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Una sonrisa más contra la moral

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Ir contra natura nos asegura el fracaso como personas y como cristianos. Da igual si es a medio o largo plazo, siempre nos pasa factura. Para evitarlo, debemos seguir en todo momento la voz de Dios, que nos habla con la Naturaleza y los acontecimientos de nuestra propia vida. Por eso es cáustico a demoler el hecho de que un opinante cualquiera dictamine tan fresco en una entrevista que resulta en exceso radiada: “El pensamiento moral crece, y eso amenaza la democracia”. ¡Ele, sabiondo! ¿No será al revés? …Porque ¿qué es para ti la “moral” que recriminas, majadero?, ¿acaso lo sabes? Ya ves, si no sabes ni qué es para ti, ¿cómo te atreves a atacar la moral intrínseca que nos habla la vida en Dios y que todos los seres humanos llevamos inscrita con letras de fuego en nuestra alma inmortal? Esa no es la muerte que respiras y te fumas, amigo, sino aquella que a todos nos asegura la vida. Porque, permíteme decírtelo, la moral te asegura la buena muerte.

Parémonos a pensar. ¿Qué le habrá traído al mocete ese a ser entrevistado? Tantos hay hoy así. Todos ellos se creen que han conquistado el mundo solo porque dan miedo y nadie les sopla. Lanzan cualquier chominada al aire (que por cierto tornan cáustico), y se quedan tan frescos, y, encima, te escupen si no les aplaudes. Como aquel que se las da de tener muchos éxitos a lo humano, pero a lo divino se está ganando el patíbulo. Por eso no sonríe nunca. Y todo, ¿sabes por qué? ¡Porque no es feliz! Sencillamente, se siente máquina de hacer chorizos de la cual todo aquel que puede le arrebata… o intenta arrebatarle, y se aprovecha, así, su pan para hoy, y solo para hoy (de ahí su carente sonrisa).

¿Quieres que te diga qué le amarga más aún la existencia? El éxito ajeno, y más si es moral. Por eso siempre que se ríe (lo cual es habitual en él), es porque ironiza contra el vecino. Así que tenemos sonrisa versus carcajada. ¿Y qué más, colega? Pues que si no sonríe (lo hemos dicho ya) es porque se mofa de la moral, y si se parte a carcajadas es porque impone su propia moral. Ya ves cómo son las cosas, hermano. El resultado, ¿quieres saber cuál es? ¡Pues que va a rastras mendigando beneplácitos ajenos! Como en esa entrevista.

Mira, te diré un secreto. Acércate a él por detrás sin hacer ruido y lanza un leve gemido; verás cómo da un bote del susto que le propinas. ¿Lo ves? Vive en permanente tensión, porque no es feliz. Y ¿sabes por qué no es feliz? Pues porque se fuma la moral irreal, como si fuera un narcótico. Esa de la que él renegaba, pero narcotizada con ilusiones de la feria de su pueblo. Y así, con gentecilla de esa, negando la realidad real, llegamos a que los rebuznos se vuelven habituales en nuestra sociedad descreída y que solo acepta su propio interés. La moraleja es que la alucinación que vivimos es colectiva, yendo exponencialmente a más. Y así, como es “real”, aquí tufa a cuadra. -¿Será esa la “nueva realidad” que nos venden?

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