Trece mártires del siglo XX en España terminaron su pasión el 18 de noviembre de 1936: seis mártires de Lorca -cinco lasalianos y el coadjutor de la parroquia de Santiago, arrojados al mismo pozo donde, el 4 de noviembre, echaron al mercedario Lorenzo Moreno– y siete en Madrid: seis monjas de la Visitación que no quisieron separarse, más un dominico que cedió a otro el billete de autobús que le habría salvado.
En Turquía (antigua Siria) se conmemora a san Román de Cesarea (o de Antioquía, 304); en Francia a san Teofredo (752); en Japón, a los beatos Leonardo Kimura (jesuita lego), Andrés Murayama Tokuan y Juan Yoshida Shoun (japoneses los tres), Cosme Taquekeya (coreano) y Domingo Jorge (portugués), quemados vivos en 1619; en Polonia a la beata Carolina Kózka (1914). En Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado a un mártir del 18 de noviembre de 1937: el sacerdote Gabriel Maslennikov.
El pasado miércoles 14 de noviembre de 2018 fue asesinado en Sudán del Sur el padre Luke Odhiambo, primer sacerdote jesuita de Kenia.

En Lorca eran cinco los hermanos que regentaban la escuela de San José, y ninguno sobrevivirá. El 30 de julio se presentó un grupo de “trabajadores de la enseñanza” reclamando el inmueble en nombre del Frente Popular; el director –Esteban Anuncibay Letona (hermano Ovidio Bertrán), de 43 años, había hecho la profesión perpetua en 1919 y fue director del colegio del Puente de Vallecas cuando intentaron quemarlo en 1931 (el colegio en la imagen siguiente)- llamó al abogado José María Campoy, que logró evitar ese primer asalto, pero poco después aparecieron 20 milicianos de la CNT a los que no pudieron esquivar.
El 1 de agosto llevaron a los lasalianos a la cárcel, donde una buena mujer y sus cuatro hijas les llevaron comida a diario. Además de rezar, etc., en prisión escribieron cartas que no llegaron a destino porque los carceleros las rompían.
El 30 de septiembre se constituyó el tribunal popular que los juzgó y el juez Lino Martín Carnicero decretó su libertad. Pero el 2 de octubre una orden del comité del Frente Popular lorquino mandó ignorar la sentencia por considerar peligrosos a esos presos.
El 4 de octubre, según el estado 1 de Lorca en la Causa General (legajo 1066, expediente 8 folio 4), fueron fusilados en Murcia dos sacerdotes lorquinos previa condena de un tribunal popular: Ginés Hurtado Lorente y Fulgencio Martínez García; y el día 23 ejecutaron en Lorca, en la carretera de Granada, a otro sacerdote, Antonio Serra Martínez, sin previa condena. Los lasalianos y sacerdotes en Lorca continuaron presos y sin condena hasta el 18 de noviembre. Uno de los milicianos ejecutores, Juan Meras, relató que uno de sus jefes, Avelino Navarro, ordenó a las 5 de la mañana sacar a los cinco lasalianos y dos sacerdotes. Ataron sus brazos, los subieron a un camión y dijeron que los llevaban a prestar declaración. Pero los llevaron a los pozos de azufre del Coto minero donde, el 4 de noviembre, habían matado al mercedario Lorenzo Moreno. Los fusilaron y Navarro los remató, luego algunos milicianos pisotearon los cadáveres o bailaron sobre ellos y los tiraron al pozo de azufre, diciendo: “Es bastante profundo para que nadie se entere que están aquí, y en caso de que triunfen los católicos no vendrán a venerar sus restos”. Tras la beatificación de 2007 se llegó a pedir permiso para buscar los cuerpos.

Con ellos mataron al sacerdote José María Cánovas Martínez, de 42 años y ordenado en 1921, coadjutor de la parroquia de Santiago de Lorca y capellán de la escuela de San José. Según el estado 1 de Lorca en la Causa General (folio 7), con ellos no iba un segundo sacerdote, sino una persona a la que colocan como hermano de la Doctrina Cristiana, llamada Emilio Bilbao González.
Dos sacerdotes más (Manuel Guzmán Nicoline y José Valera Caravaca) aparecen asesinados el día 23 en la carretera de Caravaca, y otro sacerdote de Lorca, José Macho Carrasco, sería fusilado en Murcia el 27 de noviembre por orden de un tribunal popular.
Las salesas que no quisieron separarse

El ambiente en ese piso es descrito por María Encarnación González Rodríguez con la cita de una superviviente: “En aquellos momentos difíciles de persecución religiosa, toda la comunidad de religiosas Salesas tenía una gran confianza en Dios, sintiéndose peregrinas hacia el Cielo. El comportamiento para con el prójimo entre las hermanas de la comunidad era de una caridad total. Como tónica general de todas las religiosas que residían en la comunidad del Primer Monasterio se vivía el perdón a los enemigos, el pedir a Dios por sus almas y sentir una predilección por los pobres y los marginados; hacían penitencia por los pecadores”.
A pesar de que sus familiares les invitaban a ir con ellos o refugiarse en embajadas, decidieron seguir juntas. Los porteros y habitantes las protegían, pero fueron delatadas por la empleada de una familia vecina, con lo que comenzaron a verse sometidas a inspecciones y registros. Finalmente, hacia las 19 horas del 18 de noviembre fueron detenidas por milicianos que las condujeron en un camión a los Altos del Hipódromo, donde las fusilaron. La historia de la séptima salesa real, Cecilia Cendoya, terminará como veremos el día 23.

El dominico que cedió a otro el billete que le salvaba



Puede leer la historia de los mártires en Holocausto católico (Amazon y Casa del Libro).
Puede suscribirse a esta lista de correo si quiere recibir en su e-mail la historia del mártir de cada día.









