Comienza el libro del Éxodo con las palabras “estos son los nombres de los que salieron de Egipto”. Hay un recomenzar en el que se concreta el sentido de la elección. Volver a Canaan, la tierra prometida. Es la narración de una experiencia fundamental que han vivido los hebreos, el paso por el desierto y la purificación.
Moisés y la salida de Egipto
En primer lugar, se describe la opresión que sufren los israelitas por parte de los egipcios (cc. 1-2); ante esta situación, se produce la revelación de Dios que, en virtud del vínculo con su pueblo, escucha su clamor y llama a Moisés para que haga de Israel un pueblo libre consagrado al Señor (3,1-4,17); Dios confía la misión de la liberación a Moisés y a su hermano Aarón, que intentan convencer primero a su mismo pueblo y después al faraón (4,18-7,7); ante el endurecimiento del faraón, que no acepta las peticiones de Moisés y Aarón para que deje salir a Israel de Egipto, tienen lugar las plagas, que culminan con la muerte de los primogénitos egipcios (7,8-11,10); el anuncio de esta última plaga introduce el relato de la salida de Egipto (12,1-15,21), que incluye un grupo de leyes sobre la celebración de la fiesta de Pascua y de los Ázimos y la ofrenda de los primogénitos , y que culmina con el paso del Mar Rojo a pie seco por parte de los israelitas, mientras que los egipcios perseguidores quedan sepultados bajo las aguas.
Una vez Israel ha salido de Egipto, comienza la marcha por el desierto hacia la montaña del Sinaí (15,22-18,27). Varios episodios marcan la narración del recorrido que va del paso del mar hasta la llegada a la montaña de Dios: el agua de Mará, que el Señor devuelve dulce; el maná y las codornices; la revuelta del pueblo en Masá y Meribá; la batalla contra los amalecitas; y, finalmente, el momento en que Moisés elige a hombres de valía y los nombra jueces, aconsejado por su suegro Jetró, sacerdote de Madian (c. 18).
Con respecto a las plagas narradas en el libro del Éxodo se ha hecho notar la repetición periódica de fenómenos parecidos a muchas de ellas en Egipto: temporadas en las que el Nilo baja de un color fuertemente rojizo debido al barro, proliferación de ranas, mosquitos y moscas, nubes de langosta, tormentas con granizo que rompe las cosechas, y nubes de arena arrastradas por el siroco que provocan una notable oscuridad en pleno día. Todo ello será, en la narración bíblica, junto a la muerte de los primogénitos, lo que causará el permiso que el faraón otorga para que salgan de Egipto.
Seguir el itinerario de los israelitas por el desierto con un mapa es bastante difícil, ya que aunque muchos de los nombres geográficos son también conocidos en la documentación egipcia no se ha podido establecer con seguridad la localización exacta de esos sitios.
El paso del mar rojo
Lo más notable es lo referente al Mar Rojo. En el texto bíblico no aparece la expresión “mar rojo” sino “yam suf” (=mar de las cañas), que no parece posible identificarlo con el Mar Rojo actual, ya que en sus orillas no hay cañaverales. Además, según el relato del Éxodo, parece que el “Yam suf” sea la frontera divisoria entre la tierra egipcia y el desierto; pero si hubieran tenido que llegar hasta el Mar Rojo tendrían que haber recorrido varias jornadas de desierto antes de atravesarlo.
En un texto que describe las maravillas de Tanis se dice que cerca de la ciudad había dos masas de agua (=lagos). Una era «el agua de Horus», y la otra el «pantano de los papiros (sup)», que posiblemente es a lo que se refiere la Biblia. Eso sería entonces una prolongación del lago Menzalé hacia el sur; actualmente ha quedado alterada toda la zona por la construcción del canal de Suez. Además en esa zona, antes de la construcción del canal, había una comunicación de aguas intermitente entre los lagos y el golfo de Suez cuando se daba la marea alta.
