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Dos posturas ante el racismo

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Entre las muchas posturas que existen al afrontar el tema del racismo, hay dos que parecen antitéticas.

La primera postura considera que el propio grupo (cultural, étnico, sociológico…) estaría seriamente herido por actitudes racistas, mientras que la mayoría de los otros grupos no estarían afectados por el racismo.

La segunda postura, al contrario, considera que el propio grupo estaría limpio de actitudes racistas, y que el racismo existe sobre todo en los demás grupos.

Salta a la vista que ambas posturas son erróneas, pues simplifican y distorsionan la realidad. Pero, aunque parezcan antitéticas, tienen raíces comunes.

¿Cuáles serían esas raíces? La primera resulta bastante obvia: desconocer la realidad. Los dos grupos suponen conocer cuáles sean las actitudes que dominan o no dominan en ellos y fuera de ellos, cuando la realidad es mucho más compleja.

La segunda raíz consiste en un prejuicio simplificador: clasificar a todos los miembros del propio grupo y de los demás grupos según un presupuesto que se obtiene a partir de informaciones parciales, de vídeos o lecturas, de comentarios que se difunden a través de los medios de comunicación.

Estos dos grupos podrán superar sus errores y desenfoques con un serio y honesto estudio de la realidad sobre lo que piensan y sienten las personas que pertenecen a los distintos grupos analizados.

Ese estudio permitirá ver, por ejemplo, que hay racismo en grupos que se autodeclaran víctimas de discriminaciones, cuando en realidad muchos de sus miembros actúan con desprecio y agresiones gratuitas hacia personas de otros grupos.

Descubrirá también que en grupos considerados como culpables de racismo existen personas que luchan seriamente a favor de los derechos de todos, que promueven la convivencia, que trabajan para superar prejuicios.

Pero no basta con ese estudio, si antes no se llega a un principio fundamental a la hora de afrontar los problemas sociales: las responsabilidades (para lo bueno y para lo malo) existen solo porque cada uno tiene la libertad suficiente para escoger entre lo bueno y lo malo.

Se trata de un principio que algunos no comparten, sobre todo en teorías que suponen que los seres humanos son esclavos y títeres de las neuronas o de mecanismos psicológicos, o que piensan y actúan desde presiones sociales ante las que no pueden escapar.

Solo un estudio serio de la realidad, de los modos concretos de comportarse de las personas y los grupos, y desde una perspectiva antropológica correcta, será posible afrontar temas como el racismo, y dejar a un lado prejuicios que niegan la existencia de la libertad humana.

A partir de ese estudio, podrán buscarse medidas concretas para educar a los individuos y a los grupos, para aprender a respetar y a acoger a cada ser humano, sean cuales sean sus características personales y sus pertenencias a determinados grupos sociales.

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