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El aborto, el gran debate americano

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Sin ser estadounidense, y por tanto sin estar directamente concernido, comparto el punto de vista formulado por Peggy Noonan el 5 de mayo en The Wall Street Journal, sobre la filtración publicada en Político del borrador de la posible sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América, que dejaría sin efecto la famosa sentencia de 1973 Roe contra Wade, que dio pie a la legalización generalizada del aborto.

La alarma que muchos sintieron por la filtración de un borrador completo de la decisión de la Corte Suprema no debería disiparse a medida que pasa el tiempo. Tal cosa nunca ha sucedido. La opinión preliminar del juez Samuel Alito, que fue tomada de la corte, sin permiso ni derecho, y entregada a la prensa fue un acto de sabotaje por parte de un vándalo. Apenas importa si el filtrador era de izquierda o de derecha. Reflejaba el mismo espíritu que el motín del Capitolio del 6 de enero: la destructividad irresponsable”.

A partir de aquí vayamos por partes:

El borrador de Alito no prohíbe el aborto

En contra de la campaña mediática, que ya ha empezado en nuestro país, el borrador filtrado no prohíbe nada. Lo que sí hace es formalizar algo sabido de siempre: la debilidad jurídica de la sentencia Roe contra Wade. Esta decisión de la Corte Suprema, no entró en el meollo de la cuestión -ahora tampoco lo hará-, que no es otro que el carácter constitucional de matar al nasciturus por la sola decisión materna. Lo que razonó dicha sentencia era que tal decisión pertenecía al ámbito de la intimidad de la mujer, presuntamente regulada por la Constitución de los EUA.

También hacía otra cosa decisiva. Establecía una norma a nivel federal, la de la legalidad del aborto a causa de aquel derecho a la intimidad y se situaba, por consiguiente, por encima de la legislación de los estados. Porque, y esto se olvida, antes de Roe, el aborto tenía carta de naturaleza, solo que dependía de los legisladores de los estados, lo que en la práctica lo hacía más restrictivo allí donde estaba legalizado. Aquella situación presentaba, con relación al escenario actual una singularidad, dado que geográficamente las posiciones eran en buena parte inversas a las actuales. Más permisivos en el Sur, más restrictivos en la Costa Este.

El problema bien sabido de la poca consistencia jurídica de Roe, era que ni el aborto ni la intimidad forman parte de los derechos constitucionales establecidos. Se trataba de una interpretación escasamente fundamentada. Lo que ha sucedido a lo largo de estos años son dos hechos hasta cierto punto sorprendentes. Por una parte, las mayorías demócratas largamente establecidas en el Tribunal Supremo, no han tenido ningún interés en dar más consistencia a la cuestión, porque se daba por resuelta. Por otra, su levedad jurídica podía haber sido corregida por alguna de las administraciones demócratas, que se han sucedido a lo largo de estas décadas, la última la de Obama, mediante una ley federal que afianzara las consecuencias de Roe. Pero no se ha hecho, porque nunca ha estado claro que el aborto permisivo tuviera una mayoría suficiente en el Congreso y el Senado. Incluso ahora con un Biden contra las cuerdas, la maniobra demócrata consiste más en impedir la sentencia, de ahí la filtración, que en lograr una ley a favor del aborto en el ámbito federal. Estados Unidos, ciertamente poco tiene que ver con España.

Lo que hace ahora el borrador del juez Alito, es señalar que la federación carece de competencia constitucional sobre esta materia, y devuelve  su regulación a los estados, aplicando así el principio federalista de que todo aquello que no está expresamente definido como atribución del poder central, es competencia de los sujetos federados.

La Constitución no tiene nada que decir sobre el aborto. No existe tal derecho, dice Alito, en ninguna parte del documento o en sus enmiendas. El  resultado de esta decisión, si se produce en los términos filtrados, no será la prohibición del aborto, sino un escenario parecido al de la pena de muerte. Habrá lugares que limitarán rigurosamente el aborto, como Texas, y otros que serán libérrimos y lo permitirán prácticamente hasta el nacimiento de la criatura, como Nueva York.

En teoría, un libramiento de este tipo a la democracia de base debería entusiasmar al mundo progresista y a los partidarios del autogobierno y el federalismo. Pero no es así, como se observa en las reacciones de nuestros lares. Se prefiere una sentencia deficiente que la devolución del poder de decisión a las bases estatales. Y es que en realidad la ideología puede a los principios. Solo se aceptan las consecuencias del juego democrático y de la separación de poderes, si son favorables a sus dogmas, que una vez establecidos no pueden ser modificados, porque se consideran “derechos”, aunque tal calificación solo la asuma el legislador de parte, y no responda a ninguna jurisprudencia largamente establecida. Los jueces son adecuados si responden a su ideología, pero son rechazables cuando no es así. Cuando el Tribunal Supremo estaba dominado durante muchos años por una mayoría Demócrata, sus decisiones no eran cuestionables. Cuando la mayoría es de otro signo, resultan censurables. Esta visión de la vida colectiva, trufada de cultura de la cancelación e imposición de lo políticamente correcto, de  censura y  represalia profesional y económica, es una política que poco tiene que ver con la democracia liberal que se proclama como sistema, y está en la base de la polarización y del enfrentamiento que vive nuestra sociedad. Se trata de una democracia represora para quienes disienten de lo establecido como dogma. Y el aborto, a pesar de la irracionalidad que significa prescindir totalmente de la existencia y derechos del ser humano que ha de nacer, es uno de estos dogmas. ¿Por qué, qué racionalidad humana alberga que el nasciturus posea la personalidad jurídica suficiente para ser beneficiario de una herencia, y al mismo tiempo  ser exterminado por simple decisión materna? La posibilidad que la mujer aborte exige un correlato que concrete los derechos de quien ha de nacer.

Publicado en el blog de La Vanguardia Digital “Tras la Virtud” de Josep Miró i Ardèvol (16-05-22)

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