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“Dime de qué alardeas…”

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“… y te diré de qué careces”. Es claro el proverbio. Es parecido a otra sentencia para la posteridad que hace un tiempo dejó caer la vendedora de la tienda de la esquina: “Si alguien viola a mi hija, lo mato”. ¡Y lo hizo como si nada, y sus compañeras callaron! Le tienen miedo, o quizás la dejan para la eternidad, cuando Dios Omnipotente le pasará factura de tan soberano atrevimiento. ¡Atentar contra la vida! Por ahí se empieza. Todos sabemos que todo empieza por un impulso, seguido de un pensamiento, al que sucede un deseo… hasta que, por el silencio de la audiencia que debía exigir una explicación, ¡se quita una vida!

Todos los asesinos son personas. Por eso todos tienen emociones, y en consecuencia sienten primero lo que el cerebro luego deberá razonar. Lo ha demostrado la ciencia. Pero eso no quita que debemos razonar. Es aquello que viste otro dicho atribuido a Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”. Pero el corazón arrebatado, sin ser sometido a la criba del raciocinio, es un caballo desbocado. Empieza por suprimir la fama y el buen nombre y acaba eliminando una vida.

Cada nota en su tecla

Esa mujer está enferma. Por eso, cuando le paré los pies tras manifestar ella tal atrevimiento, no hubo movimiento alguno en mi favor en el corro de colegialas que atienden la tienda con ella. Le afirmé que lo que debería hacerse con ese hipotético violador de su hija era encerrarlo en una celda, y ella saltó aduciendo que además deberían llevarlo al psicólogo. Tenía razón. Siempre me ha quedado el retintín de si yo debí saltarle con que la primera que debía ir al psicólogo era ella. No la conocía, y por eso me callé, para no hacer más daño a lo que intuí como alma atormentada por su propia sombra. Y así es. Después de haberla tratado más de siete años, no hay duda de que, si vuelve a hacer semejante afirmación (que, como ya me conoce bien, delante mío difícilmente la hará), la enviaré al psicólogo. Porque, como me saltó a la vista con mi primera intuición, esa mujer está sometida por su ego.

El pan nuestro de cada día

¿Cuántos “personajes” conoces, hermano, mi hermana del alma, que se carcomen a sí mismos con las tan de moda ansias de notoriedad? Y aquí no se trata del trabajar bien, y para ello querer escribir mejor, triunfar en un proyecto vital… ¡se trata de querer pisar o no pisar al hermano! La tele está llena de personajes tales como políticos, empresarios, periodistas, médicos… ¡de todo hay en la viña del Señor! ¡Es el pan nuestro de cada día!

¿Qué sistema observas que utilizan esos personajillos? Sencilla y llanamente, “matar” al hermano. Lo harán con más o menos disimulo o hasta con pretendido sentido del humor, ¡pero eso es matar al hermano! ¿Cuántas de sus víctimas ves sobresalir? ¿No observas que esos personajes lo que hacen es acribillar a aquel que suponen que no les podrá?

Necesitamos a un contrincante que sepa y pueda decir “¡Basta! ¡Se acabó! ¡Hasta aquí hemos llegado!”. El problema es que alguno que habría no quiere comprometerse ni enfangarse para no ensuciarse las manos, pues, como ya hemos denunciado muchas veces, estamos narcotizados por el bienestar; nos han drogado, y nosotros hemos colaborado en su “lavado de cara”. Porque cuando sale alguien que tiene la valentía de levantar la voz con razones, le ignoramos o hasta le tapamos la boca, por aquello de que no venga a desperezarnos cuando estamos arrellanados en el sofá. Porque hemos llegado a un punto que todos somos culpables.

¡Basta! ¡Levántate, hermano, mi hermana del alma! No permitas que nadie venga después a matarte a tu hija… o a matarte a ti… con la excusa de que lo que dices le desentona la cantinela que se ha montado en su cerebro acogotado por tanto dejarse ir. Estés donde estés, haz lo que puedas; cada uno debe moverse desde su lugar, y así juntos organizaremos en red el convite que deberíamos haber organizado ya. Eres tú quien, decidido y a por todas, deberías dar la vida.

No te escudes en “Y yo, ¿qué puedo hacer?”, o en “¿Qué harían mis hijos sin mí?”. ¿A quién quieres que recuerden: a un pelele o a un héroe? Siempre puedes hacer algo. ¡Hazlo! No lo dudes: un día vendrán a por ti, y ya será tarde. Según haya sido tu dejadez, con mayor o menor intensidad, arderás en el Infierno. ¿Quieres que el Infierno te empiece aquí? ¡Así que actúa!

Post data: Empieza por no abusar de tu hermano. Dios te lo ha puesto para que le ayudes… y así te hagas santo.

Twitter: @jordimariada

Todos sabemos que todo empieza por un impulso, seguido de un pensamiento, al que sucede un deseo… hasta que, por el silencio de la audiencia que debía exigir una explicación, ¡se quita una vida! Compartir en X

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