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Guerra, horror, miedo, esperanza

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Esta guerra «bestial, bárbara y sacrílega» como dice el Papa, es como una lente de aumento de una realidad que ya estaba antes. Como ya pasó con la pandemia, nos revela nuestra fragilidad radical, que intentamos esconder con nuestro nihilismo alegre, prisioneros de nuestra comodidad; la precariedad de la vida, cuánto somos vulnerables; nuestras contradicciones y las de nuestra sociedad.

Lo que más ha sorprendido e impresionado a todos es el coraje y la fuerza del pueblo ucraniano: el factor humano es decisivo y sorprende a los que no creían que aún quedara alguien dispuesto a luchar por la libertad, con un hambre y sed de justicia que nos llenan de asombro. «Nos han «obligado» a tomar conciencia del carácter irreductible del yo…  el corazón no se rinde ante el poder».  Y frente a la pretensión del Poder que quiere anestesiarnos y atrofiarnos, su testimonio puede despertarnos, como siempre hace la realidad: https://bit.ly/3wWgJv4

Todas las guerras tienen sus razones y su fascinación; pero tan solo la paz tiene razón.

Las torpes y presuntuosas estrategias de la OTAN han como mínimo contribuido a encender la mecha de la locura de Putin. Occidente no es inocente de esta  guerra. Y nuestro sistema político y económico occidental muestra sus contradicciones, baste como ejemplo del egoísmo la subida de los carburantes al día siguiente de la subida del petróleo: cada uno piensa cómo ganar dinero con la guerra. Y la violencia de exigir poder matar los niños en el vientre de su madre; de forzar y financiar cambios de sexo dando la ilusión que esto resuelve las tensiones de una falta de identidad o de madurez;  o como tratamos los migrantes con quienes no nos identificamos.

No sirve de nada odiar o insultar a Putin si en nuestro corazón anida la violencia

Crece la violencia, crece la pobreza (aunque algún ciego no sea capaz de verla), crecen los suicidios y el malestar profundo de la gente, sobre todo jóvenes. Como ya con el coronavirus, con esta guerra intentamos distraernos buscando ‘noticias’ cada día, posiblemente favorables desde el frente militar. Como si las noticias pudieran cubrir nuestra necesidad de ‘entender’ el mal del mundo y vencerlo, o encontrarle una razón; o de pretender eliminarlo dando la culpa al «malo» de turno, cuando en realidad el mal anida en el corazón de cada uno de nosotros. ¡Cuánta propaganda de guerra!  Y también pacifismo barato… No sirve de nada odiar o insultar a Putin si en nuestro corazón anida la violencia.

Tampoco nos sirven de mucho las sanciones o la esperanza de que Ucrania pueda ganar esta guerra con ayuda militar, pero en sustancia dejando que se masacre el país. Los que piden más sanciones – aunque son necesarias, evidentemente – deberían preguntarse cuánto están dispuestos a sacrificar de su bienestar particular para ello. No sirve gritar para reclamar más sanciones y no estar dispuesto a renunciar al aire acondicionado, como denuncia Draghi. Hace falta mucho realismo, pensar también en la economía, en las personas más vulnerables, no dañar del todo los canales de dialogo, paradójicamente ofrecer alguna salida al sátrapa de turno. La justicia no es obra de los hombres; y requerirá su tiempo, como con el imperio soviético.

¿Un dialogo es posible o vencerán las posiciones maximalistas?

Los horrores de las matanzas (rusas en su mayoría, pero no solo) nos alejan de la paz. Debemos pedir por la paz, sabiendo que muy difícilmente será una paz «justa»: esperemos que sea al menos una paz equilibrada. Debemos pensar en como reconstruir la amistad con el pueblo ruso (no con sus caudillos post-soviéticos, aunque el camino de la paz ahora deba pasar por ellos).

El gesto más realista, consciente de nuestra incapacidad de resolver los problemas y de darnos la paz, es pedir, es abrirnos a la Verdad de Aquel  que inspira nuestro corazones y es Señor de la historia: «Cada vez que la vida se abre a Dios, el miedo ya no puede mantenernos como rehenes» dice el Papa Francisco, en el acto de consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María, que hemos rezado juntos con toda la iglesia. Han pasado justo dos años de cuando el Papa rezó, sólo, en la plaza de San Pedro vacía, por el fin de la pandemia: imagen potente de la realidad que vivimos.

Nuestro problema es que «partimos de nuestras certezas y solo cuando las perdemos, vamos a buscar a Dios. La Virgen, en cambio, nos enseña a empezar de Dios, con la confianza que así todo lo demás se nos dará por añadidura». El Papa ya denunció que ha empezado la 3ª guerra mundial por partes, lo que pasa es que ahora la tenemos dramáticamente más cerca: y nos da miedo (si pasa en Siria, en Yemen, en Congo, etc… parece que no nos afecta demasiado). Y la amenaza de una guerra nuclear se hace cada vez más posible. En el fondo de nuestro malestar está la idea insoportable de la posibilidad de tener que sufrir una guerra nuclear, con el miedo y el horror que nos suscita.

¿Qué puede vencer este miedo?

