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Trabajar cuesta; no trabajar, más

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¿Y qué me dices de esos que protestan por memeces o cuestiones ajenas a nuestro mundo personal y familiar o hasta colectivo de país? ¿Te das cuenta de que también hay muchas personas que se llevan al trabajo sus complejos personales, y aun pretenden imponértelos por dinero… incluso pagando tú? Te explico.

Destaquemos que el parón que provocan los que no quieren trabajar nos sale caro a todos (a nosotros y a ellos) tanto económica como personalmente, además de que desmoraliza y exacerba los ánimos, todo lo contrario de lo que dicen que es su motivación. Unos, levantan falsos mausoleos encalados con directrices que imponen a diestro y siniestro, tratando de sobresalir ellos sobre la plebe que desprecian. Otros, se quejan permanentemente de aquello que sueñan (“vivir sin trabajar”), el sueño de todo hijo de quien que no espera más de la vida que “copa y puro”. Esa copa y puro que sea más incluso que la del presidente de la compañía… o del gobierno.

Diferencias

Trabajar cuesta, y tantos hay que −con injustas excusas peregrinas− se escaquean o impiden que trabaje el que quiera. Y encima, promueven políticas de “todos iguales”, como si el que trabaja más y más repercusión tiene, no hubiera que tener más beneficio que el que los otros aprueben. ¿Acaso se creen dioses, espíritus puros? ¿Acaso somos todos iguales? Diles: “En dignidad, sí. En esfuerzo, no”. Por tanto, no trabajar nos sale a todos más caro que cumplir todos (unos y otros) nuestra obligación. No se trata de si estás en paro o si disfrutas del trabajo de tus sueños; se trata de hacer lo que Dios te pide en cada momento, tanto si “trabajas” como si no. Y aquí no hay trabajo de 9 a 5 que valga. Pues, de una manera o de otra, trabajo tenemos todos. Pero toma nota: Todos somos iguales en que somos distintos. Y los beneficios conseguidos deben responder a una justa retribución del esfuerzo y la responsabilidad de las asunciones, además de otros aspectos como las aptitudes y preparación.

“Hay que ‘regular’”, dictaminan los políticos sectarios, refiriéndose calladamente a que quieren controlar, complicar e impedir, y todo con la pretensión oculta de conseguir someternos para conseguir ellos pegarse la gran vidorra a cargo del erario público, que somos todos excepto ellos: los mandamases, los sabiondos, los predestinados. Los “iluminados”.

Y… ¿qué sucede si les plantas cara con datos y razones? ¡Te llaman loco, y te declaran la guerra! Una guerra que las más de las veces es oculta, para que no puedas protestar a nadie, para mangonear ellos en bambalinas y dejarte a ti abandonado en el camerino, esperando el momento de dar tu mejor cara, esa cara que muchas veces nadie llega a ver, pues la secta que domina te impide toda actuación sobre el escenario. Y cuando consigues salir, entonces ¿qué pasa? ¡Te matan, y santas pascuas! ¿Qué ha pasado, sino, con Charlie Kirk?, ¿y qué pasa con tantas y tantos que mueren de hambre, frío y calor, y de depresión? Todos aquellos exacerbadores celebran la muerte del adversario, no saben vivir la caridad que proclama Jesús, el Cristo, el que ha de venir. ¡Van a por todas, porque les va la vida!

Mentiras y falsas apariencias, psicópatas vestidos con piel de mansa hipocresía. A quien les interesa lo adulan, a ti te declaran la guerra y, en cuanto creen que te han vencido, te dejan tirado en la cuneta. Falsas amistades, estética low cost a precio de luxury gold, estruendo de hojalata. ¡Aléjate de su supuración, es pus con falso brillo que te quiere cautivo! Sigue tu camino, el camino que Dios te marca. “Vale más solo que mal acompañado”, lo dice el dicho claro. ¿Acaso no tienes adónde más mirar?

Una paleta de colores

Me dirás que soy un poeta. Que sueño en quimeras y la utopía del amor primero. Pero yo te contesto que Jesús ha venido y nos ha dejado claro con su vida y milagros que es posible amar al hermano; y nos ha demostrado que no mentía resucitando sobre los muertos y declarando que desde su Reino vendrá un día a reinar también entre nosotros. Entonces, los sometedores, los corruptos, los hipócritas, asesinos y pederastas irán al suplicio eterno. Al fin, brillarán los justos sobre la faz de la Tierra, y −tras resucitar también un día− vivirán eternamente las glorias y los gozos de un Cielo sin fin, donde el amor y el sentido alcanzarán el máximo que cada uno haya merecido en vida; unos más y otros menos, pero todos según su plena capacidad de gozar. Como el vaso que está lleno a rebosar.

Será, pues, hermano, mi hermana del alma, sensato que debemos amarnos entre nosotros, lejos de todas esas rivalidades mundanas de los bajos fondos que se viven también en alto copete, que las más de las veces son sucedáneas de egoísmo y la soberbia tan criticada por Jesús y que tanto aborrecía. Déjate, pues, de falsas apariencias, y vive en paz con tu hermano, ese que Dios pone a tu vera, de camino a la Patria eterna. Estate seguro de que, si lo aborreces, Jesús −Él lo ha dicho− te aborrecerá a ti. ¡Ama sin esperar, trabaja sin claudicar! No seas un corazón cerrado egoísta, cicatero y caprichoso. El premio −o el castigo− lo tienes a dos pasos. ¡Despierta! ¿Qué puedes perder? ¿El nombre? ¿No ves que te lo has inventado?

Twitter: @jordimariada

Debemos amarnos entre nosotros, lejos de todas esas rivalidades mundanas de los bajos fondos que se viven también en alto copete @jordimariada Compartir en X

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