Se habla mucho de educar pasándoselo bien y de ser feliz. Son algunos de los renovadores sectores educativos actuales. El problema no es tanto el presupuesto obvio (que es bueno aprender jugando), como el fondo (que hay todo un movimiento que pretende promover el fruir del momento como filosofía de vida). Es una imposición que avanza imparable viento en popa a velas desplegadas, respaldada por el control de los medios de comunicación y facilitada por el desarrollo de la tecnología… con la pasividad de “los buenos”, que lo contemplan impasibles desde la barrera, con alguna tibia queja contenida. Vamos a profundizarlo, yendo por pasos.
Punto de partida: la mano que tiende la Iglesia
En este contexto, resulta profética la iniciativa del Papa León de proponer formar la interioridad a nivel global. Es fundamental para toda civilización el asegurar y proteger la sana interioridad en la que se generan la asimilación de contenidos y de la que deben surgir las respuestas que el ser-persona debe dar por fuerza si de verdad quiere con-vivir, y no solo fruir. Al contrario, se condenará a sufrir, quiera o no, porque el ser humano es un ser social por vocación dada por el mismo Dios al crearlo (“Creced y multiplicaos”: Gen 1,28).
Como afirma el artículo de fondo firmado por ForumLibertas y publicado en este medio hace unos días, “no se trata de una apelación espiritualista o intimista, sino de una convicción profundamente pedagógica: solo quien es capaz de habitar su propio interior puede aprender verdaderamente”. Yo añadiría que es cierto también si invertimos los términos de la sentencia: que solo aprendiendo podemos habitar nuestro mundo interior de manera fructífera. En ambos sentidos se desarrolla el ser-persona, que como hombre y como mujer quiere y debe dejar su impronta en su paso por el mundo, pues si no, su existencia habrá sido improductiva, y por ello intrascendente; una traición a la voluntad primigenia de Dios, su Creador, “que quiere que todos los hombres se salven” (1 Tim 2,4).
Con todo, cabe observar que la educación parte de la premisa de una vida centrada en la Verdad. Sin ella, todo intento educativo estará destinado al fracaso. No olvidemos que esa Verdad es la rampa de salida y el espíritu desde los que “sin interioridad no hay educación verdadera, sin persona no hay futuro educativo”, por destacar otra sentencia del artículo referido.
De la Verdad a la interioridad
La interioridad es la vida del alma, el recipiente vivo en Dios de todo aquello que se recibe en la persona, al tiempo que determina la dinámica de la propia recepción, además de generar los cambios en el ser-persona, como hombre y como mujer, de cara a, dándose unus ad alterum, promover unos a otros la evolución de la sociedad desde la Verdad, en la Verdad y hacia la Verdad. La Verdad en todo, porque lo es todo.
En esta línea, observamos cómo influyen las creencias y los valores al alma, y cómo estos son influidos por la interioridad. Así como hay creencias y religiones inmovilistas que impiden toda evolución en el desarrollo del ser-persona, cabe destacar cómo la religión católica ha sido en todas las épocas −aunque pecadora− el adalid de la vanguardia en todas las realidades humanas, desvelando, formando y animando esa interioridad en Occidente. Lo ha hecho siempre con más o menos acierto, velando a través de sus santos para que el ser personal sea capaz de asimilar, desarrollar y conducir por medio de las virtudes y la esencia de su ser-persona el corpus que aprehende de la realidad creada.
¿Cómo lo ha conseguido? Creando y generando nuevas maneras de afrontar esa realidad de un mundo en permanente cambio, para acabar entregándolo a su Creador. Por ese camino, lo hará posible siempre de manera que, con el impulso de la doctrina adaptada según el entorno y actualizada no en su contenido sino en su forma, sea expresión del Amor sobre todo amor, que encuentra su ejemplo, modelo y sentido último en la realidad de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Eso es lo que distingue al catolicismo de las filosofías orientales, centradas en el individuo “aquí y ahora”.
De la interioridad a la Verdad
Por este camino, antes o después se hace explícito y hasta palpable el poder transformador de la interioridad en la asunción de la Verdad. Es por eso que, si se desea que sea positiva y creadora en su actuación sobre el mundo, la interioridad debe estar formada, lo cual implica que sea educada para ser capaz de asumir todo lo constructivo del contenido que se debate frente a ella. Y eso, no solo como posible esencia per se de ese contenido, sino incluso descubriéndole y dándole sentido a la vida del alma como desarrollo de esa esencia, profundizando permanentemente en aquella Verdad de la que debe partir y canalizando los nuevos contenidos y nuevas formas para que todo miembro de la sociedad pueda asumirlos y vivirlos en un sano debate, para su provecho y el de toda la sociedad.
Recordemos que, si algo no se interioriza, no se aprende. Sí puede influir, pero, de no ser interiorizado, muy probablemente provocará distonías en el propio ser-persona y en el corpus social y sus asunciones. Para que ese algo sea correctamente asumido y aprehendido por la persona y fructífero para la sociedad, es importante que la sociedad les proporcione a sus miembros los medios para conocer, reconocer y comprender las virtudes, viviéndolas.
De esta manera, persona y sociedad, personalistamente y como comunidad de hermanos hijos de un mismo Padre, podrán profundizar en la Verdad, para descubrirse en el misterio de la Vida y la Verdad, y así conocer cada vez más el Ser de Dios, a fin de colaborar con Él en su plan para el ser humano, que debe “trabajar la tierra y guardarla” (cfr. Gen 2,15). De ahí la importancia de la formación. Seguiremos profundizando en ello el próximo viernes.
Twitter: @jordimariada
Se habla mucho de educar pasándoselo bien y de ser feliz. Son algunos de los renovadores sectores educativos actuales @jordimariada Compartir en X