Hay un ejemplo impresionante en la historia de esta fe y esperanza. Takashi y Midori Nagai, los esposos japoneses cristianos: ella ‘evaporada’ con la explosión nuclear de Nagasaki (sólo quedaron unos pocos huesos y el rosario que estaba rezando, medio derretido); él, médico radiólogo, que se salvó por estar trabajando en el hospital, que tenía gruesos muros de hormigón (para proteger el exterior de las radiaciones interiores…), aunque ya estaba mortalmente enfermo por las radiaciones sufridas por su trabajo, por haber introducido la radiología en Japón. El milagro es que, habiéndolo perdido todo, después de ayudar en lo que pudo a los heridos y enfermos, supo dar un sentido al desastre de la bomba atómica sobre Japón. Él supo  interpretar el desastre no sólo como un castigo por el imperialismo japonés, sino también  como un sacrificio de holocausto, pues la bomba cayó (por error) en la zona cristiana de Nagasaki, destruyendo la catedral, que él se afanó a reconstruir lo antes posible. Supo dar un sentido al horror y al dolor, se quedó a vivir en una chabola de dos metros cuadrados en la zona más afectada; y así devolvió la esperanza a todo un país desecho y mortalmente herido en sus creencias; y también a toda una humanidad traumatizada por el horror nuclear. He conocido su historia gracias a una expo en el Meeting de Rímini de 2019: https://bit.ly/3IcxF2H

Ahora la buena noticia es que se ha formado  una asociación para la beatificación de los esposos Takashi y Midori Nagai, reconocida por el obispo de Nagasaki: https://www.amicinagai.com/?locale=es

Frente a tantas imágenes e informaciones de muerte y destrucción en Ucrania, con más de 4 millones de refugiados y miles de muertos, los ataques deliberados a civiles para sembrar el terror, impidiendo que lleguen medicinas y alimentos a los hospitales que son también bombardeados, todos nos preguntamos por qué Dios permite esto. La vieja pregunta de Job de hace 2.500 años…

Hay otro texto de un realismo impresionante sobre el significado del dolor humano, casi insondable para nosotros y al cual todos nos rebelamos, pero que es la materia primera de la redención si unimos nuestro dolor a Cristo. Todo se ilumina contemplando la Cruz de Cristo. Es un escrito muy corto del beato don Carlo Gnocchi, sacerdote que acompañó a sus estudiantes que iban a la guerra de Rusia, con una retirada terrible donde murieron casi todos, y que luego atendió a los niños huérfanos y mutilados de la guerra. Él se interrogó sobre este dolor inocente al que dedicó el resto de su vida; y encontró la respuesta en la Cruz. Aquí la traducción con una introducción muy bella de p. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E. (impacta como describe la situación social en 2006: y ¡cuánto hemos empeorado de la mano de las leyes socialistas!): https://bit.ly/3iPTpa8

«Carlo Gnocchi examina el insondable misterio del dolor del inocente y del justo a la luz del dolor de Cristo y del inestimable valor redentor del sacrificio de una víctima pura.

Las mayores objeciones contra el dolor y contra su atribución aparentemente tan extraña, nacen de una concepción exclusivamente individualista y punitiva del dolor mismo: por creer que en el hombre el sufrimiento es un asunto totalmente personal y una expiación rigurosamente medida por las culpas individuales. Pero nada más falso que esto en la concepción cristiana de la realidad.»

«En la economía cristiana, la humanidad forma una unidad viviente, sólidamente unida en un solo e idéntico destino, copartícipe del bien y del mal de cada uno de sus miembros; un cuerpo místico que sigue las mismas leyes del cuerpo físico, donde la salud y la enfermedad, el bienestar el malestar, la vida y la muerte son comunes a todos los miembros.

En la economía de la redención cristiana, el dolor del hombre es complemento necesario del dolor y de la muerte redentora de Cristo: ‘Cumplo en mi cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo’ (Col 1,24)».

La última palabra en nuestra vida entonces no es el horror del mal, del pecado, del dolor, del desastre que somos la humanidad, si no es la misericordia de Dios que llena de sentido incluso nuestro dolor. Esto es lo que estamos llamados a vivir en esta Semana Santa. Un Dios que muere en la Cruz nos devuelve el sentido, la esperanza, y hasta la alegría (que es gozo y dolor ofrecido). De esta Semana, ¿qué esperamos? ¿A quién esperamos?

Nuestro problema es que partimos de nuestras certezas y solo cuando las perdemos, vamos a buscar a Dios Share on X

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Messerschmidt
    19 abril, 2022 19:13

    Muchas frases hay en este artículo sobre las que se podría reflexionar y discutir muy largamente. Una, sin embargo, me parece especialmente interesante: «ofrecer alguna salida al sátrapa de turno». ¿A cuál de los sátrapas? ¿A Putin, el «demonio oficial» de los medios de comunicación? ¿A Zelenski? ¿A alguno de los sátrapas por delegación, como Johnson, Sánchez, Stoltenberg, Scholz, Macron, von der Leyen, Draghi, Duda, Lukaschenko? ¿Al peor de todos, Joe Biden? ¿Al no beligerante que ya es vencedor de todas las guerras, Xi Jinping? ¿O a los verdaderos titiriteros que mueven todos los hilos de guerras y pandemias: Gates, Musk, Zuckerberg, Soros, Schwab y demás miembros del club global?

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