En cuanto a la fecha de la partida de Egipto, puede ayudar a situarla la estela de Merenptah, sucesor de Ramsés II, en el siglo XIII a.C., que menciona una victoria sobre “Israel”, que además sólo lleva el distintivo de «pueblo», no de «lugar geográfico».
El Sinaí
La siguiente sección constituye uno de los puntos centrales del libro del Éxodo y de todo el Antiguo Testamento: la alianza del Sinaí (cc. 19-24).
El texto explica cómo Moisés sube a la montaña, donde el Señor se revela entre truenos y rayos y en medio de una espesa nube, y en esa teofanía le propone una alianza para los israelitas (c. 19). Ahí Dios revela su nombre: “Yo soy el que soy”, aunque en la lengua original puede traducirse como “el que soy, el que será”… es decir, el que es, por encima del tiempo. Con el trasfondo de este escenario son promulgados los diez mandamientos (c. 20), a los que sigue el llamado «código de la Alianza» (20,22-23,19). Inmediatamente después, se explica la celebración conclusiva de la alianza entre Dios e Israel (c. 24).
La última parte del libro está dedicada al tabernáculo, lugar de la presencia del Señor en medio de su pueblo.
Una primera sección está formada por la descripción del conjunto del tabernáculo, de acuerdo con el modelo que el Señor hace ver a Moisés en la montaña (cc. 25-31); más adelante, en la segunda sección, se explicará la ejecución punto por punto de todo lo que el Señor había prescrito (cc. 35-39). El capítulo 40 es la conclusión de las dos secciones: el Señor ordena a Moisés que consagre el santuario y los sacerdotes (40,1-15), Moisés lo ejecuta (40,16-33), la gloria del Señor llena el tabernáculo y una nube la cubre (40,34-38).
En medio de las dos secciones dedicadas al tabernáculo hay una parte narrativa, que reanuda el relato del camino de los israelitas por el desierto y concretamente de la alianza entre Dios y el pueblo (cc. 32-34). La narración se centra en la infidelidad del pueblo, manifestada en el episodio del ternero de oro. Moisés intercede por el pueblo y el Señor renueva su alianza con Israel.
Resumiendo lo dicho hasta aquí:
La «salida-huida» de Egipto sólo constituye uno de los polos del libro del Éxodo. El otro polo, la alianza, se sitúa en el desierto, a los pies del Sinaí. El arca de la alianza, y en el futuro el templo de Jerusalén, serán el memorial para cada generación. Así, la experiencia del éxodo hizo que Israel pasara de una estructura confusa de clanes a una forma más explícita de pueblo unido y libre. Teológicamente hablando, el pueblo de Dios encuentra en esta experiencia su identidad: «Ahora, pues, si escucha mi voz y observa mi alianza, será mi heredad preferida entre todos los pueblos, ya que toda la tierra es mía: será para mí un reino sacerdotal y una nación santa» (19,5-6).
El Éxodo es también un libro de leyes. Al don de la liberación ofrecida por Dios debe corresponder el compromiso de Israel. Las leyes, sobre todo el decálogo (20,1-17) y el código de la Alianza (20,22-23,19), son expresión de relación de los hombres entre sí y con Dios. Ahora bien, las leyes manifiestan también «la identidad de Dios» y, en consecuencia, «la identidad de su pueblo». Expresan la solicitud del pueblo por su Dios y del Señor por su pueblo y, a través de él, por toda la tierra.
Huellas de la religiosidad telúrica
La religiosidad telúrica (conexión espiritual con la tierra, la naturaleza y los elementos terrestres) está presente en el pueblo de Israel:
– La Tierra Prometida (Eretz Yisrael) es fundamental en el pueblo judío y en la Biblia hebrea, en la historia y la teología judaica. Esto se ve en muchos sitios como la promesa a Abraham y la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto con el propósito de llevarlos a la tierra prometida.
