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Justicia social en precampaña

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Cada día más son muchas las teclas que hemos de tocar para que las aguas se muestren pacíficas en Europa y más aún en nuestro país. Lo que mal se inicia no puede tener feliz término y, ahí tenemos el caso del Mar Menor en la Región de Murcia. Si en el epicentro de esta gran tormenta la Justicia Social y la dignidad de la persona humana la hemos menospreciado, antes o después saltará la chispa que inicie el incendio. Desde hace ya varias legislaturas el mundo de la vulnerabilidad no se ha sentido como propia y, a estas horas mangas verdes, no nos podemos extrañar de la selva donde vivimos.

La miseria y el hambre, aquí y allá, nos gritan desde las profundidades de nuestros mares, si nadan entre una auténtica tragedia que sí tiene solución y que testimonian en contra de la responsabilidad humana. Pero dicha solución muchas veces depende, siquiera, de dos posibles factores: el primero relacionado con nuestra naturaleza moral, con la solidaridad y el apoyo de unos países para con otros, de unas autonomías para con otras, de unos pueblos para con otros; el segundo, de naturaleza intelectual, acerca de lo relativo a la idoneidad de políticas y así poder contribuir al desarrollo. Ahora mismo, ni con quien gobierna nuestro país ni con quien desea gobernarlo, lo lamentamos, no ha existido ni paladeamos un atisbo de ilusión por navegar hacia nuevos mares cargados de grandes tesoros ilusionantes. Ni el limitado altruismo de los poderosos ni las terapias intervencionistas de neoliberales y su oposición están contribuyendo a la solución del mal en el que navegamos.

Hace ya algunos años, las instituciones financieras internacionales nos recomendaban a los países en desarrollo qué medidas debíamos realizar para fomentar el crecimiento que insistían en la liberalización, privatización y austeridad presupuestaria. La buena terapia que nos echaban en cara era la de no haber tenido en cuenta la necesidad de reducir toda desigualdad entre países ni atender a los efectos negativos de esas políticas para algunos sectores de nuestras poblaciones. Hace ya 20 años, más de 100 países se unían, se comprometían a reducir la pobreza para mitad de 2015. Estamos en 2022 y echen un vistazo a su alrededor para observar donde vivimos y qué hacen con nosotros. Desde este punto de vista, aquellos resultados nos pueden parecer decepcionantes, aunque sea más difícil alcanzar un acuerdo sobre sus causas. Ayer y hoy seguimos estando ante dos posiciones inconciliables, la de quienes cargan todo el peso en la cuenta del egoísmo de los poderosos y aquellos que no ven razonable conceder ayudas sin condiciones a países gobernados por tiranías corruptas o que practican políticas económicas perversas e incluso quienes constituyen una amenaza para la seguridad de aquellos a quienes solicitan la ayuda.

Hoy día, en los inicios de la precampaña del 2023, solamente reciben millonarias ayudas de los Césares ideológicos globales, europeos o nacionales aquellos que se suben al carro del “vaya yo caliente ríase la gente” o aquellos pobres que ni han recibido apoyos para el inicio de un nuevo y aliciente cambio. Y es que, por desgracia, la Justicia Social no vende todo lo que debería. Del mundo de las familias vulnerables, de zonas desprotegidas sin invertir en trabajos para la población y de tantas y tantas, al no mirarlos por la dignidad que poseen y sí como un número más nos encontramos con estas situaciones. Por tanto, no tener en cuenta el segundo punto del que hablábamos, consistente en el conceder ayudas sin condiciones, es un problema injusto y demagógico. Tan cierto como que la ayuda debe aumentar lo es que no debe darse sin el cumplimiento de estrictas condiciones. Otro tema muy dispar es alimentar al enemigo y destinar fondos al beneficio de las oligarquías que nunca llegan a los necesitados.

En este ámbito es donde nos aparece la sinrazón de la ideología que culpa precisamente al remedio, las terapias liberalizadoras, de los males que causan las tiranías, la corrupción y las medidas colectivas. Curiosa prueba de lucidez intelectual es esta consistente en denigrar lo que es condición inexcusable para salir del subdesarrollo. Es verdad que la globalización ha aumentado las desigualdades, pero también lo es que ha favorecido a algunos países subdesarrollados y ha perjudicado a otros. Tal vez convendría indagar las razones por los que unos países, ciertas asociaciones y fundaciones, han crecido, reduciendo sus distancias con los países más desarrollados, mientras otros han sucumbido al caos y a la miseria, aumentando las distancias. Y al hacerlo tal vez comprobaríamos que la pobreza no tiene su única causa, ni, probablemente, la principal, en el egoísmo de los países ricos, sino también en los errores de la ideología social y económica dominante.

Mientras abunden quienes piensan que la causa de la miseria debe imputarse al capitalismo internacional y al liberalismo, no se contribuirá a solucionar los dos aspectos del problema, pues muchos países subdesarrollados seguirán inmersos en corrupciones y tiranías, y otros desarrollados se negarán a financiar regímenes corruptos y políticas erradas. Del mismo modo que la mejor terapia para el crecimiento y la justicia social es la combinación de liberalización y políticas sociales para favorecer a los más necesitados. El mejor modo de luchar contra la miseria en el mundo es el aumento de la ayuda de los poderosos combinada con la “imposición” de políticas liberalizadoras en países, provincias o aldeas con pobreza elevada. La demagogia puede nacer de las buenas intenciones, pero nunca los errores pueden contribuir a mejorar un mundo tan necesitado de mejora.

Decíamos al inicio que son muchas teclas las que tocar ahora. Los gobiernos son los que deben mirar donde a los demás no nos llega la vista, pero sí a nuestras barriadas, aldeas que es lo que tenemos más cerca y sabremos como solucionarlo. Este próximo mes de octubre se inician los diversos mítines políticos por nuestras provincias y me sé de algunos que en sus puntas de lanza van la dignidad humana, la justicia social y otras que son auténticas bendiciones. Es el momento de darle vueltas, en pleno siglo XXI, como ya hace muchos que también lo fueron. La Doctrina Social de la Iglesia no se cansa de recordarlo en nuestras conciencias y esperemos que toque cabeza y corazón a los que realmente desean invertir su tiempo en estos temas tan refrescantes y ansiados desde nuestra ciudadanía.

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