Con esto en mente, se entiende por qué la convocatoria de un segundo referéndum en Gran Bretaña sería la peor opción para los pro-Brexit.
Frente al argumento de que ahora los británicos conocen mejor las duras condiciones de Bruselas o las pérdidas económicas que conlleva la salida de la UE, «lo que hace perfectamente coherente con la democracia que los votantes tengan la oportunidad de cambiar de opinión», como dijo en un debate televisado Lara Spirit, copresidenta de la campaña Our Future Our Choice, Slater niega que la celebración de otra consulta sea lo más democrático.
«Cuando votas, esperas que sirva para algo. (…) Cuando tomas una decisión en un referéndum histórico, con una participación histórica y un resultado crucial, esperas que lo que ha salido se lleve a la práctica antes de que se vuelva a votar ese asunto. Creo que es una tremenda falta de honradez decir que volver a votar hasta que salga el resultado que te gusta, supone más democracia».
Y a quienes les preocupa el hastío con los políticos, les recuerda que repetir la consulta sólo traería más desencanto: «Tony Benn [un destacado político laborista fallecido en 2014] decía que mucha gente en este país no tiene dinero ni influencia, ni la atención de quienes gobiernan. Pero les queda el voto. Y en el momento en que lo desprecias, como ocurriría con un nuevo referéndum, les estarían dejando sin muchas opciones».
Los laboristas -igual que los tories- están divididos. El mismo día en que el Parlamento británico rechazó la moción de censura a Theresa May planteada por Jeremy Corbin, un tercio de los diputados laboristas (71 de 256) presionaron a su líder para que apoye un segundo referéndum sobre el Brexit, opción que por ahora parece improbable, si bien cuenta con el respaldo del Partido Nacionalista Escocés, los liberal-demócratas y los Verdes. Por su parte, May dejó claro en septiembre que volver a plantear la consulta sería «una traición grave a la democracia» y a la confianza de los ciudadanos.