– Festivales agrícolas: por ejemplo, Sukkot, la Fiesta de los Tabernáculos, conmemora la cosecha y la protección divina durante la travesía por el desierto. Los judíos construyen cabañas temporales llamadas sukkot, que simbolizan la provisionalidad de la vida y la dependencia de la providencia divina. Es quizá la fiesta que más se celebra hoy día en Jerusalén, aunque en la historia se ha celebrado la pascua (que significa “paso” de Egipto a la liberación, con la cena del cordero), y la pentecostés (que ha pasado a la tradición cristiana): las dos tienen relación con la agricultura, pues la pascua es en el florecimiento de los vegetales (primavera), y la pentecostés en la recolección del grano (entrando en verano).
– Leyes sobre la tierra y la agricultura: La Torá, ley judía, incluye numerosas disposiciones sobre la tierra y la agricultura, como son el año sabático (Shmita) y el año del jubileo (Yovel), fiestas en las que además se perdonaban las deudas y los esclavos volvían a la libertad (cada 7 años y cada 50 respectivamente, aunque no sé si se omitía ese perdón en la práctica)[1], reflejan una conexión profunda con la tierra y la sostenibilidad. La idea detrás de estas leyes es permitir que la tierra descanse, se regenere y se mantenga productiva a largo plazo.
– Bendiciones y agradecimientos por los alimentos, que reconocen la conexión entre la humanidad, Dios y la tierra que produce los alimentos; por ejemplo antes y después de las comidas con el canto o rezo de salmos, que destaca la conciencia espiritual de la fuente de los recursos naturales.
El toro también lo vemos adorado en el Sinaí (es el buey Apis adorado en Egipto; con la serpiente y el macho cabrío son los vinculados a la madre Tierra). Más tarde se erigen dos toros en oposición a Judá y su templo en Jerusalén, escisión a la muerte de Salomón; el culto al toro va unido al joven dios mistérico Osiris egipcio. También “El”, dios de Ugarit, recibe forma de toro (nombre sinónimo al de Yahweh, “El que es”). Baal es otro dios de pueblos circundantes, al que se opone Elías: Baal es un joven dios vinculado a su hermana y esposa Anat, diosa madre de la fertilidad agraria y de la fecundidad. La muerte de Baal a manos de Mot, la dispersión de sus miembros, su búsqueda por Anat, que lo encuentra resurgido en sintonía con la primavera, recuerda el proceso similar de Osiris, Isis y Seth. Son todos ellos movimientos heterodoxos en el judaísmo, y prohibidos.
Hay un contagio con los pueblos colindantes, como cananeos: la serpiente que es el mal, siempre vencida desde el Génesis (epifanía y morada de la diosa Telus y animal telúrico), hay una ambivalencia pues si la serpiente de Moisés fue signo de salvación y profecía de Jesús en la interpretación cristiana, se elogia que Ezequías “destrozó la serpiente, que había hecho Moisés” (Num 21,8-9) pero a la muerte de ese rey su hijo Manasés volvió al culto a la serpiente. La imagen de la serpiente no deja de ser emblemática desde la imagen del pecado original, la profecía de que de la estirpe de Eva será aplastada la serpiente, etc.
Hay que decir que esas tradiciones son renovadas con la revelación divina a los hebreos, y en la interpretación cristiana son todas ellas proféticas de Jesús que vendrá a dar cumplimiento.
Me gusta mucho la imagen de la serpiente, que será retomada en Números, y que está presente en las tradiciones espirituales de Oriente y Occidente, por ejemplo con el Kundalini, en Mesoamérica con la «serpiente emplumada» que es el hijo de Dios que se aparece en forma humana y muere para salvación de los hombres; algo parecido a lo que profetiza la serpiente de bronce que Moisés hace construir en el desierto y el que la mira se queda curado, profetizando el árbol de la cruz de Jesús que da la salvación.
