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El humo de la fama

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Son los nuevos dioses. Son patrón de conducta del rebaño. Son aquellos que sin conocerlos ni tú ni yo, ya se las dan y se las toman. ¿Cómo puede ser que sean tan “amados”… y amamantados (¡aunque esto es un secreto, y hasta una irreverencia a tan “altas” personalidades!)? Es cierto que son admirados, pero ¿a razón de qué?

Veamos a ver si podemos o sabemos sacar alguna conclusión juntos.

De entrada, fíjate en que viven encumbrados por una pléyade de “servidores públicos” que tienen eso de “público” en candelero de plata, pero muy descuidado aquello de “servidores”. ¿Esagerao? Mira, si no, y trata de acercarte un poco. Constatarás que de servir sirven poco más que para rebosar las revistas y llenar los telediarios de simplezas y mamarrachadas… cuando no meten descaradamente la pata. ¿Sabes la última? ¡Resulta que han descubierto que los niños no vienen de París, sino de tinieblas clandestinas, cunas de los vientres de alquiler! Y que a los padres (“género” masculino) no los necesita ya nadie, porque lo hacen todo desde los ChatGPT. ¡Menudos engendros!

¡Apaga y  vámonos, hermano, que viene la borrasca Filomena! (…¿o cuál toca, ahora?). Ciertamente, los nuevos santones van a ráfagas con una no muy lejana similitud con las borrascas. Porque las borrascas, hermano, hermana del alma, no son tan aleatorias como parece, sino que vienen todas imbricadas por el cambio climático ese, que a su vez es una consecuencia directa de la mala gestión ambiental-industrial del hombre moderno, que –mirado con certitud sin esconder la cabeza bajo el ala– está siendo provocada a razón de nuestras desviaciones en materia de moral.

“¿¡Y qué tiene que ver la moral con Filomena!?”, posiblemente pensarás. Y no me extraña que te lo plantees, aunque no seas de esa pléyade de nuevos “influencers”. Pues vienen coordinados por las “altas instancias” –fíjate tú– que, por si fuera poco y nosotros fuéramos tontos, nos vienen con cara y discurso de profetas de la nueva religión del “totalitarismo blando” (término que usa Rod Dreher en su libro Vivir sin mentiras). El nuevo totalitarismo dulzón pero de digestión regurgitante que en el siglo XXI viene servido azucarado por la tecnología que nos está ya provocando la indigestión y desniveles en la analítica, según podemos constatar por los efectos que ya está provocando, como retahíla de naipes que caen en hilera.

No es una broma, hermano, hermana del alma: es evidencia. Solo intento decirte con palabras reverentes que la diarrea (perdona por el palabrejo, ya te lo avisaba) estaba más que anunciada. Pero no por los nuevos dioses del Imperio, sino por la vieja y perenne Verdad, que porque es vieja y perenne, está siendo descartada por la cultura del descarte con el último grito; y es vieja y perenne precisamente porque es Verdad: Satán lo sabía antes de darle la manzana a Eva, y por eso le anunció que ella (fémina) y Adán (macho) serían “como Dios, conocedores del Bien y del Mal” (Gén 3,5). Por eso (porque sabía que la Verdad era Verdad) le dijo la Mentira. Porque es el padre de la Mentira.

Y ¿quién dice que es Mentira? “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,20): sus mismos promotores, esos estrellados de la fama. Por eso tratan de crear todo un nuevo alfabeto de nuevos vocablos para designar nuevos engendros infernales. Si no estuvieran basados en la Mentira, no precisarían de ser renombrados por los “renombrados” altavoces de la fama fútil y orgiástica. Porque la Verdad la llevamos en la sangre, inscrita en el alma: todos sabemos qué es un “hombre” y qué es una “mujer”. Si no, ¿por qué a las profanadas que cultivan en las macrogranjas de la inseminación artificial les distribuyen los inevitables por irrefutables cromosomas XX y XY?

Tan mentira era su mentira, que ahora resulta ser La Mentira. Y aún la estamos pagando. ¡Y espera! Ahora viene el director de la orquesta del desatino: el Anticristo que nos ha anunciado Jesús. ¡Jesús, Hijo de Dios, “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14,6)! Cuando todo caiga (que caerá), todos esos influenciadores (ya lo son en verdad y por desgracia) nos dirán que el Anticristo es el Mesías que ha vuelto, que viene a poner orden. Y en verdad -porque lo tendrán todo hilvanado- parecerá que ordena el tinglado artificial que estamos montando (sobre La Mentira), pero quien mantenga nítida su visión advertirá que el tinglado no se sostiene ni se sostendrá, porque es un castillo de naipes, humo que exuda de las Tinieblas. Y si no me crees, será mejor que te limpies del cristalino la humareda que con tanto barrunto televisivo nos está emborronando el juicio a todos. Es el humo del Infierno… de la fama.

¡La Verdad, sentenciada! Y si no, ¡al dato!: viene el implante del chip del 666, “la marca de la Bestia” (Cfr. Apc 13,18; 14,9-11). ¿De verdad (con Verdad) creerás que el 666 será la Verdad, o un ingenio para fabricar y controlar borregos? Porque, según proclaman con gran boato desde las altas esferas, “en democracia, la Verdad es lo que los ciudadanos creen que es la Verdad”. ¡Alta filosofía, hermano! Estemos preparados. Llegados al caso, el Papa (representante de Jesucristo en la Tierra y Cabeza de su Iglesia) se pronunciará. Escúchale, o la Verdad te quemará.

Si no me crees, será mejor que te limpies del cristalino la humareda que con tanto barrunto televisivo nos está emborronando el juicio a todos Clic para tuitear

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