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El Congreso de Laicos concluye: «en toda época la misión renueva a la Iglesia»

Familia

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El Congreso de Laicos “Pueblo de Dios en Salida” se ha celebrado del 14 al 16 de febrero de 2020 en el pabellón de Cristal de la Casa de Campo de Madrid. En el evento han participado más de 2.000 personas de parroquias, movimientos, asociaciones y congregaciones que trabajan en el ámbito de las diócesis de toda España y estuvieron acompañados por 70 obispos.

El objetivo del congreso era dinamizar el laicado en España partiendo del protagonismo y la participación de los propios laicos  y se ha conseguido.

Durante la ponencia final, que recogía las conclusiones del encuentro, se vio un doble objetivo: por un lado, presentar las aportaciones que, en un ejercicio de discernimiento, los Grupos de Reflexión habían formulado tras el recorrido de los cuatro itinerarios que han constituido el eje central del Congreso y por otro, ofrecer un escenario de futuro inmediato que permita profundizar en las prioridades que, en un ejercicio de sinodalidad, se han podido identificar durante este proceso.

Los comunicadores de ese texto conclusivo fueron monseñor Antoni Vadell, obispo auxiliar de Barcelona y Ana Medina, periodista de Trece TV.

Se explicó que la Iglesia nace del misterio de Dios y camina en la historia como pueblo: “este pueblo estaba formado por hombres y mujeres, cristianos que venían del judaísmo y cristianos que venían del paganismo, apóstoles y maestros, profetas y diáconos, pastores y fieles. Es un pueblo en salida por expreso mandato de Jesús resucitado. La Iglesia es Iglesia en salida y, por eso, en toda época la misión renueva a la Iglesia. En esencia la misión consiste en dar vida. ¿Quiénes forman parte de este pueblo misionero y santo? Hombres y mujeres con diversidad de vocaciones, carismas y ministerios”.

Además, aseguraron que “los laicos somos una parte fundamental del pueblo de Dios. También los laicos somos discípulos misioneros de Jesús. No somos una cosa o la otra, sino discípulos misioneros, sin separaciones, sin divisiones, sin compartimentos estancos. Somos discípulos misioneros: con la mirada puesta en Jesús, conscientes de nuestra propia vocación y con una vida entregada a los demás”.

Afirmaron también que “en estos meses hemos vivido una experiencia de sinodalidad. Sinodalidad es caminar juntos. La Iglesia sinodal, gracias al Espíritu Santo, cultiva relaciones, pone en valor la vocación de cada fiel, favorece los carismas y el sentir con la Iglesia, se caracteriza por la comunión. El proceso sinodal que hemos vivido ha estado caracterizado por: la escucha, el discernimiento y la corresponsabilidad y la participación”.

Congreso de Laicos para sembrar semillas

En este Congreso de Laicos «estamos sembrando las semillas necesarias para renovarnos y dinamizar el laicado en España; al mismo tiempo, estamos cosechando ya los primeros frutos de los cuales saldrán nuevas semillas de sinodalidad. Para recorrer este camino necesitamos estar abiertos a la conversión pastoral y misionera, comunitaria y personal. La conversión pastoral y misionera exige la implicación de todos, cada uno desde su propia vocación. Finalmente, la conversión exige humildad. Solo podemos ser humildes si reconocemos que nunca estamos totalmente convertidos”, dijeron.

También se ha hablado de reconocer el valor y la importancia de la cultura: “la cultura que vivimos trae nuevas preguntas. El Sínodo sobre los jóvenes habló sobre algunos desafíos antropológicos y culturales a los que estamos llamados a enfrentarnos en nuestro tiempo. Necesitamos tomar conciencia de estos cambios para poder responder a los nuevos retos del tiempo y de la historia”. Y que en esta cultura la Iglesia sinodal quiere ser sal y luz: “hace tres años, en las aportaciones de los jóvenes españoles para el Sínodo sobre los jóvenes, éstos  soñaban con una Iglesia misericordiosa, acogedora, cercana y abierta al mundo de hoy y, sobre todo una Iglesia fiel a Jesús y su Evangelio. Para ello es importante: salir hasta las periferias, diálogo y encuentro, vivir desde la oración y los sacramentos, apertura a quienes buscan, cultivar las semillas del Verbo, cercanía a los pobres y a quienes sufren, anunciar el Evangelio y estar a gusto con el pueblo”.

Se ha insistido en la vocación como factor clave en la tarea de los laicos: “todos los cristianos estamos invitados a tener un papel activo en la Iglesia y en el mundo, cada uno según su propia vocación. La vocación es el regalo que Dios nos dona junto a la vida. Este pueblo ha sido bendecido con distintas vocaciones. No es extraño entender la vocación como camino de santidad, como fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas y en nuestras comunidades, porque toda vida es misión. Hay una continuidad inseparable entre vocación, misión y santidad. La llamada a la santidad es una llamada a la entrega, a la donación y a la alegría misionera. Vocación y misión están inseparablemente unidas. No podemos olvidar nunca que la vocación y la misión nacen del Señor, de Él parte la iniciativa. La misión es del Señor, es Él quien llama y envía”.

Se ha hablado también del protagonismo del laicado. “Este protagonismo –explican- brota del don de la vocación laical y se hace concreto en la responsabilidad que toda vocación conlleva. Cuando posibilitamos y ejercemos este protagonismo, desarrollamos la sinodalidad. Esta se hace efectiva cuando todos los miembros de la Iglesia ejercen su responsabilidad en ella, según la vocación recibida. La responsabilidad de unos está unida a la responsabilidades de otros. Por eso hablamos de corresponsabilidad, que es más que de responsabilidad, porque implica una responsabilidad compartida y ejercida complementariamente. En la Iglesia sinodal nos necesitamos todos. No podemos excluir a nadie y nadie puede excluirse”. Asimismo, han dicho que les gustaría ver “este mismo protagonismo laical en los cauces de participación eclesial, siempre en clave de misión y no de poder”.

La segunda parte de la ponencia se ha centrado en dar respuesta a las tres preguntas que se plantearon al inicio del Congreso: ¿Qué actitudes hemos de convertir? ¿Qué procesos hemos de activar? ¿Qué proyectos podemos proponer? Previamente, los participantes habían identificado luces y sombras, habían recogido sus inquietudes, planteado líneas de acción y concretar algunas propuestas. Todo ello ha sido plasmado en el Instrumentum Laboris, que han planteado como marco de referencia. En él se ha propuesto: encontrar cauces de crecimiento personal y comunitario, impulsar la corresponsabilidad en el seno de la Iglesia, asumir un mayor compromiso en el mundo y ofrecer una renovada formación.

Para acabar, en el Congreso de Laicos se ha hecho hincapié en que se ha iniciado un proceso. “Un proceso que continúa abierto y nos exige seguir caminando como Pueblo de Dios en Salida. Somos conscientes de que ha sido y es un proceso guiado por el Espíritu, presente desde el principio. Hemos vivido en estos días un renovado Pentecostés”. “Sigamos adelante”, añaden ya que no se está construyendo para hoy ni trabajando para mañana: “Estamos forjando un camino para la eternidad”.

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