Ocho mártires del siglo XX en España nacieron un 18 de abril: un carmelita leonés, un vicenciano burgalés que coincidía con el anterior en llamarse Perfecto, un claretiano gerundense y otro oscense, una monja navarra -general de las Carmelitas de la Caridad-, un franciscano de Toledo (también llamado Pefecto, el santo del día), un lasaliano turolense y un hospitalario granadino.

Escapó a la Revolución en México y en Cádiz, pero no en Madrid

El H. Perfecto del Río tenía un hermano sacerdote en Madrid, D. Cecilio, capellán de la iglesia de San José, Alcalá, 43, Madrid. En la parroquia de San José, como en la mayoría de los templos de Madrid, desde el 19 de julio de 1936 no se volvió a celebrar la santa misa. El párroco cerró las puertas y la iglesia quedó como muda de espanto ante los incesantes desfiles de milicianos. La incautación y expolio del templo aconteció el viernes 24 de julio. D. Cecilio del Río permaneció oculto en su casa, Libertad, 23, 1º.
El sábado 25 se refugiaron con él, su hermano Perfecto y su primo Estanislao Marcos, ambos expulsados de su residencia de García de Paredes. Tenían claro que la casa de un sacerdote no es un refugio donde poder ocultar su situación religiosa, pero tuvieron el consuelo de prepararse juntos al martirio que no tardó en llegar, incluso celebrando la Eucaristía. El 7 de agosto, después de un registro en el domicilio apresaron a los tres: al sacerdote D. Cecilio del Río, al H. Perfecto del Río Páramo y al H. Estanislao Páramo Marcos. Cuatro días después, el 11 de agosto de 1936, aparecieron los tres cadáveres en el paseo de la Chopera, junto a las tapias del matadero. Los dos coadjutores de la parroquia de San José: D. Antidio Ortiz y D. Bonifacio Chacón Martínez también fueron martirizados en la misma persecución religiosa.

Vendían «chorizos de monja»

“Fue cogida prisionera, llevada por los milicianos a una checa, la desnudaron y la llevaron a un patio. La ataron muñecas y tobillos y fue colgada de un gancho a la pared del patio. Con un serrucho la cortaron. Ella rezaba y rogaba por sus asesinos. Estos luego dieron su cuerpo a comer a unos cerdos que tenían allí, que al poco tiempo los mataron y los comían y vendían diciendo que eran chorizos de monja«.
El franciscano que tenía miedo pero soportó 33 días de tortura

Se lo llevaron a la ermita del Cristo, donde tenían presos a algunos más. Fueron 33 días de prisión y tortura: el rostro amoratado, hinchado y desfigurado, los ojos enrojecidos, el cuerpo como si no cupiese en la ropa, en ésta, manchas de sangre. Una persona atestiguó: “¡Hay que ver las palizas que le están dando para que blasfeme y no lo logran!”. Una vez le presionaban: “Di que tu madre es una mala mujer y que la Virgen también lo fue”. Él respondió: “Mi madre no es lo que decís, aunque pudo haberlo sido; pero la Virgen ni lo fue ni pudo serlo”. Alentaba a los compañeros a aceptar el martirio, a no blasfemar, a perdonar a los verdugos y a rezar, y les administraba el sacramento del perdón. Uno de ellos dijo: “era un ángel para todos”. En la madrugada del 17 de octubre, fue conducido junto con cinco seglares al cementerio de Tembleque (Toledo). Expresó su gozo porque iba a alcanzar a Dios con el martirio, animó a los compañeros y les fue dando la absolución, para lo cual pidió ser fusilado el último.
José Loncán Campodarve, clérigo profeso claretiano nacido el 18 de abril de 1915 en Azlor (Huesca), tenía 21 años cuando lo mataron en Cervera (Lleida) el 18 de octubre de 1936. Fue beatificado en Barcelona el 21 de octubre de 2017.


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