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¿Cruz o Resurrección?

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Es Viernes Santo. Podría ser propuesto a la ONU para que lo proclamen Día Internacional de la Cruz, y por extensión, de toda cruz que nos presenta la vida, que no son pocas. “¿Qué es la Cruz?”, podrías preguntarme. Te diré que Jesús (Dios y hombre) murió en ella, y por eso es la expresión del Amor con mayúscula que Dios tiene por ti, motivo por el cual cargándola con tu amor eres capaz no solo de alcanzar las estrellas, sino el mismo Cielo, con mayúscula también. Porque si Dios te la da es para que la cargues con amor, imitando el esfuerzo abismal que le superó a Él el primer Viernes Santo de la Historia.

¿Qué es la Cruz?

Insistamos. La Cruz es Cruz, no nos engañemos. Pesa y aplasta, duele y lacera. No obstante, eso no es excusa para despreciarla y echarla por los suelos a los puercos. Más aún, haciéndolo no consigues más que acrecentar tu dolor, con lo cual, como acabarás cargándola igualmente, tu sufrimiento se recrudecerá y se volverá tormento. Debes cargarla. Con paciencia y con amor. Solo así, Dios mismo se hará presente en tu vida, pues dicen los místicos que solo a través de la Cruz encontramos a Dios. Solo llevando la Cruz y muriendo en ella resucitaremos. De la muerte a la Vida. Del patíbulo a la Gloria eterna. Ahí radica la Llamada. Tu llamada y la mía. Hagámosles caso.

Eso sí, no nos engañemos, existe el demonio. Ese ser poderoso y envidioso quiere engañarnos confundiendo nuestro mísero entendimiento haciéndonos creer que somos el centro del Universo, y que a nuestro alrededor debe girar todo. Es su orgullo, que trata de contagiarnos por todos los medios a su alcance. Ciertamente, lo tiene muy fácil, porque nosotros somos de carne, y nos tira la carne. Pero si crucificamos la carne, nuestro espíritu se libera y se eleva, y vuela hacia la eternidad.

El demonio –por envidia– busca perder nuestro espíritu tratando de que no creamos que como ser espiritual existe, pretendiendo arrebañarnos con las excentricidades de la carne, que no es más que barro, un lodazal donde nuestro espíritu naufraga y se ahoga. “Seréis como Dios” (Gén 3,5), nos sugiere a grito pelado, tratando de pringarnos con su baba asquerosa. “Créeme”, nos susurra como brisa suave el Espíritu de Dios al oído: “Yo soy tu Camino, tu Verdad y tu Vida” (Cfr. Jn 14,6).

La vida propone, nosotros elegimos

La disyuntiva es sugerente entrecortadamente, y nos quema la piel con hiel dulzona. ¿Qué hacer? La alternativa es clara como el día y oscura como la noche. Primero vivimos la noche, y tras ella, emergiendo de sí misma, sigilosamente nace el día.

Nadie lo diría, pero abriéndonos Camino con valentía y perseverancia, el alcance de la Verdad es de tal magnitud, que en el momento más inesperado, nos alzamos sobre las cenizas de nuestros propios pasos abrasados, y nacemos a la Vida. ¿Podrías soñar algo mejor? “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre las cosas que preparó Dios para los que le aman” (1 Cor 2,9). Si eso es así, ¿cabe desertar de la Patria eterna, para la cual Dios nuestro Padre nos ha creado?

Desconcierta nuestra herencia, pues a decir verdad, no hemos hecho nada para merecerla, porque para empezar, nada seríamos si el soplo del Espíritu de Dios no hubiera soplado. Nada es n-a-d-a. Creer lo contrario es presunción, inspiración diabólica o analfabetismo pretendidamente creativo.

¿Acaso sonó la flauta por casualidad? Dime pues: ¿De dónde surgió la flauta? …Y ¿quién la sopló? Y sobre la existencia del demonio: ¿de dónde proviene el Mal, tan presente en el mundo, si el Universo (el Universo que tú dibujas), si Dios (tu dios que desdibujas) es tan benevolente como dices con razón? ¡Venga, hombre, no me vengas con monsergas! Por este derrotero, solo encontraremos paja, y la paja es para quemar, o para que pasten las bestias. ¡Allá ellas! ¡Tú, al Cielo!

De la Cruz a la Resurrección

Es cierto. No hace falta que le demos demasiadas vueltas. La Cruz es Cruz, y no historias de cómic. Porque sí. ¿Has visto alguna vez una de esas cruces que representan un Cristo con los brazos despegados del madero y alzados a modo de resurrección? ¡Eso no es la Cruz de Jesús! ¡Es huir de la Verdad misma que encierra! Parece como si nos dieran a elegir entre la Cruz y la Resurrección, y una no casa sin la otra.

No olvidemos nunca que la Cruz es el símbolo del cristiano, porque Jesús murió crucificado en ella (murió), pero no resucitó (resucitó) hasta estar sellado en el sepulcro. Toda otra cosa no es más que huir de la Cruz. Por miedo. Por falsa benevolencia. Por ignorancia. Por mala idea.

¿Qué hacer?

“Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! (Jn 5,39-40). “La obra que Dios quiere es esta: que creáis en el que Él ha enviado” (Jn 6,29). Esas breves palabras podrían bastarte.

Por tanto, no olvidemos lo más importante, que no es la Cruz en sí misma, sino su fruto, que siempre es Vida. Eso es todo. La Cruz no solo no excluye que haya Resurrección, sino que la anuncia. Por eso celebramos como el día más importante del año cuando conmemoramos que Jesús resucitó: ese es el día de Pascua, que debería ser el Día Internacional de la Resurrección. Mientras ellos se lo piensan (a este paso, quizás lleguen tarde), no perdamos el tiempo nosotros, y estemos atentos a la llamada de cada momento: habrá Cruz y habrá Resurrección. ¡Acojámoslas!

No olvidemos lo más importante, que no es la Cruz en sí misma, sino su fruto, que siempre es Vida Clic para tuitear

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