Viven y trabajan por estímulos, tumbeando a rapto de antojos, sin argumentar ni justificarse en su alma su actitud sin ética ni moral, como aquel timonel que avanza a golpes de timón. Su vida no es más que un intercambio de cepillos de dientes, para acabar sin cepillárselos ellos, aunque a ti te mandan a cepillar porque “te huele mal la boca”, sin advertir que ellos apestan a tigre, pues ya han perdido toda capacidad de examinarse, si algún día la tuvieron.
Más aún, necesitan tu validación permanentemente, y si no les das, lejos de pedírtela por las buenas, incluso te la exigen por la fuerza. Sabes por experiencia que no entienden el juego ni saben jugar. Por eso hacen trampas y dinamitan toda moralidad de sus obras porque no razonan, sino que reaccionan justificándose ante su sentimiento de culpabilidad, sin asumir lo más mínimo su carga moral: la marabunta les da su martingala.
Con ellos se siente uno como cuando aprietas el botón de la aspiradora: mucho ruido y pocas nueces, pero te chupan la sangre y te dejan tirao cual pingajo maloliente cuando ya no les sirves… o eso se creen o quieren creer firmemente, pues los hechos les delatan y les demuestran que tú te sostienes con la dignidad del que no tiene nada, mientras ellos, teniéndolo todo regalado, la necesitan más que nunca porque la han perdido, y lo demuestra la evidencia de que te siguen y te imitan. Eso sí, te rechazan todo intento de acercamiento y entendimiento, porque es aquello de lo que más carecen: ni entienden, ni te entienden, ni se entienden.
No saben qué es la amistad, ni disfrutan dando y recibiendo amor, porque empiezan por no saber qué es amar: relación incondicional de dos seres en un encuentro de comunión. Sin más. Sin menos. Al contrario, gimen y mueren en vida con el corazón enfermo, chupando cuanto pueden, aparentando todo cuanto dan. Sin amor. Con interés cautivo.
Muéstrales con hechos más que con palabras por dónde deben ir. Tu fuerza −contra viento y marea− es la fuerza del silencio que les da a entender su ineptitud. Tu guerra es la del amor, que da sin esperar, pero que después de dar te retiras sin ostentar lo que das, porque tu dar debe ser silente y desprendido a diferencia del trueque de ellos, y solo deberás compartir mesa a condición del respeto y la justicia que se debe a todo quién, como tú lo cumples con rigor de ermitaño hasta día de hoy.
Ten paciencia, todo llega: el tiempo lo dirá, como ya lo va diciendo. Tú, labora sin ostentación. De esta manera, tu autoridad moral brillará como el sol de mediodía sobre toda tierra conocida, y dejarás una estela que permanecerá a prueba de huracanes y tifones hasta bien entrada la noche, que será cuando, guiado por tu Estrella, te retirarás a descansar ufano y gozoso sabiendo que has cumplido. Entonces, solo tú serás capaz de entender el percal, porque solo Dios te guía, con su estela de amor… y, por eso y por tu amor, solo Él tiene y tendrá la autoridad de juzgarte un día: solo Él te acogerá −para siempre−, con quien te haya acogido, y nunca más estarás solo. ¿Qué más podrías desear?
Twitter: @jordimariada
Tú te sostienes con la dignidad del que no tiene nada, mientras ellos, teniéndolo todo regalado, la necesitan más que nunca porque la han perdido Compartir en X









