La buena política, sin embargo, no recela del otro, sino que lo considera un bien y promueve las relaciones de confianza. Es cierto que la paz no viene dada sin más, hay que construirla y conquistarla a diario. Un gran proyecto político, fundado en la responsabilidad recíproca y en la interdependencia de los seres humanos, ayuda a conseguirla; pero también es un desafío que exige ser acogido personalmente cada día, ya que la verdadera paz es en realidad una conversión del corazón y del alma.