El canciller del campus de la universidad de Berkeley, Carol Christ, viene fomentando debates intelectuales entre conservadores y liberales: discusiones más o menos serenas dentro de las disparidades ideológicas. Han surgido grupos estudiantiles que promueven el diálogo cívico. El rectorado ha modificado las directrices sobre libertad de expresión en la universidad, tras las conclusiones de una comisión académica ad hoc. El principal cambio en las reglas (de carácter experimental) pretende reducir la posible práctica de la “interrupción” de los discursos contrarios. Por su parte, los invitados procuran evitar enfoques o críticas que puedan resultar hirientes.
El portavoz de Berkeley reafirma el inquebrantable compromiso de la universidad con la Primera Enmienda, apoyo firme de la libertad de expresión en Estados Unidos. Manifiesta también idéntica confianza con las organizaciones estudiantiles, con independencia de la orientación de cada una. Desde esas premisas, subraya la necesidad de difundir con libertad las opiniones, evitando las provocaciones o la mera propaganda.
Parece importante que las autoridades académicas y los líderes de las asociaciones de estudiantes resistan con valentía ante la agresividad de diversas posturas enfrentadas entre sí, con tendencia a la radicalización. En muchos aspectos sociales, no sólo políticos y económicos, se está produciendo una crispada división sin precedentes, con sus inquisiciones y sus fatwas criminalizadoras. Para recuperar la concordia, es preciso superar el actual macarthismo, ahora de signo contrario, limitando también el supremacismo que evoca viejos tiempos del Ku Klux Klan. Parte de la función social de la universidad es mantener su condición de lugar por excelencia de la libertad intelectual, la investigación y el diálogo.