Entre los asesinados el lunes 24 de agosto de 1936 han sido beatificados seis: el hermano marista Jorge Luis, cuyo caso ya vimos en Toledo, un sacerdote diocesano en la provincia de Albacete, otro en Tarragona, un salesiano en Madrid –FĆ©lix GonzĆ”lez Tejedor-, un sacerdote de la Congregación de la Misión –Fortunato Velasco Tobar– en Teruel y otro capuchino –Luis Valls Matamales (padre Ambrosio de Benaguacil)– en Valencia.
En Grecia (en realidad Bitinia en Asia Menor, hoy TurquĆa), se celebra la memoria de san Jorge Limniota, monje mĆ”rtir en 730; en Francia, el aniversario del martirio en Angers del sacerdote beatoĀ AndrĆ©s FardeauĀ (1794); en Polonia, el del martirio por los nazis en Dresde en 1942 de cinco laicos del oratorio salesiano: los beatosĀ Ceslao Józwiak, Eduardo Kazmierki, Francisco Kesy, Eduardo Klinik y Jarognievo Wojciechowslci, y el mismo dĆa en Dachau del sacerdote beatoĀ Maximiano Binkiewicz; en Croacia, el del martirio del sacerdote beato Miroslav BuleÅ”iÄĀ (1947).
Absolvió a los ejecutados y perdonó a los ejecutores
Rigoberto Aquilino de Anta y de Barrio, de 42 aƱos y alicantino de Sax, tras estudiar en el Seminario de Murcia, se ordenó sacerdote y fue pĆ”rroco de Alcadozo (Albacete) de 1920 a 1926, cuando pasó como ecónomo a la parroquia de El Pozuelo. Sin embargo, antes de estallar la guerra ejercĆa ese cargo en PeƱas de San Pedro. A principios de agosto de 1936 lo detuvieron en el cuartel de la Guardia Civil de ese pueblo y el dĆa 24 del mismo mes fue asesinado junto con varios seglares y el coadjutor Antonio Zamora López. Don Rigoberto fue el Ćŗltimo ejecutado, dando previamente la absolución a los demĆ”s, cumpliendo su ministerio sacerdotal hasta los Ćŗltimos momentos. Cuando le tocó el turno a Ć©l, dijo en voz alta: Ā«Perdónalos, SeƱor, como yo les perdonoĀ».
Lo capturó el comité de su pueblo, pero se lo dio para fusilar a otro
Isidre Torres Balsells, de 61 aƱos y tarraconense de Blancafort, era sacerdote desde 1898, y desde 1931 pĆ”rroco de Alcover, cuya ermita visitaba a diario, arreglando la carretera con su dinero para que fuera mĆ”s accesible. En 1935 inauguró una sala parroquial. Estallada la guerra, los revolucionarios quemaron la iglesia, y mosĆ©n Torres corrió a salvar el SantĆsimo, tratando de apagar la hoguera con cubos de agua, hasta que un joven, pistola en mano, le hizo irse. Como nadie le acogĆa, marchó hacia La Riba, pasando la noche del 22 al 23 de julio de 1936 en los bosques de la ermita de GrĆ cia. Con el pĆ”rroco de la Riba, marcharon subiendo el cauce del rĆo Brugent hasta llegar el dĆa 24 a Farena, donde los acogió el pĆ”rroco LluĆs CullerĆ©, encontrĆ”ndose allĆ a mosĆ©n Pau Queralt, de Montblanc.

CullerĆ© les refugió en el Mas de Mateu, pero tras dos noches se fueron a una cueva para no comprometer a la familia. El 31 de julio, CullerĆ©, que bajaba a por comida, les advirtió de que se preparaba una batida por los bosques de Poblet para Ā«cazar curasĀ», por lo que se dispersaron. MosĆ©n Torres pasó unos dĆas en la ermita del Remedio y el 6 de agosto llegó a su localidad natal, Blancafort, donde su hermano lo llevó a Colau, en el tĆ©rmino de Ciutadilla, donde incluso pudo celebrar misa hasta que unos vecinos dieron una batida. Volvió a Blancafort, a una cabaƱa de su hermano en Pla d’en Bonet. Dos dĆas mĆ”s tarde, unos vecinos lo denunciaron y lo detuvo el comitĆ© de Blancafort, que el dĆa 24 lo entregó a una patrulla de Alcover. Estos lo mataron a tres kilómetros de Montblanc, en dirección a Lilla. A las 16 horas aĆŗn vivĆa, cuando una familia pasó y lo reconoció por la documentación.
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