Es interesante observar las similitudes en la simbología de la serpiente en diversas tradiciones espirituales de diferentes partes del mundo.
Aunque la Biblia le da un sentido único, como hemos dicho, la presencia de la serpiente a menudo está asociada con conceptos de transformación, conocimiento, curación y conexión espiritual. En todas ellas veo conexiones notables con la presencia de la serpiente en la Biblia, desde la tentación que causó el primer pecado en el inicio de sus páginas (Génesis), hasta las páginas que cierran la Biblia (Apocalipsis):
- En el hinduismo y budismo, la serpiente Kundalini representa una energía espiritual que yace dormida en la base de la columna vertebral. La práctica del yoga y la meditación busca despertar y elevar esta energía a través de los chakras, lo que se considera un proceso de transformación espiritual.
- La figura de la «serpiente emplumada» o Quetzalcóatl en las culturas mesoamericanas, como la azteca y la maya, también tiene connotaciones espirituales. Quetzalcóatl es considerado un dios civilizador y sabio que trae conocimiento y sabiduría a la humanidad. Su mito a menudo incluye elementos de sacrificio y muerte simbólica para la renovación y la regeneración.
- En el libro de Números, se relata la historia de la serpiente de bronce. Cuando los israelitas fueron mordidos por serpientes venenosas en el desierto, Moisés levantó una serpiente de bronce en una vara, y aquellos que la miraban eran curados. En el Nuevo Testamento, Jesús hace referencia a este episodio, relacionándolo con su propia muerte y la salvación a través de él (Juan 3:14-15).
La presencia de la serpiente en estas tradiciones destaca la universalidad de ciertos arquetipos y símbolos en la exploración de conceptos espirituales y de transformación. Aunque las culturas pueden interpretar estos símbolos de manera diferente, hay elementos comunes que sugieren una conexión humana compartida en la búsqueda de significado y trascendencia. No podemos conocer como han llegado a esos arquetipos ambientes incomunicados entonces como fueron los Aztecas y los otros pueblos europeos y asiáticos, lo que sí vemos es que en todas esas tradiciones se nos va hablando de la Palabra divina revelada plenamente en la Biblia; lo que la Patrística, san Agustín entre otros, llama las “semina Verbi”, esas semillas de la Palabra divina que están en todas las culturas…
[1] Se concretan esas normas en los libros de Levítico y Deuteronomio; su observancia se consideraba una parte importante de la vida social y económica de la sociedad israelita. Según la ley, durante el año sabático, que ocurre cada siete años, la tierra debía descansar, y durante el año del jubileo, que ocurre cada cincuenta años, se proclamaba la liberación de esclavos y se perdonaban las deudas. La implementación de estas leyes en la práctica es un tema debatido entre los estudiosos. Los registros históricos no proporcionan evidencia directa de la observancia sistemática de estos ciclos en la antigua Israel. Algunos estudios sugieren que es posible que las leyes del año sabático y el año del jubileo hayan sido observadas en algunos momentos, al menos en ciertas comunidades. Sin embargo, también se sugiere que estas leyes pudieron haber sido difíciles de aplicar de manera consistente debido a diversas circunstancias económicas y sociales.
En el libro de Nehemías en el Antiguo Testamento, por ejemplo, se menciona un intento de restablecer la observancia del año sabático después del regreso del exilio babilónico. Aunque esto sugiere que hubo esfuerzos para cumplir con estas leyes, no hay evidencia clara de su observancia generalizada a lo largo de la historia bíblica. Es importante señalar que la Biblia contiene varias admoniciones y profecías que advierten sobre las consecuencias de no observar las leyes del año sabático y el año del jubileo, incluyendo la posibilidad de exilio y pérdida de la tierra. Esto puede interpretarse como un reconocimiento de que estas leyes no siempre se seguían fielmente.
La experiencia del éxodo hizo que Israel pasara de una estructura confusa de clanes a una forma más explícita de pueblo unido y libre Share on X