Rocío Palomar de Tena, fundadora de Cotidiano Estudio, es madre de cuatro niños muy pequeños —el mayor tiene cuatro años, la menor apenas un mes— y esposa de quien más la animó a lanzarse al interiorismo. Estudió ADE en inglés, aunque enseguida descubrió que su verdadera vocación estaba en los espacios vividos. Tras formarse en interiorismo y aprender desde dentro del mundo de la decoración, decidió fundar su propio estudio, convencida de que la belleza también puede evangelizar.
“Siempre he vivido mi casa desde la fe, de una manera muy natural”, explica. “No pensé nunca en aplicar algo llamado ‘teología del hogar’, simplemente era mi forma de entender la vida en familia”. Para Rocío, esa expresión —tan presente hoy en el ámbito católico— no es una teoría que se aplica, sino una forma de vivir: “Se trata de tener a Dios en casa como uno más, no solo en una figura o un cuadro, sino en la rutina, en los gestos, en el día a día”.
Cuando le preguntan qué delata un hogar católico, no duda: “La familia que lo habita. No sirve de nada tener una casa preciosa si dentro no hay alegría. Lo que más refleja un hogar cristiano es la ternura con la que tratamos a los demás. A veces se percibe sin palabras, en una mirada o en el modo de acoger”. Luego, admite, hay símbolos visibles que ayudan: imágenes de la Virgen, del Niño Jesús, del Ángel de la Guarda, o la antigua costumbre de colocar el Sagrado Corazón en la entrada. “Son detalles que bendicen la casa y la llenan de significado”.
Para Rocío, la decoración puede ser también una herramienta para cultivar la fe. “Hacia adentro, porque crecer rodeados de belleza nos eleva. Y hacia afuera, porque un hogar cuidado nos anima a abrirlo a los demás”. En su mirada, la estética y la espiritualidad se encuentran: “No se trata de gastar lo que no tenemos, sino de entender que la belleza refleja a Dios. Él creó un mundo precioso, y nosotros somos, de alguna manera, co-creadores”.
Esa visión tiene consecuencias prácticas: “Vivimos en una cultura que nos empuja a estar siempre fuera. Pero si logramos que nuestro hogar sea un lugar acogedor, nos invitará a quedarnos, a disfrutar de la familia, a vivir la fe en lo cotidiano”.
Rocío observa también una evolución interesante en el diseño actual: “No creo que el minimalismo esté reñido con los hogares vividos. Cada familia tiene su estilo. Lo importante es educar en el consumo consciente, enseñar a los hijos a valorar las cosas y a vivir con austeridad sin renunciar al buen gusto”.
Para ella, la familia necesita su propia reivindicación: “Debemos hacer buena propaganda de la vida familiar. Mostrar con alegría que, aunque sea exigente, es fuente de felicidad. Al final, somos testimonio vivo del valor de la familia: cuando nos ven por la calle o en el parque, nuestra forma de estar puede reflejar la alegría de tener un hogar”.
En un mundo acelerado, Rocío cree que el hogar puede convertirse en un espacio de pausa y contemplación. “El orden es fundamental. Una casa ordenada ayuda a tener la mente y el corazón en calma. Y también es importante rodearse de pequeños recordatorios de Dios: una Virgen en la habitación, un Sagrado Corazón en el salón, libros o cuentos sobre la fe para los niños… Son gestos sencillos que te conectan con Él en medio del cansancio o la rutina”.
Su mirada sobre la oración doméstica es muy concreta: “A veces, mientras doy el pecho a la bebé, miro a la Virgen y rezo un Ave María. Son esos momentos los que te devuelven la paz. No se trata solo de parar físicamente, sino de dejar descansar el alma. Ofrecer cada tarea, escuchar una meditación, tener una conversación interior con Dios”.
Sobre cómo reflejar la fe en casa sin caer en tópicos, Rocío es clara: “Nuestra casa es una casa, no una capilla. Conviene evitar el exceso de imágenes religiosas. Es mejor tener pocas, pero escogidas con cariño y buen gusto. Las figuras deben transmitir serenidad y belleza; si una imagen no te inspira, difícilmente te ayudará a rezar”.
En su propio hogar, cada rincón tiene su historia: “En el salón tenemos una Virgen y un Sagrado Corazón tallados en madera, regalos de boda; en la habitación de los niños, un bordado del Ángel de la Guarda que era mío de pequeña; en la nuestra, un relieve de la Virgen de la Cuna. Y en el despacho, una figura de San José, donde dejamos nuestras peticiones”.
Todo en ella respira armonía entre lo espiritual y lo cotidiano. “No se trata de tener imágenes por tenerlas, sino de que hablen de Dios y estén en consonancia con nuestro hogar. La fe también puede expresarse con belleza y sencillez, en los detalles pequeños, en lo que invita a quedarse y a amar.”
Para Rocío, la decoración puede ser también una herramienta para cultivar la fe. “Hacia adentro, porque crecer rodeados de belleza nos eleva. Y hacia afuera, porque un hogar cuidado nos anima a abrirlo a los demás” Compartir en X



