Por Jesús Martínez
Orban, Primer ministro húngaro, ha ganado sucesivas elecciones con un discurso populista que coloca en permanente confrontación los intereses de su país con los de la Unión Europea. Siempre arrogante en sus formas, su exitoso discurso incurre en contradicciones como defender las raíces cristianas y rechazar visceralmente la acogida a inmigrantes y refugiados, uno de los rasgos de la identidad cristiana del continente.
En cualquier caso su desafío no debe tomarse a la ligera porque Hungría lidera a los países críticos con las políticas migratorias europeas como Polonia, Eslovaquia y la República Checa. Para resolver este problema no serán suficientes las sanciones, que incluso pueden incrementar la popularidad de Orban en su país.