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Geopolítica educativa (V)

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Ya no son lo que eran. Mujeres guapas que se operan y así desgracian las carnes que Dios les ha dado. No es de extrañar: a Dios ni le tienen presente, no le conocen, ni le necesitan. Al menos, eso creen, lo más firmemente que se expresan ante los medios, desafiando con la prepotencia del neonato a través de una vida de provocación a quien consideran contrincante. Ven adversarios hasta en su armario. Por eso los hay que en pleno combate por el Bien y la Verdad desertan y se salen de él: son los nuevos soldados del Maligno, aquellos que hablan de sí mismos como de un alienígena que se pretende humano, especie elegida entre mil; ¡humanos de cal y canto!

Y se creen –todos ellos− que son la marimorena, el no va más de la pléyade de centinelas del Nuevo Mundo, celadores de cárceles aterradoras para cualquier humano de bien, pero que ellos convierten (por arte de magia) en prestidigitadores de la nueva alianza con el averno. Y ahí, la prueba del delito: aquel programa en prime-time, aquella entrevista de máxima expectación, a juzgar por el bombo y platillo que le dedican días antes sus apostantes, como si fuera a llegar el mesías salvador de la Humanidad elegida, los nuevos dioses del Olimpo que atraen, con sus encantos de bisturí virtuoso, a la plebe pervertida con carcaj de serpientes; plebe que les ensalza y aplaude por ser lo que no son: personajes de ficción que con veneno de efecto retardado se presentan como renacidos en carne y hueso, lo hemos dicho ya, pero más lo diremos, pues parece como si nadie oyera aún nuestro grito: “¡Adónde vas, Eterna Humanidad, especie en extinción?”.

Así les han educado en sus vigilias obscurantistas, aupados por las logias de colorados arcoíris que prometen para la eternidad lo que no pueden dar más que en ese tiempo maldito que se les acaba, como acaba el atardecer con estruendo de bombas del enemigo. Cierto. El Enemigo les ha seducido con la mal llamada Educación Reglada. Un adiestramiento para la última batalla de una guerra que creen ganada… porque no saben que Dios, tras la esquina y el zafarrancho de hábiles volteretas, les espera regla en mano con los brazos abiertos, pero ellos, cual diestro en ruedo aplaudido, mutis en la sala, y si te he visto, no me acuerdo.

¿Es este mar bravío, con sus embates indiscriminados a retortijones, el gran negocio que han hecho? Esa “geopolítica educativa” que proclamaban como manjar de dioses es ahora la consecuencia de toda una vida de dejación del deber por parte de la gente de bien. Es dejación culpable, por haber cedido al bribón enemigo apóstol de diablos el pan de los hijos, aquella cobardía de “el mal menor” y no la defensa de “el bien posible”, a fin de asegurarse el poder y una economía saneada para pasar el rato en la feria del sábado tarde. Pero llegó el domingo, el Día del Señor, y su Señor les pedirá cuentas de sus negocios, la administración de aquellos talentos que les dio, no para ceder, sino para defender su ciudad, y ahora la ven incendiada.

“¿Para qué educar, ya, a nuestros hijos?”, claman a voz en grito los desheredados, y se apaga su queja entre el fragor de los rebeldes alzados en motín de emboscada, consumación del delito en sorpresiva escaramuza de remate jaqueado, tras el cual ya solo queda por ver la proclamación por parte de la plebe de su caudillo: el líder de líderes, salvador de salvadores, guardián de los muertos. ¿Y los vivos, dónde quedan? Solo les falta probar a rezar. Y tras el último intento, en el epicentro de la vorágine educativa, la certeza del triunfo de la Verdad. No por su esfuerzo, sino por piedad: Dios envía a su Hijo, que viene a educar… lo que estaba perdido. Por eso nunca hay que perder la esperanza. El Bien siempre alcanza. Aunque no se vea.

Geopolítica educativa (IV)

Twitter: @jordimariada

El Enemigo les ha seducido con la mal llamada Educación Reglada. Un adiestramiento para la última batalla de una guerra que creen ganada… Compartir en X

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