En distintas ciudades, el 8 de marzo una gran manifestación recorrió las calles céntricas para reivindicar la igualdad. Cuando se produce una manifestación así, personas de ideas políticas muy diversas suelen estar presentes. La igualdad entre hombres y mujeres en asuntos todavía pendientes, como la retribución económica por el mismo trabajo, es justa reivindicación. Entre los funcionarios, no hay desigualdad, e igualmente debería ser en la empresa privada.
En algunos grupitos se corearon planteamientos ideológicos del feminismo radical, ciego para ver la complementariedad de ambos sexos y la igual dignidad de todas las personas por el hecho de serlo, así como la valía innegable de tantos varones, compañeros nuestros. Y, ¿cómo no?, no faltaban, en la manifestación, incontables mujeres muy femeninas; bastantes, acompañadas de sus maridos.
Una cosa no es tolerable: las frases de falta de respeto y tinte violento que ciertos grupos se atreven a proferir contra instituciones de la Iglesia Católica ( la Conferencia Episcopal), que, desde su origen, ha defendido a la mujer y se ha puesto al servicio de su causa en nuestra época. Multitud de hombres y de mujeres ponemos nuestra confianza en la Mujer que es “el pilar de nuestra Historia”, la Virgen-Madre. A Ella le cantamos:
“Siempre que tengo dudas, en ti encuentro certeza. Siempre que tengo miedo, eres tú mi valor. Siempre en mis desalientos, eres tú mi confianza. Y tu nombre yo invoco como ayuda y favor”
https://www.youtube.com/watch?v=ErHZ9JWen18