No tener una casa en la que vivir es mucho más que no tener un techo, es quedarse sin protección, sin el espacio de satisfacción de las necesidades fisiológicas más elementales y ver mermado el acceso a los derechos fundamentales.
El último domingo de noviembre se celebraba el Día de las Personas sin Hogar. Las campañas de Caritas o de la Fundación Rais, punteras en la denuncia de este fenómeno y en su solución, demostraban con cifras que es posible que cada día, si se adoptan las medidas oportunas, se reduzca el número de personas sin hogar. La ciudadanía, pero muy especialmente las Administraciones Públicas, tienen el deber de escuchar y ponerse a trabajar. Pongámonos, estos días de intenso frío, en la piel de las personas, 40.000, que duermen donde pueden.