Hay que señalar, inicialmente, que Singer se coloca en un pensamiento clásico que va contra el relativismo y el subjetivismo que dominan en algunos entornos culturales y filosóficos, porque está convencido de que a través de la discusión y el razonamiento podemos alcanzar un punto de vista más amplio.
¿En qué consiste tal punto de vista? En tomar en consideración el universo, lo general, hasta el punto de llevarnos a vivir con más ética, es decir, con más altruismo, según un modo especial de entender estos términos.
Se podría decir, entonces, que Singer sería parte de la Ilustración, ya que confía en que la razón, a través de una buena educación, sería suficiente para mejorar al ser humano, más allá de los prejuicios y errores que, según él, perviven en tradiciones religiosas o de otro tipo.
Creemos, sin embargo, que la razón humana no solo no llega a las tesis de Singer, sino que, usada adecuadamente, conduciría a tesis muy diferentes. Y esto en tres áreas en las que nuestro autor merece ser discutido: la antropología, la ética, y la bioética.
En cuanto a la antropología, muchos filósofos se han preguntado si exista y cuál sea la especificidad del ser humano. Las respuestas han sido heterogéneas, y giran entre dos polos fundamentales: aquellos que ven al hombre como un ser explicable solo de acuerdo con las leyes inmanentistas del universo; y aquellos que ven al hombre como un ser que posee algo que va más allá más allá de los límites del mundo material, es decir, como un ciudadano de dos mundos, el de la materia y el del espíritu.
Peter Singer considera que un modo de interpretar a Darwin llega a negar que exista la espiritualidad del ser humano y, en consecuencia, es incorrecto pensar en una diferencia radical entre humanos y animales. Desde esa perspectiva, sostiene que no todas las vidas humanas tengan el mismo valor, pues solo lo tendrían aquellas vidas (humanas o no humanas) con ciertas características, como por ejemplo la autoconciencia y elaborar proyectos para el futuro.
Aceptar la visión antropológica de Singer (hombres y animales no son radicalmente diferentes, no todos los hombres son iguales en dignidad) llevaría a quienes defienden el uso de animales en la experimentación a admitir también la posibilidad de experimentar con aquellos niños (o adultos en estado vegetativo persistente) que tengan un grado de conciencia igual o inferior que el poseído por tantos animales utilizados en los experimentos.
En otras palabras, admitir un darwinismo ideológico como el de Peter Singer llevaría a compartir las conclusiones de este autor, y de otros autores que piensan como él (como J. Rachels y E.O. Wilson), al negar que exista una dignidad superior de la especie humana sobre otras especies.
En cambio, cuando a través de una buena reflexión filosófica reconocemos la presencia en la especie humana de una dimensión espiritual que va más allá de las leyes de la biología y la física, se alcanza la certeza de que cada ser humano posee una vida que dura más allá de la muerte.
En cuanto a la ética, Singer ayuda a resaltar algunas incoherencias de diferentes propuestas éticas, tanto a nivel teórico como a nivel aplicativo, que están presentes en buena parte de la cultura contemporánea. Como alternativa, intenta construir, a partir de los presupuestos del utilitarismo, una ética que considera más coherente y más rigurosa (es decir, justificada).
Pero su propuesta incurre en serios errores precisamente por no poder entender la conexión entre ética, antropología y metafísica. La importancia de los resultados y la atención al placer e intereses de las personas ciertamente juegan un papel importante en la ética, como explica Singer; pero la ética solo puede ser completa cuando reconoce en el ser humano las aspiraciones y necesidades profundas que surgen de su naturaleza espiritual y que solo serían plenamente alcanzables en una vida más allá de la muerte.
Respecto a la bioética, Singer tiene cierta razón al indicar algunas contradicciones de las sociedades que admiten el aborto, pero rechazan el infanticidio o la eutanasia. Según este filósofo australiano, la visión a través de la cual se considera éticamente legalizables ciertos abortos es esa misma visión que abre el espacio al infanticidio en condiciones similares, y a la plena liberalización de la eutanasia voluntaria y del suicidio asistido, según una noción de calidad de vida que proviene tanto de la antropología como de la ética de muchos contemporáneos.
En cambio, cuando superamos los límites de la antropología y de la ética de Singer, llegamos a conclusiones totalmente diferentes, con el simple uso de la razón. Por ejemplo, sería posible comprender que cada aborto es un acto contra la justicia, un delito, y que la calidad de vida no es el único criterio en las propuestas bioéticas, pues solo tiene sentido pleno si está unida a otra visión, la que admite la importancia de la sacralidad de la vida.
Peter Singer sigue siendo un paradigma de lo que puede ser el punto de llegada de quienes conciben la vida y el lugar del hombre en el universo sin ninguna apertura a la transcendencia. En otras palabras, es un buen ejemplo del esfuerzo de la Ilustración por elaborar una ética coherente capaz de llevar a los seres humanos hacia un mundo hipotéticamente mejor.
Pero este punto de llegada está lleno de errores precisamente porque depende de suposiciones insuficientes y engañosas, que están presentes en la cultura contemporánea y que han de ser corregidas y superadas con un buen uso de la razón.
Este sería uno de los grandes desafíos que Peter Singer deja a la antropología, a la ética y a la bioética. Responder adecuadamente no solo ayudará a promover una mejor bioética, sino que también servirá para superar las inconsistencias de muchos países que han legalizado el aborto o la eutanasia, y para proteger el derecho a la vida de todo ser humano dotado de una dignidad intrínseca y abierto al horizonte de una vida más allá de la muerte.
Cuando superamos los límites de la antropología y de la ética de Singer, llegamos a conclusiones totalmente diferentes, con el simple uso de la razón. Share on X