Recuerdo que a las 5:20 de la mañana del 11 de noviembre de 1918, a bordo de un vagón de tren en Compiègne, los aliados y Alemania firmaban el armisticio que ponía fin al más terrible conflicto bélico hasta entonces conocido por la humanidad. La canciller Merkel y el presidente Macron visitaron esta ciudad francesa en uno de los principales actos conmemorativos del centenario de la Gran Guerra, que al dramático balance de sus 10 millones de combatientes muertos debe sumar los 60 millones de su corolario de dos décadas más tarde, la II Guerra Mundial. Conmemoraciones que le recuerdan a Europa que la paz no puede darse por garantizada y que, de forma más o menos explícita, están repletas de paralelismos con la situación actual.
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