Lo que ahora se llama conquista social parece pretender sustituir al término anterior de civilización. La civilización era el patrimonio cultural de una sociedad que conseguía que sus individuos se comportaran y relacionaran de forma genuinamente humana, no como simples animales. Así, la persona civilizada era capaz de reprimir sus instintos por el bien de sus semejantes y de toda la sociedad, al contrario que los salvajes, que se dejaban arrastrar habitualmente por sus deseos más primarios. Desde los reyes babilónicos hasta la conquista del oeste, el deseo de la sociedad occidental ha sido extender su civilización.
Sin embargo, desde el siglo XVIII, en la Europa civilizada se ha desarrollado la idea de que es más humano el salvaje que el civilizado, y que la sociedad desinhibida es más humana que la que reprime sus instintos. Por tanto, la sociedad evoluciona si se libra de sus ataduras civilizadoras. Así ha ido trazándose una línea de pensamiento y acción, desde Rousseau, pasando por Marx, Nietzsche, Freud… hasta los fascismos, la revolución rusa, las terribles dictaduras comunistas de Asia… 1968, la revolución sexual, el movimiento hippie… los escraches, las modernas revoluciones populistas… Todo esto tiene un punto en común: para esta forma de pensamiento, la conquista social es lo mismo que la demolición de la civilización.
Por lo tanto, el sintagma conquista social no es para ellos simplemente un modernismo, no es una evolución homónima de la palabra civilización, es su misma contradicción.
¿Es nuestro mundo un lugar cada vez más civilizado? Si las conquistas sociales son realmente civilizadoras, la respuesta debe ser rotundamente sí, después de tantas conquistas conseguidas. Si, al contrario, van minando la civilización que nos protege de nuestro lado salvaje, la respuesta es claramente no. Juzguen ustedes mismos.
Hasta ahora, la protección de la vida de los más débiles y de los enfermos, incluso defendiéndola de posibles deseos suicidas, se consideraba una actitud civilizada. Parece que ya no.
Hasta ahora, la protección de la vida de los más débiles y de los enfermos, incluso defendiéndola de posibles deseos suicidas, se consideraba una actitud civilizada. Parece que ya no. Share on X