En Roma, en la histórica cumbre a la que el Papa ha convocado a obispos de todo el mundo, se han escuchado en el Vaticano historias desgarradoras, palabras no precisamente complacientes.
Por un mal entendido deber de proteger la institución, muchas víctimas quedaron desamparadas. Ese encubrimiento es lo que a toda costa quiere evitar la Iglesia en el futuro. Y tras hacer frente en su propia casa a estas situaciones, ayudar también al conjunto de la sociedad a hacer frente a unos crímenes de los que no podrá estar completamente a salvo, pero ante los que no cabe mirar hacia otro lado, ni pretender ocultarlos bajo la alfombra. Ese tipo de respuestas, lo hemos podido comprobar ya en demasiadas ocasiones, solo genera más impunidad y sufrimiento.