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La adicción al tabaco y la libertad

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Reconozco que fumar es una adicción. Pontifico que la libertad de no fumar es más poderosa que esta adicción. Tengo en mi haber dos hitos importantes. Fui ex fumador a finales del siglo XX y lo vuelvo a ser desde el 31 de diciembre de 2018. Mi escrito es apto para fumadores activos, para “fumadores” pasivos (¿), para ex fumadores y para anti fumadores. Fumar activamente es una adicción, de pulmón y de bolsillo, a la que se accede desde la propia libertad. Se sale de ella desde esta propia libertad. ¡Siempre que uno/a lo quiera! Quien diga lo contrario está totalmente equivocado/a.

 

Para dejar de fumar debe darse una razón personal. Éstas son variadas. A finales del siglo XX, hace veinte años y algo, dejé de fumar cigarrillos de tabaco negro. Estaba saturado. Corté de golpe arrojando cajetilla llena y encendedor a la papelera en mi centro de trabajo. Mi dosis real era de dos paquetes diarios. Desde entonces ni por casualidad he fumado un cigarrillo. Me costó un tiempo aclimatarme. Recuerdo que durante el primer año como ex me llevaba la mano al bolsillo de la americana, del pantalón, etc. como gesto instintivo. Recuerdo también que mi modo de combatir el mono era acercarme a mi estanco habitual a comprar caramelos… ¡sin azúcar! (de lo contrario engordas)

 

Tres años más tarde consideré que era el momento propicio de empezar a fumar puros. A los muy pocos días fueron “puritos” (puros pequeños tamaño cigarrillo), ante la imposibilidad práctica de encender puros y fumarlos. Durante este siglo XXI he resistido la soflama anti de muchos de aquellos y aquellas que no fuman. Los hay tan gilis de ambos sexos que, cuando te los cruzas por la calle y vas fumando en espacio abierto, hacen teatro de tos. En algunos ayuntamientos hay preocupación urbanística por mantener ceniceros de calle por lo común junto a las papeleras.

 

Soy inmune a los anuncios anti en plan pasquín en las cajetillas. Como también a las recomendaciones habituales generalizadas de que fumar es malo. De bueno en términos de salud no aporta nada. A medida que transcurre el tiempo en términos de meses y años, el hábito de fumar constituye una adicción que supone gasto de dinero. Ahora se acabó mi adicción y mi gasto.

 

Quien se plantee dejarlo debe saber que, nicotinas aparte, el cigarrillo contiene un componente químico exclusivo que crea adicción. Es el papel que envuelve el cigarrillo, sea de cajetilla de marca o de esos de liar. ¿Qué quiero decir con ello? Pues que es menos costoso dejar de fumar puritos que cigarrillos. Esta segunda vez, pero, la motivación ha tenido un aviso en términos de salud. Padecí una neumonía con fiebre e ingreso hospitalario a principios de enero. ¡Simplemente dije basta! Por encima de la adicción está siempre la libertad. Libertad asociada a la fuerza de voluntad. Fuerza de voluntad con la que no puede ninguna adicción digan lo que digan los “entendidos”. Cuando fumador yo era libre de fumar. Ahora que no soy fumador mi libertad se ha incrementado.

 

Observación económica: el estanquero/a es como el lotero/a. Percibe del Estado un 6% de lo que vende. En el caso del tabaco, el estanquero/a debe comprarlo a tocateja al Estado. ¡Ni siquiera el Estado fía en asuntos de tabaco!

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