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La Biblia en su contexto: “El Mandamiento Principal” (Mc 12,28-34)

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Contexto:

En Marcos se inicia la cuarta discusión (12, 28-34) que reproduce el dialogo entre Jesús y un escriba luego del discurso de la resurrección de los muertos (Mc 12,18-27) y cuyo tema fundamental es el mandamiento principal. El interlocutor en Marcos es un escriba cuyo título en hebreo es ‘sofer’ y se aplicaba a personas encargadas de escribir o copiar las leyes, oficio para el que se formaban desde pequeños en una escuela especial. En los registros más antiguos del AT, se llama ‘sofer’ a los que solían manejar punzón de escribiente (Jue 5,14), corresponde a los funcionarios reales que tenían por misión escribir las cartas del rey sus decretos y disposiciones (2 Sam 8,17; 20,25; 1 Re 4,3; 2 Cro 24,11; Is 36,3). Los escribas evolucionaron en todas partes de simples escribientes y lectores en depositarios del saber religioso, militar y literario. Luego de la cautividad, la función de los escribas en Israel se concretó en la interpretación y enseñanza de las Sagradas escrituras. A Esdras se le llama escriba o doctor muy diestro en la Ley de Moisés (Esd 7,6; Neh 8,1-13). El único factor del poder de los escribas estriba sólo en el saber. Tenían un puesto en el Sanedrín. Quien deseaba ser admitido como escriba debía recorrer un ciclo de estudios de varios años. Sólo cuando había alcanzado la edad canoníca para la ordenación, fijada en cuarenta años, a partir de entonces estaba autorizado a zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, a ser juez en los procesos criminales y a tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien individualmente. Sólo los doctores ordenados creaban y trasmitían la tradición derivada de la Torá, por lo general eran fariseos.

En Marcos (12,28-34) como ya dije, el dialogo es entre Jesús y un escriba, es Jesús quien responde a la pregunta del mandamiento principal y luego continua el dialogo, en los otros sinópticos el dialogo concluye con la respuesta del mandamiento principal, en Mateo (22,-34-40) el dialogo es entre un fariseo y Jesús y en Lucas (10,25-28) entre “un legista” y Jesús.

A la pregunta por parte del escriba acerca del “primero de todos los mandamientos” (Mc 12,28), Jesús le responde: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor y amaras al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Mc 12,29-30). El inicio de la respuesta de Jesús fue “Escucha, Israel”. Es solamente Marcos quien la introduce con la cita del Deuteronomio 6,4s refiriéndose al “Shemá” y constituye la profesión de fe israelita que el judío piadoso recitaba dos veces al día. Se compone de varios textos del Pentateuco (Dt 6,4-9; 11,13-21; Num 15,37-41). Según la tradición rabínica, el primer mensaje “Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé” (Dt 6,4) fue el núcleo original de este credo que, posteriormente, recibió las adiciones mencionadas. Forma parte central, según el Talmud, de la liturgia de los oficios de la mañana, desde que el sol despunta hasta la hora tercia, y de la tarde, hacia el ocaso. Esta confesión estaba enmarcada dentro de unas bendiciones. Todos los hombres del pueblo de Israel así como los adolescentes a partir de los trece años estaban obligados a la recitación regular del Shéma; las mujeres, los niños y los esclavos estaban exentos. A los niños se les enseñaba el texto de esta oración desde que eran capaces de hablar. El que prescindía de esta costumbre se apartaba de la comunidad.

Jesús al hablarles del primero de todos los mandamientos les menciona un segundo: “Amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,31). Los dos mandamientos conforman una unidad puesto que “No existe otro mandamiento mayor que éstos” (Mc12,32). El escriba se muestra de acuerdo con la respuesta de Jesús y es el único caso en el cual un escriba le da la razón, al final le dice a Jesús acertadamente que el mandamiento principal: “Vale más que todos los holocaustos” (Mc 12,33). En el Antiguo Testamento sobre todo en los profetas, se encuentran varios pasajes que denuncian los abusos legalistas y la hipocresía del culto, y afirma decididamente la mayor importancia de las actitudes interiores con respecto a los preceptos cultuales (1S 15,22; Os 6,6; Is 1,11; Pr 21,3, Am 5,21-27; Sal 40, 7-9).

Jesús al ver que el escriba le había contestado con sensatez “nounecos”, es decir, sabiamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. La respuesta de Jesús debió dejar desconcertado al escriba. En pocas palabras Jesús afirma indirectamente que todo eso no basta para pertenecer al Reino; como el joven rico (Mc 10,17-22), le falta el paso decisivo que está por darse. Es indispensable algo más, porque el Reino de Dios es Jesús mismo, y si no se abandona todo para seguirlo el Reino sigue siendo inaccesible. Para comprender el alcance de la respuesta de Jesús es necesario apelar a la experiencia iluminante de Pablo que dice: “Pero lo que antes consideré ganancia, lo tengo ahora por perdida a causa de Cristo. Más aún, juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas; incluso las tengo por basura para ganar a Cristo y encontrarme arraigado en él, no mediante mi justicia, la que viene de la Ley, sino mediante la que viene por la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada por la fe” (Flp 3,7-10).

Al final del pasaje el evangelista dice: “Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas” (Mc 12,34). Al igual que al comienzo del pasaje, también al final Marcos introduce su toque redaccional, tan ágil como eficaz, y fija en pocas palabras la situación psicológica de malestar y derrota que se había ido creando en sus adversarios a lo largo de las discusiones anteriores. Tanto Mateo como Lucas desplazan esta conclusión a otro contexto (cf.Mt 22,46; Lc 20,40) siempre en la serie de las cinco discusiones.

Actualización:

Que lección tan esplendida le dio Jesús al escriba y nos sigue dando a cada uno de nosotros. El mandamiento principal es amar a Dios pero hay otro que es complemento del primero y forman una unidad y es el amar al prójimo. Hay muchas personas que dicen amar a Dios pero el trato con sus hermanos es de lo más violento. Nuestra fe debe estar basada en el amor a Dios y ella se debe reflejar en obras. No puedo decir que soy salvo y que amo a Dios si mis obras contradicen mis palabras, por eso el apóstol Pablo fue categórico al decir: “¿De que sirve hermanos míos, que alguien diga –tengo fe-, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: -Id en paz, calentaos y hartaos-, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Pues así es también la fe, si no tiene obras está realmente muerta (St 2,14-17).

Necesitamos apoderarnos y hacer una bandera de la expresión de “amar a Dios y al prójimo”, es la única manera en la que el mundo pueda sufrir un cambio, una nueva dirección que apunte al encuentro vivo y verdadero con Jesús, él nos está preparando un lugar (Jn 14,2-3) eterno, bello y lleno de amor donde podremos recostar nuestra cabeza sobre el pecho de Jesús (Jn 13,25) tal como lo hizo el discípulo amado (Jn 13,23).

Orlando Segundo Carmona (Venezuela),

Licenciado en Administración de Empresas y Teología, y diplomado en Ciencias Bíblicas

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