fbpx

El dilema antropológico

COMPARTIR EN REDES

La cuestión antropológica, siempre presente en la historia del pensamiento, constituye hoy un tema de creciente actualidad. ¿Quién es el hombre?, ¿qué es el hombre?: estas preguntas tantas veces formuladas a lo largo de los tiempos siguen siendo interrogantes abiertos y apasionantes, a las cuales se han dado y siguen dándose las respuestas más dispares. No solo el pensador sino hasta el hombre de la calle siente a menudo la comezón de dar también su propia respuesta, impulsado por sus experiencias personales y el espectáculo que le ofrece la humanidad que le rodea.

¿Quién es el hombre?, ¿qué es el hombre? La respuesta a estos dos grandes interrogantes dista mucho de ser unánime. De ella dependen dos concepciones de la persona humana, que son la resultante a su vez de estas dos primeras y decisivas cuestiones previas: ¿es el hombre un ser espiritual y trascendente o tan solo temporalidad y materia?; ¿es el hombre un ser creado —criatura— o tan solo una partícula trivial y anónima del Cosmos?

Las consecuencias de la respuesta son inmensas. Un hombre que sea criatura se hallará necesariamente inserto en la obra de un Creador y en el orden de una Creación. En el origen del hombre-criatura se encontrará una inteligencia y una voluntad. Se trata de un ser que ha sido pensado y querido: pensado por la mente y querido por la voluntad de un Creador. Su existencia, obra del Autor de la vida, tendrá razón y sentido y se dirigirá hacia un fin. El hombre creado sabe, en definitiva, de dónde proviene y hacia dónde va.

Un hombre no creado sería fruto exclusivo del azar. Su existencia constituiría el resultado final de un interminable encadenamiento de casualidades, del cual habría que excluir a priori cualquier ordenación inteligente y voluntaria. Un hombre no creado sería un ser proyectado a la existencia por el antojo caprichoso de un destino ciego. La vida de este hombre carecería de razón y sentido: no sería hijo de nadie, pues nadie le habría concebido ni querido darle vida; procedería de la nada y a la nada se encaminaría, carente de fin. Su muerte —según la desoladora definición de Marx— no será sino una dura victoria de la especie sobre el individuo. Esta es la condición a la que ha de resignarse el hombre que rechaza la condición de criatura.

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

1 Comentario. Dejar nuevo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.