Un sentimiento de pudor elemental lleva a la reserva de lo mĆ”s Ćntimo, aunque, a juzgar por las confesiones de āescĆ”ndaloā en televisión y redes sociales, parece que bastantesĀ lo hayan perdido.
Evoco la confesión sacramental, tan distinta: en ella se recupera la gracia de Dios perdida por el pecado, y llena de paz a los que se confiesan con humildad, arrepentimiento y propósito de enmienda. Y no sólo eso: en la confesión sacramental se operan verdaderos milagros, como afirma el Padre Manjackal, sacerdote carismÔtico con don de sanación.
El Papa Francisco se confiesa con frecuencia, y se pone a confesar en los confesonarios de las parroquias del extrarradio de Roma que visita de vez en cuando. Estas palabras son suyas: āEs necesario confesar con humildad los propios pecados ante el sacerdote, que es nuestro hermano y representa a Dios y a la Iglesia. El sacramento de la Reconciliación es un don del EspĆritu Santo que nos purificaā y, mediante el cual, ārecibimos el abrazo de la infinita misericordia del Padreā.
Ante el deseo de polĆticos de algunas naciones de que la Iglesia no respete el secreto de la confesión, la Santa Sede ha publicado un nuevo Documento, queĀ salió a la luz el 1 de julio. Subraya que el secreto de Confesión estĆ” en ā la esencia misma del cristianismo y de la Iglesiaā; que su āinviolabilidad proviene directamente del derecho divino revelado y enraizado en la naturaleza misma del sacramento, hasta el punto de no admitir excepciónā, y defiende āel secreto sacramental por parte del confesor, si fuese necesario hasta derramar la sangreā, de lo que existen testimonios admirables.
Es conocido el caso del sacerdote que, en la China comunista de Mao, se cortó la lengua con cuchilla de afeitar, el Padre Emaldi, para que no pudieran arrancarle el secreto de confesión. Ya en Europa, escribió el libro āYo me cortĆ© la lenguaā.