la cruz no como un signo de derrota, sino como el árbol glorioso de la vida y la salvación.

Quevedo, con su aguda mirada sobre la condición humana y su dominio del lenguaje, nos expone aquí la gran paradoja de la Semana Santa Compartir en X

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