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La canofilia imperante

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Cuando mi infancia era muy común disponer en casa de un pajarito en su jaula. Habitualmente era un jilguero. A veces un canario. El propietario del pájaro se ocupaba de rellenar el depósito de agua de la jaula con agua del grifo. También el del grano para comer. También de barrer el suelo y cambiar los papeles de periódico protectores del suelo. Así lo hacía mi abuelo paterno en su domicilio y así lo hacía mi padre en el nuestro (suyo y mío). Y así lo hacía yo cuando mi padre me lo pedía. Tener un pájaro en una jaula en el propio domicilio era muy común. Hacía compañía e incluso a veces uno podía apreciar su canto.

En la actualidad, desde hace ya bastantes años, se estila ser dueño (en vivienda urbana) de perro de tamaño pequeño, mediano o grande. También de raza cotizada en algunos casos. Un perro, si lo tratas bien, hace mucha compañía. Se me ha ocurrido como título de mi escrito la palabra latina canofilia (can=perro; filia=amor) y resulta que ya está inventada como título internáutico. Pego un link de la palabra. Aunque el propio perro no vaya a concurso y su dueño/a ni se lo plantee, el propietario consciente del animal sigue los cánones descritos en este link.

Mi reflexión no va por aquí. El can de ambos sexos, como animal de compañía, es un sustituto del bebé hijo o hija en muchos casos. Una persona mayor que vive sola, y se vale por ella misma, es lógico que quiera y hasta necesite compañía. Habitualmente la encuentra en perritos o perritas. Una familia con hijos pequeños muchas veces amplia la convivencia con un can. ¡En plan uno más de la familia! Un perro siempre presente en el interior de una vivienda sin respirar el aire libre ¡como que no! Necesita estirar sus patas diariamente. Necesita hacer sus necesidades fuera de la vivienda. Si el dueño es consciente sale a la calle con su perro, su guante de plástico y su papel de periódico. Es un momento recoger el excremento y tirarlo a la papelera más cercana. Los ayuntamientos regulan y vigilan esta obligación de comportamiento ciudadano.

Siempre hay dueños sin escrúpulos que no educan a sus canes. Resulta asqueroso circular por las aceras muchas veces. Aunque municipalmente esté regulada la limpieza de las aceras, siempre algún excremento canino adorna las mismas. Pues hay propietarios que no tienen escrúpulos y a ciertas horas oscuras no hay control municipal. El pipi can es una alternativa utilizable muy elogiable. Algunos disponen de fuente para que el perro pueda satisfacer su sed. En la actualidad hay un oficio nuevo. Son muchas las personas que no pueden sacar a sus perros a pasear. El oficio nuevo es el de paseador o paseadora de perros. He llegado a ver por la calle a persona sujetando hasta cuatro correas de canes distintos. Tengo entendido que cobran (supongo que en negro) a tanto el rato de paseo diario. Por consiguiente, multiplican el rédito si pasean a varios perros a la vez. A la hora convenida acuden al domicilio o domicilios concretos a recoger perros. Le sacan partido al tiempo invertido.

En el fondo la canofilia excesiva, aunque no se vaya a concurso, es una desviación moral. Las personas están llamadas a relacionarse con personas y no con animales. Se le otorga excesiva importancia al animal. Otro gallo cantaría de haber celo por la maternidad y paternidad y educación de hijos propios. El perro sería un complemento a ello y no un sustitutivo. Yo por la calle veo más perros con correa que cochecitos de bebé con sus madres, padres o nurserys. Si bien es cierto que un can vive menos años que un hijo y que a los niños les gustan los canes. Como también es cierto que muchas parejas jóvenes prefieren tener perros que ser padres.

Sé en qué consiste ser dueño temporal de un perro. Sé en qué consiste que alguien abandone un cachorro de pastor alemán y cuidarme de él en tiempo vacacional sin tener idea previa experimental. ¡En una casa de campo familiar y no en un piso urbano! Recuerdo todavía el momento de desprenderse de él al término de las vacaciones familiares. Recuerdo un primer viaje a la perrera municipal para asegurarme que el animal no sería exterminado. Y recuerdo los lloriqueos de una hija menor de edad en el momento de desprendernos mi esposa y yo del can. Doy fe que el perro es un gran animal de compañía. De vivir yo en una casa de campo tendría perro de raza como uno más de la familia. ¡Suelto y residente en su casita en el exterior dentro del perímetro territorial vallado de la finca y no en el interior de la vivienda! ¡Y si es un pastor alemán mucho mejor!

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Es una buena reflexión, pero quizás voy a aportar mi experiencia para sumarle un poco a tus notas.

    Hay muchas formas de tener un perro como animal de compañía y todo se reduce en el comportamiento, no del can (que también), sino de su dueño. Yo tengo uno, en un piso (no demasiado grande), y lo adoptamos mi marido y yo al poco de casarnos. Es cierto que a veces lo infantilizamos y por supuesto que es uno más de la familia. Ahora bien: mi perro está limpio, vacunado, con sus papeles en regla. Mi casa está limpia y trato que no huela mucho a perro (quizas algun pelillo rebelde en el sofá….), él tiene sus normas (aunque cada vez es mas dueño y señor de la casa). Sale a la calle más veces que yo misma, hace sus necesidades donde toca y cuando no, lo recojo como responsabilidad mía que es. Siempre va atado y no muerde a nadie. Si gruñe o molesta le marco y educo, debe entender que por encima de todo que yo mando y que yo controlo las situaciones, no él.

    El perro es feliz, es cariñoso. Juega con niños y ancianos, juega con nosotros. Sabe dar compañía y «amor» incondicional. Cuando todo el mundo te falla, él no, él es siempre fiel. Algunos llegan a morirse de pena cuando sus dueños fallecen, ¿qué hay más leal que eso?

    Evidentemente tener una mascota requiere una responsabilidad y hay que asumirla, sino, mejor no tenerlas. Por lo tanto, NUNCA la responsabilidad debe recaer sobre el perro ni su raza, sino sobre su dueño. Es él el primero que debe educarse para conocer bien su naturaleza, sus posibilidades y así poder tratarlo como merece.

    Y no, mi Otto (mi beagle de 2 años) no substituye a un hijo. Ojalá Dios nos bendiga con una familia grande y muchos hijos (o los que Él quiera), pero está claro que Otto será siempre uno más de la familia. Creo que además de la compañía y el amor, un perro puede enseñar muchas lecciones: asumir responsabilidades, amar la naturaleza (pues ellos son también criaturas de Dios), ayudar a socializarse, superar la pereza y la vagancia (el perro debe salir a la calle aun cuando llueva o haga frío), ayuda a expresar emociones (algunos se usan para hacer terapia!), y un largo ecétera.

    Un can siempre aporta más de lo que imaginamos y no puedes ver todos los beneficios hasta que no tienes uno, lo amas incondicionalmente y lo vives en propia piel.

    Bien cierto es que cada uno es libre de tenerlos o no, de tener su opinión y de preferir tenerlo solamente en espacios grandes y poner sus propias reglas (son muy listos y aprenden lo que les enseñes). Pero, por mucho espacio que tengas, el perro siempre vuelve a los pies del amo, se acurruca y busca el contacto humano y ser uno más de la familia. Él es el encargado de proteger a la familia, ese es su instinto natural, así que dentro o fuera él siempre querrá estar lo más cerca de su dueño posible.

    Os recomiendo un par de películas «Hachiko», o «Una pareja de 3», no dejan indiferente y resumen todo lo que hemos comentado. Hay que ser valiente porque el nudillo en la garganta y las lagrimitas estan aseguradas.

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