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Te bajan las visitas de Twitter debido a los cambios que le está haciendo Elon con sus congéneres, y adviertes que la cruz que sentías que se había alejado de ti los últimos meses consolidando tus seguidores en esa red social, arrecia ahora inesperada en tan despechada encrucijada. Es cierto que, por mínima que sea, es una parte de la Cruz que lleva Jesús a tu lado, y que, como a Cirineo que pasa deambulante, te pide que compartas un ratillo, para hacer tu Cuaresma revolucionaria en este mundo hedonista y concupiscente, de camino a tu Cielo eterno. ¿La acogerás, o dejarás a tu Maestro una vez más en la estacada?

Cruz no quiere decir santidad, pero suelen ir juntas. La Iglesia nos recuerda que nuestra santidad la conquistamos (la arrebatamos de las manos de Jesús) cuando llevamos la cruz que Jesús nos pide, y la soportamos sin rechistar… o, más aún, la acogemos y hasta la deseamos y buscamos. No es imprescindible buscarla, aunque conviene para nuestra edificación que estemos dispuestos a soportar sobrellevando y compartiendo con alegría las penas que observamos que son excesivas para nuestros hermanos. En rigor, nunca son  excesivas, porque Él, el Maestro, sabe cuál es nuestra fuerza y que lo que nos pide está dentro de los niveles limitantes de nuestra fortaleza… y posiblemente Él hace que advirtamos esas penas para que hagamos el gesto de arrebatarlas de los hombros del hermano con el fin de aligerarle.

Observa una cosa, hermano, hermana del alma. La Cruz tiene al menos dos caras: la que te pide Jesús y la que te acoges tú. Pues no debemos olvidar que el sacrificio es siempre –en última instancia– voluntario: ese es el valor de la mortificación, que o la aceptas o te rebelas. Como demuestra la experiencia, la práctica religiosa sincera (al menos la católica) no solo aporta salud espiritual, sino también psíquica y hasta física. Con el bien entendido que la Cruz no buscada resulta ser a menudo la más pesada, puesto que con ella debemos aceptar con paciencia las siempre dolorosas punzadas de cruz cotidianas, no a regañadientes, sino con nuestra implicación voluntaria, que ha de ser considerada según sea “relacionada con el punto de partida, el camino y la meta a alcanzar”, y por “este desprendimiento deja al alma en tinieblas y como sin nada” (santa Edith Stein. Ciencia de la Cruz. Ed. Monte Carmelo. Burgos, 2000. Pág. 80). ¡Pero ojo al dato, amiga, amigo!: no por buscarte a ti mismo (enorgulleciéndote y tratando de ser de los demás visto), sino por amor a Jesús, que es la cara del Padre.

De esta manera es como mortificas tus pasiones en silencio: “que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha” (Mt 6,3), “[procurando no hacer] para ser vistos por los hombres” (Mt 23,5), sino por amor a Dios, “que ve en lo escondido, te recompensará” (Mt 6,6). Digámoslo de otra manera, hablando en castizo: no se trata de cómo te maquillas y pintas un cuadro de tus andanzas buscando con tu cruz orgulloso el aplauso de los demás, sino en silencio y sin que se vea: “Tú, en cambio, entra en tu cuarto (…) y tu Padre, que ve en lo escondido, te premiará” (Mt, 6,1-18). Decía el que fue director espiritual mío 24 años: “La mejor victimización es aceptar la voluntad de Dios en cada momento”. Lo contrario, hermano, hermana del alma, eso de atribuirse cruces delante de los demás, es muy dulzón, lejos de la ascética que Dios te pide. Y es diabólico.

Aceptas tu Cruz. Compartes la de Jesús. Será entonces cuando te darás cuenta de que el bajón sufrido en tu Twitter no era la cruz que suponías, sino un mínimo y hasta exquisito precio a pagar por el pasaje al Cielo que Dios te tenía guardado. Ahí disfrutarás de lo lindo, liberado de todo sufrimiento y rebosante de una paz alegre indescriptible. Aquello que te habrás dejado en tu vida terrena lo recibirás con creces multiplicado en tu renacimiento espiritual, acumulando riqueza en tu tesoro escondido, pues en la Cruz encontrarás tu Resurrección (Cfr. Mt 13,44).

¡Eureka! Habrás llegado al fin a “lo que Dios tiene prometido a los que lo aman” (St 1,12). Y abrirás tu cofre, frente al cual aspirarás hondo y liberarás tus pulmones en una exhalación eterna, libre ya de todo aire contaminado. “Ésta es la propiedad del espíritu purgado y aniquilado acerca de todas particulares aficiones e inteligencias, que en este no gustar nada ni entender nada en particular, morando en su vacío, oscuridad y tinieblas, lo abraza todo con gran disposición” (san Juan de la Cruz, citado por santa Edith Stein en Ciencia de la Cruz. Pág. 171). Así será como, al fin, descansarás, y lleno de alegría y gozo te henchirás glorioso… y por tu cruz vivirás.

La Cruz tiene al menos dos caras: la que te pide Jesús y la que te acoges tú Share on X

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