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No me arrepiento de nada

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Esta frase se ha hecho típica como contestación que hacen algunas personas, sobre todo políticos, artistas, deportistas etc. famosos y de élite, cuando son preguntadas por los periodistas sobre si se arrepienten de algo en su vida.

Con esta contestación me parece que no se dan cuenta, al menos la mayoría de ellos, de que están manifestando una actitud de soberbia, de falta de humildad, lo cual supone una carencia grave para un personaje público, cuya reiteración le supondrá una incapacidad para detectar los propios defectos, debilidades y miserias que son moneda corriente de todos los seres humanos, sean o no personas públicas de relevancia social.

Partiendo del hecho incuestionable de que nadie es perfecto, se deduce de modo patente que todos cometemos errores, que todos tenemos defectos, debilidades y miserias, de los cuales haremos bien en arrepentirnos y reprobarlos, deseando que no se vuelvan a repetir en nuestra vida.

Al arrepentirnos y deplorarlos sinceramente, expresamos una actitud de humildad y realismo, que mejora nuestra personalidad y la percepción que los demás tienen de ella, lo que nos predispone a tener unas relaciones humanas más agradables y satisfactorias.

De lo contrario, cuando alguien dice esa expresión de “no me arrepiento de nada” produce en los otros una sensación de desasosiego, de desconfianza que entorpece y debilita esa necesaria confianza que debe presidir las relaciones humanas.

Tampoco hay que arrepentirse de todo lo que uno ha hecho o hace, sino solamente de aquello que, en la reflexión personal encontramos que hemos hecho mal, desacertada o muy imperfectamente.

Con otras palabras, jamás se puede confiar plenamente en una persona que dice que no se arrepiente de nada, a no ser que lo diga como tópico sin darse cuenta suficientemente de lo que expresa con esa afirmación.

Pero como los demás no podemos adivinar si esa persona lo dice como tópico, pensando erróneamente que así queda bien, o lo dice convencido de ello, está manifestando una actitud dudosa que separa de las otras personas que la escuchan, a las que nunca se les ocurriría expresar una frase en tales términos.

Es bueno, más aún, necesario para la vida en paz y feliz de cada persona, arrepentirse sinceramente de lo que cada uno ha hecho mal, para luego pedir perdón si hemos hecho algo malo a otra persona o le hemos faltado al respecto debido a su dignidad.

Si el mal lo hemos hecho a nosotros mismos, debemos rectificar lo antes posible cuando nos damos cuenta y evitar seguir haciéndonoslo en el futuro. Y si el mal se lo hemos hecho a Dios porque le hemos ofendido no cumpliendo su voluntad, tenemos que pedirle perdón en la confesión y procurar no volverlo a hacer.

No se trata de considerar más o menos lo que piensan los demás de nosotros, sino de ser conscientes de que a lo largo de nuestra vida todos hacemos las cosas más o menos bien o mal, es decir, imperfectas, y hacemos bien cuando nos arrepentimos de ellas, es decir, de las que hemos hecho clara y objetivamente mal.

Autor: Roberto Grao

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